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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El clásico Ray Charles, en un aparcamiento de Andorra

No todo tienen que ser compras en Andorra. La música puede y debe consumirse vivita y coleando, en crudo, sin envasar. Y eso era lo auténticamente singular: un concierto masivo configura de campanillas y atractivo multidireccional.Concierto al aire libre, y en un marco francamente curioso e insólito: un aparcamiento municipal, el de Les Escaldes-Engordany. Y a escenario insólito, entrada rara. Quién sabe si fue capricho o juego, pero el hecho es que Ray Charles llegó hasta el mismo pie del entarimado donde iba a actuar -montado bajo una jaima de dimensio nes medias- a bordo de un flamante mercedes con matrícula andorrana.

Ahí acabaron las sorpresas. El resto transcumo por caminos de clásica normalidad. Una banda con 17 músicos, la colaboración de las Raelettes mediado el recital y unas evoluciones globales al estilo del espectáculo norteamericano, para entretener, servían de envoltorio a los desgarros vocales de Ray y a su incesante balanceo sobre la banqueta, sus pies bailo teando por el aire la mayor parte del tiempo, su rostro distendido por la amplia sonrisa o suavemente tenso por la mueca del recuerdo amoroso infeliz.

Ray Charles

Ray Charles Orchestra and the Raelettes. Les Escaldes (Andorra), 16 de julio.

Camisa y pañueld de bolsillo rojos; traje y gran laza: de azul virando al negro; cegadores zapatos de charol. Georgia on my mind, Yesterday, I can't stop loving you, Baby please dónt go, Songs, Women and wine y What I'd say fueron el repertorio nuclear.

No sucedía nada extemporáneo, inesperado, especial, con excesiva alma, pero un hombre como Ray Charles cuando está normal suele ser superior a la mayoría de sus colegas con el día en vena. Un par de temas de anecdotario que invalidan, ni que sea parcialmente, tanta normalidad en el trabajo escénico de Ray. En más de una ocasión el bueno de Charlés hizo referencia a su gozo de volver a estar en Barcelona ¿Entenderá el catalán el hermano Ray? En los compases iniciales de Songs, women and wine señalaba que no era supersticioso. Sin embargo, se hizo llevar hasta el borde del escenario en un coche con matrícula capicúa: 23.932. Ray siempre tan juguetón.

Sus propios técnicos de sonido y la obsesión de su discográfica por las eventuales piraterías estropearon la sonorización. Grave agravio al paraíso de la hi-fi, que no tiene culpa de ese desastre.

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