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Tribuna:La muerte del 'cantaor'
Tribuna
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Una forma de ser flamenco

Antonio Mairena contaba cómo Manuel Torre, horas antes de morir -acaba de cumplirse el medio siglo-, habiéndole ido a buscar a su casa un gran aficionado al cante que había en Carmona, apellidado Mata, para que le cantara como solía hacer todos los sábados, hallando al gran cantaor jerezano casi agonizante en una habitación en la que no había más que dos sillas, una mesita, un baúl y el catre del enfermo, le dijo:"Mata, yo ya no puedo cantar ni moverme de la cama. Yo me muero. Te recomiendo que te vayas a Mairena del Alcor y preguntes por un gitanillo que tiene allí una tabernita y que le dicen el Niño de Rafael. Le dices que vas de mi parte, que te atenderá y te gustará".

De madrugada, cuando se hallaban en aquella reunión de cante en la taberna que el padre de Mairena tenía en este pueblo, les llegó la noticia de la muerte de Torre. Desde entonces, Antonio Mairena consideraba aquellas palabras del moribundo como un legado artístico.

ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO

FÁBREGUES

Antonio Cruz García, Antonio Mairena en el cante, nació en Mairena del Alcor el 7 de septiembre de 1909. Hoy habría cumplido 74 años. "De mi familia gitana sólo el abuelo, Antonio Cruz Reyes, cantaba. Mi padre, Rafael Cruz Vargas, era un buen aficionado, muy inteligente, y mi madre, Aurora García Heredia, solamente bailaba en las fiestas familiares...".

Figura controvertida

Desde niño comenzó a trabajar con su padre en la fragua familiar. Por la escuela del pueblo no le veían mucho. Quizá antes de que aprendiera a leer comenzó a saber de cante. "En las grandes fiestas gitanas yo escuchaba a Joaquín el de la Paula, que fue mi primer maestro, a Manuel Torre y a otros grandes artistas de menor renombre pero de gran sabor gitano".

Así nació un cantaor destinado a ser excepcional: por su labor investigadora y de rescate de cantes en trance de perderse. Así restauró tres cantes del Nitri, otros de Juanelo, de Juan Junquera, del Loco Mateo, de Silverio... Revalorizó la liviana y volvió a poner en circulación la toná y la liviana, los corridos o romances gitanos, las tonás de Perico Frescola, un cante por siguiriyas de Frasco el Colorao...

Por supuesto que no todo el mundo aceptaba sin reservas a Mairena. Y lo que más se le reprochaba era su perfección formal, su magisterio sin concesiones. Mairena casi siempre cantaba bien, muy bien, y esto parece que en el arte flamenco es algo que no debe hacerse. "En el flamenco, lo único que vale es el chorro de emoción que a uno le duele por dentro", decía el cantaor Calzones; "canta mejor o peor, según las facultades de cada cual, no importa tanto; Antonio Mairena, por ejemplo, canta siempre tan bien que ya ni gusta".

Pedro Camacho, aun reconociéndole como el cantaor general más completo del siglo, reprochaba a Mairena la meticulosidad imitativa de sus interpretaciones: "Sus cantes, generalmente, son ecos, no gritos, ni jipíos, ni llantos propios. Su cante es magistral, académico, paradigmático... y frío como una lección de álgebra". Aurelio de Cádiz lo juzgaba de manera totalmente opuesta: "Mairena me agrada como cantaor; ahora, que canta a su juicio, no como son los cantes, porque él dice que son los cantes así, y como no los ha escuchao nadie, pues dice tor mundo que sí, porque él los lleva con mucha facilidad y los lleva muy a compás, desde luego, pero a mí no me llega".

Son puntos de vista. Personalmente creo que no existen elementos objetivos para rebajar en tal grado el modo de hacer de Antonio Mairena. Es cierto que su sentido de la responsabilidad y su íntima convicción de que cumplía una misión poco menos que sagrada -la de restaurar el cante gitanoandaluz en toda su pureza original- le hacían quizá controlarse en exceso y racionalizar a ultranza el riesgo que pudiera concederse para mantener su insobornable ideal de perfección, que primaba en su arte sobre cualquier otra consideración. Le faltaba, desde luego, aquella vena que hacía de un Torre, de un Manolo Caracol, artistas geniales en momentos y en otros momentos detestables. Antonio Mairena sacrificaba, y creo que conscientemente, la posibilidad de tales alturas para ser siempre un muy, muy, muy grande cantaor.

