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La tentación del poder popular

Modernamente se ha producido una inmensa y rica bibliografía en torno al fenómeno del poder desde todos los ángulos posibles: filosófico, político, histórico, sociológico, psicológico y religioso. Pero casi siempre se trata del que yo llamaría poder vertical o poder de dominio.

Hoy, sin embargo, habría que descubrir el fenómeno del poder popular; o sea, del poder que los oprimidos ofrecen como alternativa de esotro poder vertical. Sería un poder de servicio.

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Últimamente he tratado del tema en mi último libro (El poder popular, tentación de Jesús), y creo que su dimensión religiosa tiene una enorme importancia que en manera alguna puede ser desdeñada.

Recientemente, los periodistas le preguntaban al papa Juan Pablo II si no habría obrado de manera distinta en su último viaje a Polonia en comparación con los viajes realizados hace poco a Centroamérica. ¿Por qué no les dijo a los nicaragüenses las mismas palabras que alentaron a las masas polacas? Yo creo que el Papa tiene miedo a que la Iglesia pueda caer en la tentación del poder popular, así como antaño cayó en las redes seductoras del poder vertical. Y en principio lleva mucha razón. Pero habría que afinar la puntería.

En los evangelios vemos que Jesús no sintió el vértigo de la tentación del poder vertical: él era un profeta tremendamente crítico frente a los estamentos más significativos de este poder. Pero cuando las masas abandonadas y esperanzadas se dirigen a él y le ruegan insistentemente que se convierta en su líder revolucionario, Jesús se siente perplejo y experimenta el vértigo de la atracción. Por eso se nos dice que se retiraba al desierto a ayunar y a rezar. Y ésa fue probablemente su última tentación en el huerto de Getsemaní: ¿por qué tendría él que entregarse a sus enemigos, siendo así que el pueblo le seguiría en una insurrección masiva? Así lo entendieron los discípulos, que se proveyeron convenientemente de espadas, llegando a usarlas eficazmente hasta dar un tajo a la oreja de un funcionario de la curia sanedrita. Pero Jesús rezó, sudó sangre y se dispuso a vencer definitivamente la tentación del poder popular.

Nueva izquierda y nuevo cristianismo

Hoy nos encontramos en una situación parecida. La nueva izquierda ha dejado de ser anticlerical al viejo estilo y mira complacida la inclusión en sus filas de los más destacados miembros de la progresía cristiana.

No podemos negar que el boom de publicaciones religiosas que se produjo en España en los años sesenta y primeros de los setenta se debe, en gran parte, no a un anhelo de conversión religiosa de los lectores, sino a la enorme utilidad política que implicaba aquel fenómeno, según el cual se desacralizaba y se deslegitimaba la ideología que había servido de firme sostén y apoyo al régimen franquista. Nuestras homilías multadas eran ávidamente leídas por todo el mundo, no por lo que tenían de documentos religiosos, sino por lo que suponían de desenmascaramiento del fenecido régimen.

Esto explica que, al sobrevenir

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