La jornada del miércoles en Polonia puso de manifiesto las debilidades de la oposición y la lejanía de la normalización
Las manifestaciones, en parte violentas, del 31 de agosto pasado que se celebraron en varias ciudades de Polonia han puesto de manifiesto, nuevamente, que el país está todavía muy lejos de lograr una normalización política y social, tal y como aseguran las autoridades de Varsovia. Pero, al mismo tiempo, también quedó clara la debilidad operativa de la oposición clandestina polaca, así como la necesidad que tiene de replantearse su estrategia futura.
En Polonia permanecen numerosos focos de protesta, que pueden saltar en cualquier momento ante una convocatoria, como se demostró ayer en Nowa Huta y Wroclaw, donde las manifestaciones resultaron especialmente violentas y la policía se empleó con energía.Para el régimen polaco tiene que resultar especialmente duro comprobar que Nowa Huta, la ciudad modelo del socialismo, construida en los años cincuenta en torno a la siderurgia Lenin, donde no se planeó ninguna iglesia porque allí iba a florecer el nuevo hombre, se ha convertido en uno de los focos mayores de rebelión.
A pesar de las opiniones y los incidentes, juzgado con perspectiva, el 31 de agosto arroja un balance positivo para el régimen polaco, porque el año pasado el volumen de los desórdenes fue considerablemente superior. Esto permite a las autoridades de Varsovia abrigar la esperanza de que la tendencia de la protesta social es descendente.
Frente a esta interpretación oficial, la oposición se consuela con la idea de que, a pesar de la ley marcial y la represión, todavía existe un potencial de protesta en Polonia.
En las anteriores crisis del sistema polaco, en 1956, 1970 y 1976, después de los estallidos seguía un período de calma. Ahora, la crisis se produjo y siguió la represión, que no consiguió acallar del todo la protesta.
La fuerza de Solidaridad
El balance de la jornada del 31 de agosto deja abiertas toda una serie de interrogantes sobre el futuro, pero resalta de forma evidente que las estructuras clandestinas de Solidaridad están seriamente quebrantadas."El movimiento se encuentra en sus cenizas", reconoce un intelectual de la oposición polaca. "Ahora la cuestión es saber qué será lo que rebrotará".
Las entregas a las autoridades de unas docenas de militantes, que optaron por acogerse a la oferta de amnistía del Gobierno; la traición del dirigente de Nowa Huta, Wladyslaw Herdek, uno de los cinco líderes legendarios de la clandestinidad, que apareció en las cámaras de la televisión oficial para criticar a la clandestinidad; la falta de una estrategia coherente y adecuada a la nueva situación y el liderazgo carismático y contradictorio de Lech Walesa han reducido la operatividad del sindicato Solidaridad, que ahora sí puede decirse que "vive en los corazones de todos los polacos", pero tiene cada vez menos fuerza en las fábricas.
Gentes orgullosas
Los obreros que salían el 31 de agosto de las fábricas del cinturón industrial de Varsovia y no subían a los autobuses, porque seguían las consignas de boicoteo, eran sin duda personas opuestas al régimen del presidente Wojciech Jarruzelski, pero distaban mucho de las gentes orgullosas y sin miedo que dos años atrás decían: "Si vienen los rusos, no les recibiremos con claveles".
La derrota obrera
Los trabajadores de la siderurgia Huta Warszawa, que un día no tan lejano se puso en huelga "por el cumplimiento de los derechos humanos" y tuvo que venir Lech Walesa, llevado en helicóptero por el Gobierno, para apagar el conflicto, eran el 31 de agosto la imagen de una clase obrera derrotada"."No subo al autobús porque quiero pasear", o "quiero bajar la panza", respondían, temerosos, cuando se les preguntaba por sus motivos para boicotear los transportes públicos. "No se puede mantener meses enteros una sociedad a presión y en continuo estado de ebullición social", comenta un joven intelectual del partido.
El Gobierno ha comprendido esto y trata de operar sobre la "mayoría silenciosa" de Polonia, que no acepta al régimen, pero que tiene que luchar con los problemas de la vida cotidiana, los precios excesivos y la difícil situación económica.
Solidaridad no ha sabido dar una respuesta satisfactoria a todos estos problemas, que preocupan de manera inmediata a la población y continuó su línea de movilización por objetivos abstractos.
Los líderes de Solidaridad parecen haber olvidado que todas las crisis anteriores en Polonia empezaron por los precios de la carne.
No se recuerda lo que el dirigente del sindicato independiente -hoy en la cárcel- Andrzej Gwiazda reconoció en los días de existencia legal, que "en la resistencia contra el nazismo sólo luchó una minoría".
Lucha idealista
Los dirigentes de Solidaridad desde la clandestinidad han pedido que se lleve a cabo una lucha idealista por valores abstractos y se han quedado cada vez más solos, con el apoyo moral de la sociedad, pero sin posibilidad de influir decisivamente sobre la marcha de los acontecimientos polacos.Lech Walesa parece haber comprendido perfectamente esta situación. Al menos eso se desprende de unas apresuradas palabras pronunciadas en la noche del mismo 31 de agosto antes de que se iniciara la solemne misa patriótica de Gdarisk.
El líder sindical polaco dijo que, después de la jornada celebrada el 31 de agosto, tiene que cambiar el modo de actuar del sindicato ilegal y habrá que preparar un programa teórico. Si no se produce un cambio de estrategia, el sindicato clandestino Solidaridad quedará reducido a un movimiento simbólico capaz de provocar desórdenes esporádicos, pero sin poder real frente a la fuerza de las porras de la policía.
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