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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La irresistible ascensión del dólar

EL DÓLAR parece dispuesto a estropear las vacaciones a los responsables de las políticas cambiarias y a todos aquellos cuyas actividades dependen de los altibajos de la cotización de las monedas. La nueva escalada del dólar se produce, precisamente, cuando muchos especialistas esperaban ya un lento declinar en su valor.La demanda de dólares se alimenta de las necesidades de los países en vías de desarrollo fuertemente endeudados, de los productores de petróleo que buscan dólares para cubrir sus nuevos déficit y, sobre todo, de las alzas efectivas y ya esperadas de los tipos de interés en los Estados Unidos. Los ahorradores prefieren colocar sus fondos en obligaciones y otros activos de renta fija estadounidenses que les ofrecen un excelente interés real por su dinero; es decir, un alto interés nominal combinado con una baja tasa de inflación. Además, los temores levantados por el socialismo de Mitterrand y la ostpolítik alemana parecen revivir una especie de sensación de comienzos de la guerra fría que congela la confianza de los ahorradores europeos y parece empujarles a la compra de acciones en la Bolsa de Nueva York.

Los efectos del alza del dólar obligan a los países europeos a mantener elevados tipos de interés para evitar una devaluación mayor de sus monedas, que tendría inmediata repercusión negativa en su política antiinflacionista. Estos altos tipos entorpecen la recuperación y alargan los efectos de la recesión sobre el nivel de empleo. Es cierto que un dólar fuerte aumenta las posibilidades de los exportadores europeos hacia el mercado norteamericano, pero quizá esta ventaja se la arrebatan con demasiada frecuencia los silenciosos y agresivos japoneses. Además, Europa se encuentra todavía anclada en los esquemas de bienestar de los setenta y no anda dispuesta a aprovechar las ventajas comparativas de un tipo de cambio favorable y despertar, de este modo, a la dura batalla de la competencia.

Las quejas contra el egoísmo de Washington y sus altos tipos de interés, acaparan las declaraciones de muchos políticos europeos. La consecuencia inmediata ha sido la intervención en los mercados de cambio. Los alemanes vendían dólares para aumentar su oferta y los americanos compraban marcos contra su propia moneda. Pero la intervención ha conseguido muy poco y el dólar ha seguido pujando al alza. La razón quizá se debe a una arraigada convicción de que las actuales autoridades monetarias estadounidenses no van a imprimir la suficiente cantidad de dólares como para repetir la experiencia de la financiación de la guerra del Vietnam; es decir, cuando también tuvieron un amplio déficit presupuestario. La política monetaria americana aunque no ha seguido el rabioso doctrinarismo de respetar por encima de todo los objetivos de un crecimiento preestablecido de la cantidad de dinero, tampoco ha inundado, a pesar de su fuerte déficit presupuestario, los mercados internacionales con dólares recién impresos. La cotización del oro, por ejemplo, se ha mantenido dentro de una banda de 400-450 dólares, lo que es una prueba de que la creación de dólares ha evolucionado dentro de una disciplina eficaz.

En cualquier caso, las quejas europeas, compartidas por el presidente del Banco de la Reserva Federal de los propios Estados Unidos, de que el déficit presupuestario norteamericano es el factor decisivo en el alto nivel de los tipos de interés, son muy ciertas y no pueden ser negligentemente olvidadas. La corrección del déficit americano a través de la elevación de algunos impuestos y la contención de algunos gastos, no frenaría la recuperación de la economía americana, como afirman en los Estados Unidos quienes se niegan a escuchar las quejas europeas y, por supuesto, aliviarían las tensiones en los mercados de cambio. Lo que también ocurre es que Reagan se ha comprometido a no subir los impuestos, las Cámaras no transigen en rebajar determinados gastos y la elección presidencial está cada vez más cerca.

Por fortuna en nuestras latitudes, el alza del dólar ha coincidido con una época favorable de nuestros ingresos y pagos en divisas. Agosto es un momento estacional con una gran demanda de pesetas y las autoridades del Banco de España no se han visto, en consecuencia, precisadas a utilizar las reservas para contener la cotización de nuestra moneda. De hecho, la peseta se ha apreciado frente a las monedas de la Comunidad Económica Europea, en medida modesta, naturalmente, porque de otro modo nuestra capacidad competitiva podría verse perjudicada. Sin embargo, esta mini-coyuntura favorable no debe hacernos olvidar la debilidad congénita de nuestro sector exterior y los peligros de mantenernos en esta situación en períodos de gran incertidumbre en las cotizaciones de las monedas. La crisis internacional todavía no ha terminado de enviar sus tormentas.

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