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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Trade / Thatcher

Ya que no le han dejado sacar la horca, mistress Thatcher quiere descolgar el látigo colonial, cruento y decorativo, de Kipling para fustigar un poco a los sindicatos. Ya que no la horca para irlandeses, el látigo imperial y suntuoso para sindicalistas. Es "La dama de las pieles", de Sade-Masoch, muy puesta para sadomasoquizar a las Trade Unions. Esta mujer reúne en sí a la citada Dama de las pieles, a Juana de Arco, a Julia Sforza, a Lady Macbeth, a Madame Verdurin y a Miriam Urquijo. Es una antología del principio femenino del mundo. Si el rumor de cacerolas, de que hablábamos el otro día, ha ganado la votación contra los linchamientos, La Dama de Hierro de las Pieles cuenta con hombres crudos para recortar el derecho a la huelga de los sindicatos y otros derechos que convirtieron a las históricas Trade Unions en una tercera e inesperada vía del socialismo europeo, después de la guerra mundial. Reina Isabel de clase media, la Thatcher se mueve entre el cogollito / Verdurin de la Internacional Conservadora y la Commonwealth interior de su despotismo ilustrado por Kipling, sí. Ya no hay esclavos en las colonias, ya no hay colonias, pero ella ha mandado que le bajen de la panoplia el látigo de serpiente drapeado de clavos de fakir hindú para azotar un poco a los tradeunionistas, que hacen las veces, en el lomo bien moldeado de muchos años de comer el bistec conservador / laborista, que ninguno de los dos grandes partidos dejó nunca de respetar la orografía del bistec proletario. "Pueblo de tenderos", les dijo Napoleón, pero las cacerolas de los tenderos del Soho pudieron con él.España ha enfocado siempre sus gemelos de teatro a Inglaterra, en lo político y lo atuendario, y hacia Francia en lo cultural. Veamos, entonces, siquiera con los gemelos del revés, para que la cosa no sea como demasiado espantable, lo que la derecha / derecha española, internacional y todo, europea y todo, universal en Downing Street, haría aquí si ganase unas elecciones, siquiera las autonómicas, que son su ofensiva de otoño: ir al Rastro a buscar un garrote vil, que es más casta que los artefactos del juez Lynch, y pedirle el látigo de los leones a Ángel Cristo para ir echando atrás a Camacho / Redondo / Ariza / Sartorius / Justo Fernández, hasta tenerle a cada uno sentado en su banqueta y con una bola en la zarpa, como los leones de las Cortes, pero una bola de preso. Ayer, copa de media tarde en el jardín de Areilza, en Aravaca. Antonio Garrigues: "Paco, vente conmigo a los sainetes de la Vaguada". Landelino Lavilla: "Eres, Umbral, uno de los pocos hombres que, lejos de mi ideología, has comprendido la veracidad de mi esfuerzo: tú has escrito de mí aquello atroz de que fui el gran estafado de UCD". Leopoldo Calvo Sotelo: "Mi mujer y yo estamos devorando El hijo de Greta Garbo. No se encuentra hoy una prosa así. Por ahí andan haciéndote una fea campaña". Joaquín Ruiz-Giménez: "Vengo a saludarte, Umbral, porque contigo es mejor estar a bien". Y el propio Areilza, mi querido conde / condestable: "Estoy de acuerdo en lo que has dicho de la Academia". José María ha reunido en su jardín, que tiene algo de jardín romántico inglés en el secarral madrileño, a los grandes y elegantes perdedores de una derecha liberal, progresista e ilustradamente conservadora. Guido Bruner: "Alemania va a hacer todo lo posible porque España entre en el Mercado Común". Imposible imaginar a esta elite dándole una última vuelta de tuerca (Henry James) al garrote vil, o latigando currantillos de la ugeté.

De modo que sólo nos queda una derecha, la que anda entre Almirante (calle) y Almirón, para compartir el té y la simpatía, la pena de muerte y el látigo laboral con la Cruella de Vil de 10, Downing Street. El modelo que más iba a prestigiarles en Europa es el que más les está desacreditando en España. Extranjerismos, don Manuel, desengáñese.

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