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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Asalto a la diplomacia

En sus goletas y veleros bergantines -"Cuánta erudición tendría yo si fuese erudito", decía Espronceda-, en el ondear de sus grímpolas y gallardetes sepia, en sus mafias/logias conservatistas, en sus juegos florales con banqueros (el franquismo, que era una derecha más espartana, nunca mezcló a Villalonga con Rafael Duyós), en sus movidas democráticas oportunizantes (y Ricardo Cid, que es tan trasto, recordando la famosa portada pinochetista con pie epilírico: es que no ganamos para disgustos con este chico, ay estos hijos), en sus conferencias episcobispales (los peores obispos, como en todo, son los que no han hecho votos, salvo el de castidad, ni gastan mitra), en el laconismo marcial de su estilo, que últimamente se ha desmadrado (o le asustan a un cabildeño insular por detrás o le lanzan insultos esquineros a Gutiérrez Mellado), en sus automóviles no convencionales, en sus climas y refrigeraciones Cartier/estéreo, en sus escritores y gacetilleros del corazón patriótico, las derechas nacionales vienen fraguando un asalto a la diplomacia que pegó el primer grito subversivo, desde la otra punta de la calle, avisando de que los nuevos embajadores españoles por el mundo eran previamente aleccionados en Ferraz/PSOE. Luego ha empezado el roneo por el palacio de Santa Cruz, de la gran escalinata a la parada de coches de línea que hay enfrente (un pequeño mundo que a Galdós le parecía el mundo), que los socialistas, o sea, se quieren cargar la carrera.

Es, claro, toda una teoría de pequeñas subversiones que hemos ido detectando desde la estación de seguimiento de esta columnilla que, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad: asalto a la democracia so capa de crítica monótona al socialismo; asalto a las Autonomías para las próximas elecciones al respecto; asalto a la dialéctica capital/trabajo, o patronal/sindicato (que es mero capitalismo europeo y les parece sovietismo), mediante el auge fingido de un corporativismo de elite que se puede desinflar como el globo vecinaL del otro día en Chamberí. Es la guerra de guerrillas, tipo trabucaire, una cosa que está entre el tervilor brillantoso de los veranos franquistas y el cura Santa Cruz de la carlista.

Ahora -¿finalmente?-, el asalto a la diplomacia. Que están desarbolando la carrera para meter horteras del PSOE (en España, o uno es conde o uno es un hortera, aunque siempre queda la tercera vía de ser un conde hortera). La Historia, empero, ha conocido muchos emba adores extraordinajrios. La República mandó a Pérez de Ayala a Londres, y Nicaragua mandó a Rubén Darío a Europa. Cuba tuvo a Carpentier en París hasta su muerte, y Chile (no el Chile apilírico que dice Ricardo Cid), a Neruda. Claro que los nuevos embajadores deL Gobierno, off/carrera o profesionales "aleccionados", no son Pérez de Ayala ni Rubén, pero tampoco son aquel señor -de la carrera, por supues to- que le dio una ostraspedrín a Fidel Castro, ante la televisión cuando Franco mejor se llevaba con Fidel, hasta el punto de que Franco hizo soluble al personaje entre las mil Embajadas de Europa.

El invierno pasado, en Scala Meliá, Alberto Oliart, núnistro entonces del Ejército, se acercó al ge neral Díez-Alegría: "Qué ganas tenía de saludarle, mi general". "Pues no lo parece, porque hace un mes que le he pedido audiencia y sigo esperando".

Oliart se trabó en su propio torpor. Es un caso de paupérrimo instinto diplomático, al margen de la profesionalidad, tan vivificada siempre por lo personal. La gran diplomacia, hoy, es una diplomacia/jet que hacen directamente los jefes de Estado. Pero sabemos que no se trata tanto de un asalto lateral a la diplomacia como de un asalto general, gremio por gremio, a la democracia. El Cartier/estéreo, a tope.

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