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Toros de pueblo

Plaza de toros de San Lorenzo del Escorial, 10 de agosto. Tres cuartos de entrada.Tres toros de Ama Romero, sin edad, trapío, fuerzas ni casta, manejables. Dos de Sayalero y Bandres -segundo bis, sin trapío ni problemas- y cuarto, aceptable de presentación pero flojo de remos. Uno de Peñalara, anovillado y toreable.

Julio Robles. Pinchazo, bajonazo (ovación y saludos). Pinchazo hondo, tres descabellos (oreja). Tomás Campuzano. Pinchazo, estocada delantera (oreja protestada). Bajonazo (aplausos). Pedro Castillo. Pinchazo, estocada trasera (oreja). Media delantera (dos orejas).

El día del Patrón hay toros en El Escorial y el pueblo llena la placita de piedra para divertirse. Se sueltan seis reses -toracos o toretes, da igual- para tres diestros -figuras o segundones, lo mismo da. Lo principal es divertirse: con la simpática y desafinadísima banda de música, con la revoltosa peña que pega sus tambores a destiempo, con el diminuito alguacillo, un niño de seis o siete años vestido de traje corto que entrega las orejas que se conceden con el menor flamear de un moquero. Cuando los toreros recogen el apéndice no le abrazan al chaval sino que le dan un besito. La banda toca ¡Que viva España! y lejos, en el horizonte, lugareños y veraneantes pueden adivinar los rascacielos de Madrid, cincuenta kilómetros y medio siglo distante.

Pero que nadie vaya a las fiestas de San Lorenzo en busca del toreo, porque allí no se asoma. Como ayer, por ejemplo. Tenía que torear Luis Francisco Esplá, pero sin previo aviso hizo el el paseíllo en su lugar Tomás Campuzano. Se anunciaron toros de Ana Romero y se corrieron novilletes, algunos descarados, de por lo menos dos ganaderías más. Éstos se cayeron bastante a lo largo de la tarde, mientras la suerte de varas se limitó a un picotazo o dos. Los diestros pegaron pases vulgares y mataron con bajonazos pero cosecharon orejas como si de¡ arte de Cúchares se tratara. Por si fuera poco, unos precios desorbitados.

De los tres diestros, el mejor fue Julio Robles. Con el primer manejable novillo construyó una faena aseadita y fácil a la que faltó emoción porque faltaron enemigo y entrega. Parecía que toreaba en un tentadero. Mató de un pinchazo y bajonazo.

Su segundo era un colorao de Sayalero y Bandrés con más trapío e impresionó a los más impresionables al romper una parte de la frágil barrera, aunque luego se cayera varias veces a lo largo de la lidia. Robles le administró varias series de suaves pases, sobre todo con la mano derecha, y algún cambio de mano vistoso, aunque tuviera que rectificar su colocación varias veces. Sin embargo, era lo más torero que vimos en toda la tarde.

Tomás Campuzano pidió el cambió de tercio tras un picotazo al novillo brocho y gacho de Sayalero y Bandrés. Luego brindó al público y sacó una faena con algún lance bueno pero sin mucho relieve ni calidad. Su segundo enemigo era bajito y Tomás es más bien alto, as¡ que formaron una extraña pareja. El torito tenía un poquito más genio y bravura de lo que Tomás había pensado, y de nuevo no se acopló con la embestida.

El joven Pedro Castillo gustó mas al público festivo. Puso vistosos pares de banderillas a sus dos toros, aunque con tanta rapidez que sería necesario ver el video para averiguar si se acercó a los pitones. En la faena el torito aprendió pronto y Pedro pudo robarle pocos pases.

Recibió a su último, un toro algo más grande, con dos largas cambiadas de rodillas y verónicas valentonas. Este bicho no solo rompió parte de la barrera sino que casi derriba dos metros de valla, y llegó a la muleta con poca embestida. No importa: Pedro le pegamás pases, cosecha más aplausos, y le entregan otras dos orejitas. Antes de ser sacado a hombros, otro besito para el alguacilillo.

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