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Búlgaros

Rosa Montero

Acaba de decirlo con su boquita de enhebrar declaraciones oficiales, con su mejor sonrisa de político, con su donosura de aborigen destrozahembras: "No se conoce un solo caso de un búlgaro que haya tirado contra alguien sin dar en el blanco, o que haya hecho el amor a una mujer sin dejarla satisfecha".Tales fueron las palabras de Zivkov, el presidente de Bulgaria, cuando le preguntaron sobre el supuesto compló para matar al Papa. Qué hombre tan bragado este Todor Zivkov, capaz de dar la cara por todos y cada uno de sus búlgaros. Búlgaros que, por lo que se ve, son todos hombres, porque a las mujeres nativas no les atribuye ninguna hazaña patria.

Tienen tal enjundia sus palabras, que una puede extraer de ellas provechosas reflexiones, a saber:

a) Que, de primeras, y siendo mujer, el ir de vacaciones a Bulgaria parece cosa sumamente interesante, por mor de profundizar en la cultura del país.

b) Que teniendo en cuenta que son tan duchos en lo carnal como en lo letal, quizá, después de todo, no resulte tan saludable pasearse por esas tierras.

c) Que, por lo que se ve, los búlgaros emparejan curiosamente el asesinato con el orgasmo, deduciéndose de esto no sólo su afición por las armas, sino una cierta tendencia a considerar como arma determinada e innombrable protuberancia de su cuerpo.

d) Que los servicios policiales búlgaros funcionan a toda pastilla y que su eficacia es asombrosa, porque no sólo tienen controlados a todos los matones de la zona para comprobar su infalibilidad, sino que además tienen censados todos los polvos nacionales, con los coeficientes de satisfacción y los porcentajes de gustirrinín que se han logrado en el empeño.

De lo que se concluye que Bulgaria es un país como debe ser, con ciudadanos disciplinados, que no sólo dan razón de sus comportamientos públicos, sino también de los privados, y no como estos Estados de derecho en que vivimos, en los que los pobres gobernantes chocan con un montón de escrúpulos individualistas cada vez que intentan ejercer este control, o sea, siempre. Y es que no hemos aprendido todavía que el Estado que satisface unido, unido queda.

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