Un solo triunfador: el 'partido de la protesta'
"Es verdad, yo he perdido las elecciones, pero lo que no sé es quién las ha ganado", dijo ayer Ciriaco de Mita, el secretario general de la Democracia Cristiana, el partido de mayoría relativa en Italia, que esta vez casi se ve superado por el partido comunista.
La fiebre por analizar los resultados de las últimas elecciones -que han dado numerosas sorpresas- es muy alta en las reuniones que se llevan a cabo en todas las sedes políticas del país.La verdad es que existe, aunque no se confiese, la sensación de que no ha habido ningún vencedor. O mejor dicho, que sólo ha habido un triunfador: el partido de la protesta, lo que no puede dejar de preocupar a todas las fuerzas democráticas.
Los observadores políticos empiezan ya a desmenuzar los resultados del voto en esta línea. El hecho de que, por primera vez en 38 años, un 6% del electorado más estático del país, como es el democristiano, haya abandonado a su partido se explica, a juicio de los analistas, sólo como una pataleta de protesta, reacción que sirve para explicar también los votos regalados a Giorgio Almirante, el líder neofascista que no había ganado un voto desde hace más de 10 años. Fruto de la protesta han sido considerados, asimismo, los siete diputados que por primera vez ha obtenido Democracia Proletaria, el partido de la nueva izquierda. Esta protesta iría contra un cierto inmovilismo de los comunistas, que últimamente no han conseguido atraer al electorado más joven e inquieto de la izquierda.
También han sido una protesta los pocos sufragios dados al activo líder socialista, Bettino Craxi que estaba en condiciones de conseguir un espectacular aumento de votos y escaños.
Pero lo que ha constituido un nítido voto de protesta ha sido el aumento de abstenciones en un país en el que votan hasta los muertos y donde el no votar se considera un pecado, tal y como se habían en cargado de recordar los obispos. Otra faceta de la protesta en esta misma línea ha sido el incremento de los votos nulos. Este tipo de papeletas se ha duplicado, a petición de los radicales, quienes, además, han sido premiados con numerosos votos que no se habían ni molestado en solicitar. Protesta ha sido, también, la elección de Toni Negri, que del banquillo de los acusados por terrorismo pasará a ocupar un escaño radical en Montecitorio.
Quizá la prueba más clara de que el elemento de mayor novedad de estas elecciones ha sido la protesta, y no un verdadero cambio de política, es el hecho de que ahora será aún más difícil formar un Gobierno estable, porque quienes podrían constituir esta vez un Gabiente de alternativa a la Democracia Cristiana, con los comunistas, no quieren hacerlo, y porque el único Ejecutivo posible, que, como ha dicho ya Ciriaco de Mita, es el pentapartido, ha salido debilitado de las urnas. De ahí que ya se esté hablando de nuevas elecciones. Un comentarista político de la talla de Giorgio Bocca llegó ayer a insinuar que se celebrarían en otoño. Los menos pesimistas afirman que la relación de fuerzas alumbrada por las urnas no podrá aguantar más de un año.
Dadas las circunstancias, lo más probable es que acabe dándose en Italia un cambio en el, sistema electoral. Como indicaban ayer varios observadores, Italia es, hoy por hoy, un caso atípico en Europa por lo que se refiere a las repercusiones de los comicios. En Italia, a un partido que pierde el 6% de su electorado, aun conservando la primacía sobre los demás, se le considera, y él mismo se siente, hundido, mientras en cualquier otro país del continente nadie habría hablado de desplome.
Lo que ya empieza a verse claro que, si no se llevan a cabo urgentes reformas constitucionales, se podría llegar a la parálisis del Gobierno con grave peligro para la economía y para la propia democracia.
Existe el riesgo de que una reacción emotiva de protesta se desarrolle hacia la derecha. De hecho, en estas elecciones, a pesar del terremoto democristiano, no han salido reforzadas las fuerzas más progresistas. Hay quien afirma que desplazar a la Democracia Cristiana, que lleva tantos lustros en el poder, podría ser un gran bien sólo si esos votos democristianos sirvieran para crear una alternativa más progresista. Pero lo cierto es que, por ejemplo, en estas elecciones en las que tantos votos ha perdido la Democracia Cristiana, el partido comunista no ha ganado, sino que ha perdido escaños, tanto en el Senado como en la Cámara Baja, y que ha crecido más la extrema derecha que los socialistas, sin que el centro-izquierda se haya reforzado.
Las elecciones han ofrecido a las fuerzas políticas tradicionales italianas un mensaje, pero, por ahora, es sólo un mensaje cifrado, que no está claro para nadie.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.