El mairenismo

En cuanto a la acusación que se le hace de mimetismo, de absoluta fidelidad a los modelos del pasado sin aportación creadora alguna, esto puede ser cierto, pero no totalmente cierto. El mairenismo está ahí, es una realidad insoslayable en el panorama actual del flamenco, y no sólo en el de filiación gitana. ¿Qué es el mairenismo? En palabras del propio Mairena, "un determinado matiz con aires, formas y esencias que están sirviendo de base para la formación de futuras figuras".

Los 'duendes' del cante

Mairena creía en los duendes del cante: "Hay días que viene y días que no viene. Días en que quiere uno cantar y no puede hacerlo. Días en que parece que va a ser una noche de chufla y termina siendo una noche grandiosa...".

Conmigo fue más explícito: "Yo por duende entiendo todo aquel artista que transmite. Claro que no es lo mismo transmitir a un señor que no está preparado para digerir el cante flamenco o el cante gitano, como le queramos llamar, o a un señor que está preparado. Para transmitirle esos duendes a un señor que está preparado, hay que contar con que el artista o el intérprete, que en su forma de sonar lleve consigo ese duende; en su manera de expresar, de deletrear. La técnica también es un factor importantísimo para todos aquellos que sepan digerir el cante tal y como es el cante, porque sin esa técnica... Porque los que creen que solamente con sonar gitano ya se cuenta con el duende eso no es suficiente".

El alma y la vida

"Esto es lo que yo creo que sea el duende: hacerle a usted sentir una cosa que usted no sabe lo que es, pero que sí, que en un momento dao a usted se le eriza el cabello, usted no sabe lo que le pasa, a usted le hace beberse tres whiskys o tres copas de vino o tres copas de aguardiente o lo que sea, pero que usted no se explica cuál es el motivo... Si al cante le falta el duende, es como si al cuerpo le falta el alma, le falta la vida...".

En su último libro, Mairena formuló su teoría de la "razón incorpórea", algo impalpable e indefinible que hay que sentir y respetar para ser un buen gitano. "La Razón Incorpórea", escribe así, con mayúsculas, "es el honor nuestro, la base de la cultura gitana, el conjunto de nuestras tradiciones y de nuestros ritos antiguos: una cosa que sólo entiende un gitano como Dios manda y que sólo los gitanos la viven. La Razón Incorpórea es intransmisible e ininteligible fuera de nosotros, porque no se puede conocer de verdad lo que no se puede sentir. Sólo se nos permite expresarla por medio de metáforas. La Razón Incorpórea es la fuente de inspiración inagotable del cante gitano y del cantaor, y éste la expresa de forma intuitiva por medio del 'duende'...".

Obsesión por los cánones

Los cánones fueron casi una obsesión para Antonio Mairena. Le preocupaba que los artistas que vinieran detrás de él, y los aficionados, le reprocharan que hubiera hecho algo en el cante que no estaba dentro de los cánones.

Fue éste quizá el talón de Aquiles de Mairena, pero también fueron sus poderes. Porque su extensa discografía es casi toda ella una lección espléndida, magistral, no de álgebra, que diría. Camacho, sino del mejor cante flamenco de todos los tiempos. No hay, ni ha habido, ni seguramente habrá en muchos años un cantaor capaz de realizar una obra tan vasta y completa, y con el marchamo de perfección con que la ha llevado a cabo Mairena. Hay grabaciones suyas -fundamentalmente La gran historia del cante gitano-andaluz- que ya están sirviendo y servirán por mucho tiempo de referencia para fijar la manera más ortodoxa de interpretación de determinados estilos, con la seguridad además de que en muchos de ellos Mairena engrandeció considerablemente el modelo original. En consecuencia, reprocharle ser un simple copista de cantaores anteriores parece, por lo menos, no ajustado a la verdad.

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