Reencuentro con el arte de torear
Las corridas veraniegas tienen en Madrid bien merecida fama de bronquedad y dureza. Pero, a veces, en ellas resucita nidgún torero de escuela y se produce el feliz reencuentro con el arte de torear, como una brisa aromática y fresca que renueva, los viciados aires de la actual tauromaquia. Ayer fue Sánchez Puerto, torero de clase, el que provocó ese reencuentro, y los oles resonaban en el coso con cadencias de música celestial.Al público le supo deliciosa su primera faena, construida con acabada torería, sin un muletazo de más ni de menos, toda ella amalgamada mediante pases de exquisita factura, en perfecta ligazón. Desde los ayudados a dos manos con que la inició, sacando el toro a los medios, hasta los del epílogo, clavando la rodilla en tierra y reviviendo las mejores estampas del toreo clásico. Y entre ambos pilares de la faena, los redondos y naturales, adelante el engaño, prendiendo la embestida, templando el recorrido; los de pecho, hondos; los adornos, y toda esa teoría de remates en afarolado, en trinchera, en pases de la firma, en cambios de mano, que embellecen las suertes esenciales del toreo.
Plaza de Las Ventas
28 de agosto. Cinco toros de Pilar Población , flojos y nobles; sexto, de Cobaleda, inválido y bronco. El Bormujano, silencio y palnas. Paco Aguilar, silencio y protestas. Sánchez Puerto, oreja y palmas.
Le supo a delicia esta faena al público y los aficionados estaban conmovidos, agredeciendo en el alma este reencuentro con el arte, en pleno ferragosto taurino madrileño. Arte que se produjo también en los lances a la veránica, ejecutados con técnica y sentimiento, y en las medias verónicas belmontinas. Sánchez Puerto estaba inspiradisimo.
La corrida salía floja, aunque muy encastada. El sexto fue devuelto al corral por inválido, y en su lugar salió otro inválido mayor, de Cobaleda, que ése sí era el prototipo de las bronquedades veraniegas en Las Ventas. Sánchez Puerto lo aliñó con recursos de buen lidiador.
El Bormujano, que confirmaba su alternativa once años después de recibirla, y Paco Aguilar, son de otro corte. Bormujano, poco placeado, estuvo decoroso con sus inválidos. Aguilar, ni eso, y con la espada dio el mitin: apuntaba a los trazuelos, que no son solomillo y no admiten volapiés. A ambos los despidieron con pitos, para que se fueran enterando de lo que vale un peine en Madrid. A Sánchez Puerto con aplausos, pues tenía de su parte a los aficionados, los cuales ceñían fogosos ayudados rodilla en tierra, ya c'Alcalá arriba. Cuando en la corrida hay reencuentro con el -arte, se ponen así de castizos.
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