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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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Los contenidos políticos de visita del Papa a Polonia

El tono común que tienen las opiniones emitidas por los círculos gubernamentales y los episcopales sobre la visita de Juan Pablo II a Polonia excita mi imaginación. Ese tono común se manifiesta en las críticas sobre la manera en que la visita fue presentada por la Prensa occidental y en los intentos de ésta, más o menos logrados, de dar una interpretación política a los encuentros del Papa con millones de compatriotas. Se tiene la impresión de que el Gobierno de Jaruzelski y la dirección de la Iglesia polaca concertaron un acuerdo secreto encaminado a restar importancia a los contenidos sociales y políticos de la visita y a destacar sus contenidos religiosos y filosóficos. Se trata de un intento de demostrar que las conversaciones sostenidas a puertas cerradas y cuyos contenidos desconoce el pueblo fueron más importantes que el diálogo mantenido en público por el Papa con todo un pueblo consciente. Los intentos de ocultar los contenidos políticos de la visita de Juan Pablo II o de reducirles únicamente a las conversaciones secretas de Belweder y de Wawel están muy lejos de ser testimonio de una postura democrática y abierta ante la participación de los ciudadanos en la vida pública.Hay algo muy desagradable en ese afán de hablar más y de dar más importancia a las conversaciones confidenciales entre el Papa y el primer ministro que a lo que sentimos y vivimos todos nosotros, la gente de la calle, que tantas bellas frases solemos oír sobre nuestra dignidad y nuestros derechos, escritas sin nuestra participación. La propaganda resalta la importancia del encuentro de Juan Pablo II y Jaruzelski en Wawel, acentuando que dio un singular esplendor al general. Esta maniobra no me extraña porque el mando gubernamental trata por todos los medios de elevar su rango y significación. Ese mismo anhelo ya se vio en el encuentro de Belweder, donde al general, a pesar de su forma de ser siempre rígida y estirada, le temblaban las piernas y se le hacía un nudo en la garganta. Motivaron aquel nerviosismo la timidez y la inseguridad provocadas por la gran autoridad moral del huésped o quizá la vergüenza sentida y la debilidad de los argumentos que con tanto patetismo blande el Partido Obrero-Unificado Polaco desde el 13 de diciembre. ¿Pero pudieron motivarlo igualmente la conciencia de la iniquidad cometida y de la propia mezquindad moral, aumentada por la gran dignidad y sabiduría del Papa, de ese bondadoso hombre que, con la cabeza inclinada, escuchaba con suma atención?

Tras el encuentro de Belweder, en la primera cena de Varsovia con un grupo de sacerdotes y de intelectuales católicos, Juan Pablo II se expresó de manera bastante positiva sobre su interlocutor. Dijo que el general Jaruzelski le había causado una impresión mejor de la que esperaba. Esto significa que el Papa valora positivamente. el nivel intelectual y de educación del primer ministro, pero no hizo referencia alguna a las diferencias de opiniones que pudieron ser constatadas.

Encuentro confidencial

El encuentro de Wawel fue aún más confidencial que el primero, y el bando gubernamental trató de presentarlo como una iniciativa del Papa. Sin embargo, el portavoz del Gobierno, Jerzy Urban, mintió al declarar públicamente que Jaruzelski había sido invitado a Cracovia por Juan Pablo II. Presentó como un hecho lo que no había sido. más que un gran deseo del Gobierno. Urban tuvo que rectificar más tarde sus palabras o, por lo menos, disminuir la magnitud de su mentira, al precisar que el encuentro de Wawel se había celebrado por iniciativa de la Iglesia.

En realidad, la iniciativa partió del Gobierno, que estaba muy interesado en conseguir una segunda entrevista del general Jaruzelski con el Papa y, sobre todo, en presentarla como una iniciativa del distinguido huésped. Por eso Miroslaw Wcjciechowski -hoy jefe de la radio y televisión polacas- , que fue director del centro de Prensa durante la visita papal, fue incansable en sus esfuerzos por convencer al obispo Alejzy Orszulik de que un segundo encuentro sería muy oportuno. La misión de monseñor Orszulik era convencer a su vez al primado de Polonia, Jozef Glemp, sobre la necesidad de dicha entrevista, y, como pudimos comprobar, éste cumplió su cometido con gran eficacia. Pero, en realidad, esto es todo cuanto sabemos sobre las conversaciones confidenciales o, mejor dicho, sobre las circunstancias en que se celebraron.

Ahora bien, no fueron los despachos en que se desarrollaron las conversaciones confidenciales y los salones en que tuvieron lugar las cenas del Papa con grupos de intelectuales y de activistas católicos, los sitios donde se puso de manifiesto el contenido político fundamental de la visita del Papa. Ese contenido político, enfocado desde el ángulo más democrático, predominó ante todo en el diálogo del Papa con la juventud, en Czestochowa (la censura gubernamental prohibió la publicación de esa homilía, incluso en el número especial del semanario Lad, del 26 de junio, en el que aparecieron todas las demás homilías). También fueron profundamente políticas las vivencias y experiencias de las masas obreras y campesinas que levantaban el brazo derecho para hacer con los dedos de la mano la V de la victoria y que, juntamente con el Papa, cantaron el himno religioso Dios, tú que hiciste a Polonia, que dice: "... Señor, ten la caridad de devolvernos una Polonia libre".

