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Algo más que banderas

(O las cosas por su nombre)

Hace ya cinco años, cuando se quemaban banderas españolas en algunas localidades navarras, escribí, recordando un episodio similar en la Alemania de Hitler, que "se comienza quemando banderas, se acaba quemando hombres". Así ha sido. No hay mes y, a veces, semana, en que el parabellum terrorista no achicharre vidas humanas.Ni antes ni ahora es esto una guerra de banderas. Es la guerrilla, que dura muchos años, entre los que defienden la independencia de Euskadi y los que defienden la unidad de España. Asisten a la tragedia, unos entusiasmados, otros aterrorizados, y los terceros, reticentes o complacidos.

Héroes hasta la muerte de Franco

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La autocrítica es, por lo visto, entre nosotros un espantoso mal. Muchos de los que siguen hoy con horror e indignación los acontecimientos en Euskadi aplaudían con las manos o con el corazón las hazañas de quienes entonces luchaban contra el fascismo, es un decir, y se cubrían con la aureola de héroes del movimiento nacional y social del pueblo vasco. Quienes no nos alegrábamos de aquellas brutalidades, ni siquiera del asesinato de Carrero Blanco, pasábamos por amarillos, por tiernos, por humanistas. ¿A dónde podía irse con nosotros? Nadie se atreve a decir ahora el daño inmenso que hizo toda esa papanatería, toda esa cobardía y ceguedad política. Han tenido que ver centenares de personas chorreando sangre para que se atrevan por fin -qué valientes- a llamar ahora a sus héroes de antaño criminales, asesinos y, qué digo, hasia fascistas. Con esa palabrería barata y cobarduela, que no se atreve a decir las cosas por su nombre. Como si todo el mal se llamara fascismo, como si no hubiera otras palabras más certeras que pronunciar.

Pero como en el país de los ciegos el tuerto es rey, tendremos que resignarnos a seguir ayudando a abrir los ojos. Para unos el límite fue la muerte de Franco, para otros la Constitución, para muchos el estatuto; hay quienes esperan la derogación de la LOAPA, la posibilidad de la autodeterminación, la anexión de

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Algo más que banderas

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Navarra, qué sé yo... Tanta simpleza tenía que costarnos bien cara.

La ignorancia de la historia -que para muchos es historias- y la mala memoria en un país donde apenas se lee y sólo se recuerdan los agravios personales, hace que repitamos con tanta frecuencia los mismos disparates. Mejor es no olvidar, por ejemplo, la frase de aquel nacionalista vasco a fines de 1978: "Nosotros no estamos de acuerdo con los muchachos de ETA, pero nos aprovechamos de ellos". Algo hemos ganado, ya he dicho. Ya no se oye tanto como antes, con ocasión de cualquier matanza: "Déjalo, que hay muchos de esos", "Uno menos", "Por algo será" y similares despropósitos. Pero la cuestión de fondo permanece. Ahí están, recientitas, declaraciones de quienes se tienen por personajes, como éstas: "Si quieren terminar con ETA, vayan retirando la LOAPA", "No podemos acabar con ellos para que luego terminen con nosotros", "Nosotros podemos ir a un acuerdo con ETA, basado en las proposiciones políticas que nos son comunes", y centenares de cosas parecidas que no oyen "en Madrid".

¿Sirve, en realidad, ETA y sus colaboradores a la causa de la independencia de Euskadi? ¿Está el nacionalismo vasco, de cualquier graduación y colorido, sirviéndose de tan, terrible instrumento? (Por si algún ingenuo no lo sabe, las últimas estadísticas serias dan una abultada mayoría de independentistas en Vizcaya y Guipúzcoa.) Porque toda la cuestión vasca hoy, caso de Rentería incluido, da vueltas en torno al mismo eje. Y Bandrés, cuando habla de trapos, o no sabe lo que dice -y me sorprende en él tanta ignorancia semiológica y sociológica-, o quiere escurrir el bulto, de forma bien grosera, reduciendo todo el inmenso mundo del simbolismo a sus materiales de construcción.

¿Qué futuro?

Reconozco que los errores cometidos con los vascos y con lo vasco desde hace muchos decenios han sido innumerables. Los navarros sabemos también algo de esto, pero nuestra sabiduría histórica nos ha hecho prudentes y realistas. La falta de sensibilidad y de conocimiento de la realidad vasca es aún hoy día enorme. Como aqui parece que todos valen para todo, apenas si alguien se da cuenta de lo que todo eso significa.

Pienso que por parte no vasca la solución múltiple puede estirarse hasta la constitución de la España federal, que ahora no es posible, porque primero tiene que cuajar la España autonómica y dar los primeros resultados positivos.

Por parte vasca, los partidos nacionalistas tienen que jugar con valentía la carta del acomodo de Euskadi, con todos los derechos y deberes, en la comunidad española, en esta nación de naciones que es España, como lo es Yugoslavia, Suiza, Italia o Estados Unidos de América. Sin dobles juegos de pícaros, sin bizqueos, sin reserías que no sean las elementales, y sin amenazas. Cuando el Gobierno vasco habla en su última nota de la aceptación "emotiva y popular" de las banderas, habrá que preguntarle qué está haciendo porque entre su pueblo se dé tal aceptación de la bandera española, que es la bandera constitucional de toda España, cuando ni siquiera osa pronunciar esa, al parecer, terrible y ominosa palabra España. ¿Qué dirían de nosotros si, por no pronunciar la palabra Euskadi, anduviéramos diciendo a cada paso comunidad autónoma? ¿Y si votáramos la desaparición de banderas en todos los balcones de los ayuntamientos vascos para que no ondease la ikurriña? Por cierto, ¿cuándo ondeará la bandera constitucional española en Ajurianea y la foral navarra en la Delegación del Gobíerno en Pamplona?

Vascos y españoles

O aquí hacemos un esfuerzo histórico, por encima de próximas elecciones, de partidos hegemónicos o no, de puestos de gobierno y de personajes verdes o rojos, o la cosa no tiene remedio. Lo pagaremos todos, y cuanto más débiles, más. La lógica de la fuerza no es más que una y siempre la misma.

Me da pena oír hablar tanto de "marco constitucional", "legislación vigente" y otras garambainas jurídicas. A muchos ya les parece mucho. A mí no. Con sólo eso no se hace un futuro de convivencia y de comunicación, y menos si las frasecitas vienen adornadas de futuros condicionales o de presentes condicionados. Para colmo, un alto cargo sindical de Bilbao, interrogado en una encuesta, afirma que él no se siente ni vasco ni español. ¿Pues qué hace usted ahí?

No es menester ni fundar ni desear seriamente la Liga de Vascos Españolista, que deseó y, pergeñó en sus últimos meses de vida Sabino Arana Goiri, fundador del PNV. Basta y sobra conque los ciudadanos de Euskadi no se avergüencen de llamarse vascos y españoles o vascos-españoles.

¿Tanta vergüenza da, tan malo y triste es, a estas alturas democráticas, autonómicas y europeas, ser y querer ser vasco y español, y atreverse a decirlo, sin alardes y sin miedo?

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