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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Pascual Duarte

Camilo José Cela ha iniciado un proceso de recuperación del original de su Pascual Duarte, por la vía legal, lo cual que me parece muy bien, pues si José María Cossío (el bueno era el hermano, don Paco, qué paisajista en prosa, pero se codeaba menos) reunió durante toda su vida autógrafos y páginas literarias en directo (a mí me tuvo una tarde entera encerrado en la Cacharrería del Ateneo, como colegial que hace los deberes, poniéndole en mi caligrafía aljamiada cualquier página de un libro mío), esto no supone que una comunidad autónoma y reciente deba beneficiarse de las preseas culturales de un intelectual fijo y fino. El Pascual Duarte ha sido comparado con El extranjero de Camus. A uno, con perdón, le parece mejor el Pascual Duarte. Se trata, en ambos casos, de tragedias tercermundistas de analfabetos o pardales sin escolarizar, y a mí los pardales me aburren mucho (prefiero otros libros de Camilo, casi todos), pero la prosa que inaugura CJC en esa novela corta y universal es la de un Torres Villarroel que hubiese leído a, Brecht. Cuando se llevó esta novela al cine, Marías acusaba a Camilo de falta de imaginación, entendiendo por esto falta de capaciclad para enlazar coherentemente vinos episodios del libro con otros. A mí me parece que hace falta mucha más imaginación (modernidad) para dejarlos así, a su aire. He tomado unas copas con Paco Rabal, que va a hacer la última novela de Delibes, Los santos inocentes (Lara ya le ofrece ocho millones de anticipo por la próxima, que quizá nunca escribirá). Quiere decirse que el tronco sabio, y rico en savia, de la prosa castellana, vuelve donde solía.Aquí hubo una hipóstasis franquista / antifranquista de la cual era culpable Franco, por supuesto. Durante los 40 / 40 se han pergeñado nombres y escuelas (a la manera francesa, siempre, que los franceses, cuando no tienen un pintor o un escritor genial, se sacan una escuela, para resolver el bache: estructuralismo, nouvelle vague).

FRANCISCO UMBRAL

G., Lisboa

Ocurre que todo lo madrileño era franquista y todo lo castellano era imperial, abusivas hipótesis mediante las que se consagró a unos cuantos nombres de temporada (se sigue haciendo), mientras la verdadera literatura peninsular los nombres citados, en Madrid; Mercé Rodoreda en Catalunya; Grosso, al que he abrazado anoche en Bocaccio, en Andalucía), quedaban como localistas / paisajistas / coloristas (el inmenso Cunqueiro y el sabio Torrente en Galicia). Todo fue verdura de las eras y chorrada. Cela, Delibes, Aldecoa, Sánchez-Ferlosio (descubierto por Vergés, el catalán más atento al castellano), son los nombres que han quedado de los 40 / 40 y la prosa que polonga y actualiza la tradición barroca castellana, yes. Todavía hay quien fuerza, sí, una prosa impersonal, pero pedante, que parece traducida del inglés por un mal traductor aburrido que no cree demasiado en su autor / víctima. Son varios. Arrastran, como Borges, ciego del cupón del Nobel, el trauma fetal de no ser anglosajones. Pero el personal lee a Manuel Vázquez Montalbán y Fernando Savater, que, con todo su toque europeo, suenan de aquí. El autor de intención cosmopolita no es mucho más que un tour / operator de la literatura. Por eso es importante que vuelva el manuscrito de Pascual Duarte (letra despaciosa de Camilo), que se desentierre de los archivos como el arado renacentista desenterraba vírgenes de mármol en la campiña romana. Mejor que en un Renacentismo / Guerra, estamos en un regeneracionismo / Felipe. La primera prosa de Cela, manadero de tanta como siguió, tiene la veracidad de la lozanía. Los libros escritos en un idioma mientras se piensa en otro son como los hijos sabatinos que se le hacen a la santa esposa mientras se piensa en Bo Derek.

Fructuosamente, el embeleco va pasando. Todos los días me piden de USA ensayos sobre CJC. Los hago y listo, que el dólar está a 150 o más.

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