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Fue asimismo político el sentimiento de fuerza moral y de seguridad que tuvimos al poder decir en voz bien alta y de manera resuelta, protegidos por el Santo Padre, que no nos gusta el sistema basado en el modeloinventado por Lenin y Stalin. Fueron también políticas y muy desagradables para el Gobierno las consignas coreadas por las multitudes reunidas en los encuentros con el Papa: "Estamos contigo", "Polonia está con el Papa" y "Quédate con nosotros".

No hay maniobra propagandística, por refinada que sea, o injerencia de los censores de las dos grandes jerarquías que están por encima de nosotros, en los discursos del Papa, que puedan modificar el hecho de que las multitudes aplaudieron y apoyaron con gritos jubilosos solamente aquellos fragmentos de los discursos papales que tenían meollo político y social.

Desafortunados argumentos

Por esta razón es totalmente absurdo alegar que solamente unos pocos fueron a las concentraciones con pancartas de Solidaridad. Por eso son también desafortunados los argumentos que dan algunos intelectuales progubernamentales de que sólo una minoría manifestó su apoyo a Solidaridad. ¿Piensan acaso esos señores que las multitudes que se reunieron con el Papa sin pancartas y que después de hacer la señal de la V al terminar las misas regresaron tranquilamente a sus casas apoyan al Gobierno? ¿Piensan que esa gente confía en el Gobierno o cree que el actual equipo representa de manera honesta y soberana sus intereses? Incluso la más absoluta ausencia de símbolos de Solidaridad en las concentraciones no habría modificado el hecho de que los muchos millones de polacos que se reunieron con el Papa están muy lejos de servir de base social a la elite del poder. Para la inmensa mayoría de los polacos son absolutamente indiferentes las diferencias que pueda haber entre el general Jaruzelski, el general Miroslaw Milewski (del que se dice que controla las fuerzas represivas) y Stefan Olszowski (del que se dice que es un dogmático bien visto por Moscú).

Todos esos personajes son llamados por el pueblo "ellos", y son esos "ellos" los que nos hacen sufrir y los que están matando día tras día y paso tras paso las esperanzas de libertad y de democracia. Son "ellos" quienes quieren arrebatarnos la fe en nuestras propias fuerzas y en nuestras posibilidades

de abrirnos el camino hacia un sistema parlamentario de autogestión, en el que nadie se atreva a confundir el pluralismo con la anarquía, en el que los socialistas no serán calificados de "agentes del imperialismo" y los cristianodemócratas no serán impunemente tildados de clericales.

Pero ocurre que hasta aquellos que tratan de defender la postura del Gobierno con un razonamiento sensato y respetan los hechos sociales, también cometen abusos intelectuales. El profesor J. Reykowski (Politika del 2 de julio de 1983) trata de convencer a los demagogos y dogmáticos del partido de que el Papa no puso en tela de juicio "los objetivos programáticos del socialismo" y "tampoco atacó la razón de Estado de Polonia" al hablar de la dignidad del trabajador, de la soberanía nacional o de la ayuda para las personas encarceladas y necesitadas. La palabra socialismo ha sido utilizada por el profesor Reykowski como si no hubiese diferencia alguna entre el socialismo democrático y el comunismo soviético.

Este es el primer abuso cometido por Reykowski, un abuso de la propaganda gubernamental. Pero no fue el único. El segundo está relacionado con la palabra Estado. Reykowski escribió que es lamentable que "...sean tantos los que están en conflicto con el Estado". La resistencia y el criticismo frente a la represión desencadenada por Jaruzelski y su equipo son identificados arbitrariamente con un ataque contra el Estado, a pesar de que el Gobierno y el Estado son cosas muy distintas.

La idea de la vigilancia

Precisamente ésta fue la causa de que tuvieran tan enorme repercusión las palabras dirigidas por Juan Pablo II a la juventud en Jasna Gora el 18 de junio de 1983. El Papa desarrolló en tres planos la idea de la vigilancia. En primer lugar expuso que la vigilancia tiene que servir, ante todo, para saber diferenciar el bien del mal y superar el mal en nosotros mismos de acuerdo con la recomendación que el Papa formuló de la siguiente manera: "Tenéis que exigiros a vosotros mismos, aunque otros nada os exijan". La segunda dimensión de la vigilancia es la búsqueda de la verdad, que exige "que veamos a los seres que nos rodean" y "sintamos la solidaridad humana". El tercer sentido de la vigilancia es el sentido de responsabilidad por Polonia. Cuán bella y difícil es la imagen de la Polonia libre que propuso Juan Pablo II a la juvenVid al decir: "... la libertad de Poloniá cuesta mucho..., pero precisamente lo que cuesta es lo que tiene valor... No anhelemos, pues, uña Polonia que no nos cueste nada".

La idea de que la libertad requiere un elevado precio no es novedosa, pero sí es novedoso el hecho de que los jóvenes acogieron con aplausos la idea de que tienen un compromiso con la patria.

Ese hecho hace sentir esperanzas de que los ideales sobre la libertad del pueblo y la soberanía de la nación se verán cristalizados en acciones que darán al fin un nuevo orden social. En ese nuevo orden la oposición no será tratada por el aparato del poder como "gente que está en conflicto con el Estado" o como "traidores del Estado". El Papa nos ha devuelto las esperanzas, pero es de nosotros, y no de sus palabras, de quienes dependerá la materialización de nuestras aspiraciones.

El seudónimo de Jan Morawski esconde a un prestigioso profesor universitario polaco.

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