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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Chad y sus defensores

PARA LA expresión política simplificadora de Reagan, el asunto de Chad es muy sencillo: Gadafi es "un aventurero que quiere construir un imperio" y cuenta, para ello, con la ayuda, el impulso y la doctrina de la URSS. Un desgraciado país como Chad puede servirle. Tiene fronteras con seis países africanos y no parece tener más consistencia propia que la desesperación de siglos de guerras de los demás: incursiones nómadas, sultanatos, potencias europeas, imperialismos diversos... En 1960 obtuvo su independencia por parte de Francia, que continuó ofreciéndole unas garantías de protección: había ya una guerra civil, y esta misma guerra civil arde ahora con sus antiguos protagonistas, Uedei y Habré, que se alternan en los papeles de jefe de Gobierno y de jefe de la sublevación.En virtud de los viejos tratados, Francia ha enviado ahora tropas y material. Según las últimas noticias, los paracaidistas franceses, suficientemente armados, corrían hacia el este del país, donde las fuerzas gubernamentales estaban a punto de ser derrotadas en el camino francamente abierto por los rebeldes hacia la capital. Sin embargo, París insiste en que sus soldados no van a combatir y que las armas que llevan son para su defensa personal. Mitterrand explica que "no pueden, en ningún caso, participar directamente en operaciones de guerra". Que medio millar de paracaidistas de fuerzas especiales, fuertemente armados, no hayan sido enviados más que para tener ocasión de defenderse parece una extravagancia a partir de la cual tiene lógica propia el que acudan precisamente a los lugares donde la lucha es más dura.

En realidad, soldados y armas han sido enviados por atender a Reagan, con un cierto disgusto de Mitterrand, que no quiere tener malas relaciones con Libia por el tema del petróleo y que no querría enfrentarse a una opinión pública que le reprochase una matanza de franceses en una guerra que no les importa nada en un país al que dieron la independencia hace un cuarto de siglo. Pero Reagan trata, por las mismas razones, de no envolver a su propio país: se limita a reconocer el envío de tres sargentos para instruir a los gubernamentales chadianos en el uso de los misiles que les envía, y los aviones-radar con los que oteará el cielo africano en convulsión. Teóricamente, los franceses estarían allí para interpretar las señales de los aviones-radar de Estados Unidos: los chadianos son demasiado ignorantes para entender su propia guerra. Esos aviones parten de las bases americanas en Egipto, especialmente nutridas en estos días, y desde -donde ha comenzado algo que ya va siendo habitual en la estrategia de Estados Unidos: unas maniobras conjuntas egipcio-americanas en las fronteras de Chad, y en las de Libia. Pero el Gobierno egipcio dice que a él la cuestión de Chad no le interesa nada, que no tiene la menor intención de intervenir y que, desde luego, reprocha a Libia su propia intervención en un asunto interno.

Pero Gadafi, a su vez, jura que no interviene. Lo repitió en la conferencia de prensa del viernes en Trípoli: ni sus soldados ni sus bombarderos han tenido nada que ver en el avance y asalto de la ciudad de Faya-Largeau. Lo que pretende Gadafi es negociar. Ha propuesto a Francia un cierto acuerdo para que el presidente Habré abandone el poder y se recupere una cierta independencia de Chad, pero Francia arguye que ella, aparte de su material de guerra y sus paracaidistas enviados para defenderse a sí mismos, no tiene nada que ver con el tema y por tanto nada tiene que negociar. Ha propuesto una reunión de urgencia de la OUA. Pero, mientras, asegura que no tiene nada que ver con esa guerra, más que su inquietudd de país fronterizo... De esta forma se ha llegado a una internacionalización grave de un conflicto en una zona muy peligrosa (no ya por lo que atañe a África, sino por su relación en el conflicto palestino), mientras quienes intervienen en ella, como Libia, Estados Unidos, Francia y algunos otros países, aseguran que no intervienen. Sobre los chadianos caen toda clase de explosivos fabricados en los más lejanos países, disparados por unos cuantos extranjeros que se entienden o combaten entre sí, mientras todos aseguran que el conflicto es una cuestión interna de Chad.

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La situación militar es, en estos momentos, muy comprometida para las que se consideran fuerzas gubernamentales, las del presidente Habré. Pero la posibilidad de una instalación del ahora rebelde Uedei en la capital supondría una expansión libia, y no parece que Estados Unidos y el grupo de países africanos y asiáticos prooccidentales estén dispuestos a permitirlo. Sea cual fuere el final de esta batalla, no será el final de la guerra.

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