'Campanillas'
Es cierto que la libertad termina donde empieza la de su prójimo, pero ir a pedir 700.000 pesetas por perjuicios ya es pasarse de la cuenta. Para los que llegaron a leer el artículo de las páginas 26 y 27 de EL PAIS del domingo 31 de julio, dedicado al pueblo de Galisteo, les recordaré que las campanillas pertenecen a las costumbres, a la cultura de una región de España que es Cáceres. Que alguien se moleste porque hacen saber públicamente una verdad que todos conocen (en su pueblo) es ir en contra de la libertad de expresión. En su pueblo -digo bien, un pueblo y no una ciudad-, donde, año tras año las noticias se han transmitido a través del pregonero y de los campanilleros, hoy día estos dos métodos deberían obtener el estatuto que posee la Prensa.
Habiendo logrado una cierta independencia con la religión y su moral, nadie tiene que avergonzarse de mantener relaciones extraconyugales; al contrario, es signo de libertad y de sociedad civilizada, donde existe el respeto de su pareja sin necesidad de fumar ningún contrato de matrimonio.
Además, y para terminar, me encantaría decirlos que sería una pena matar una poesía espontánea, cantada sin estructura rítmica tu versificación precisa e impuesta. Mi voto, por una cultura popular indestructible. /