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La solución condicionada del problema británico puede desbloquear la reunión del Consejo Europeo de Stuttgart

Andrés Ortega

Dominando la política del limpiaparabrisas -ahora va bien, ahora va mal-, volvió a reinar ayer cierto optimismo en el Consejo Europeo de StutIgart cuando, tras un duro forcejeo, se logró una solución condicionada y provisional al problema de la contribución britániea en 1983 al presupuesto de la CEE. Tal solución depende de que se despeje el camino para el aumento de los recursos propios que financian dicho presupuesto. De ello depende el ingreso español. A última hora de ayer, Francia había conseguido eliminar del comunicado final la fecha de junio de 1984 para el fín de las negociaciones para la adhesión de España. Y lo poco que quedaba lo hizo saltar Londres.

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El quinto proyecto de comunicado final presentado en venticuatro horas por la presidencia alemana de la CEE había -sin carácter definitivo- eliminado la referencia a dicha fecha, prefiriendo señalar la "necesidad de concluir las negociaciones a tiempo para someter los tratados de adhesión a ratificación, a más tardar, en el momento en que se sometan a rat, icación los resultados de la negociación sobre el financiamiento futuro de la Comunidad". La sexta versión decía: " ya sólo que las negociaciones se harán en la perspectiva de acabar lo antes posible y serán llevadas de tal modo que su conclusión no sea posterior al acuerdo sobre la financiación". Londres se oponía a aceptar a estas alturas la ratificación de un principio que aún no había acordado.Parece haber imperado, pues, el concepto de paralelismo.Paralelismo con la OTAN

El presidente francés, François Mitterrand, fue explícito al señalar que "no sería conveniente fijar una fecha que nos arriesgamos a no poder respetar". Mitterrand se refirió a la necesidad de resolver antes el problema de las frutas y hortalizas, para añadir que "nada sería peor que tener que retrasar la fecha". Junio de 1984 será el último de los seis meses de presidencia francesa de la CEE, y París quiere evitar dejar mal sabor de boca. Un portavoz francés manifestó, sin embargo, no saber la razón por la cual había desaparecido la fecha del proyecto del comunicado.

La versión que quedaría no sería sino una copia de la posición española en la OTAN, reservándose la CEE su postura respecto a la fecha, en la medida en que comparte los objetivos españoles. La CEE lucha, sin embargo, contra viento y marea para imponer la fecha. "Nunca se sabe lo que ocurrirá en los últimos cinco minutos", comentó un diplomático. También las cumbres tienen su místico misterio. La concretización que busca España podría venir, como se ha señalado en días anteriores, por vía oral durante la conferencia de prensa de Helmut Kohl.

Fecha o no fecha, tanto para España como para la CEE, lo importante es que se solucione el acuciante problema de las finanzas de la Comunidad. Incluso si esta solución se acelera, España se beneficiaría en un más rápido proceso de integración de su adhesión por los parlamentos nacionales, estimaban algunos observadores. Y en eso estaban anoche los jefes de Estado y de Gobierno.

La primera mínistra británica, Margaret Thatcher, es una dama que poco tiene de duende. Aislada, siguió luchando. Finalmente aceptó una solución del gusto de todos. Thatcher recibiría una devolución de las dos terceras partes que pedía de la contribución británica a la Comunidad Económica Europea, pero no sobre 1983, sino sobre los cuatro últimos años. Quería 160.000 millones de pesetas para 1983. Logra 95.000 millones de pesetas (de los que la RFA tendrá que desembolsar 20.000 millones de pesetas). El compromiso llegó con un consenso condicionado de Francia e Italia a una solución satisfactoria de la financiación futura de la CEE. Pero Margaret Thatcher quería ir más lejos, pidiendo una garantía para 1984. A eso no estaban dispuestos los otros nueve.

Y así se llegó al punto más delicado, no resuelto al cerrar esta edición, de esta negociación globalizadora: ¿Aceptaría Londres el principio del aumento de los recursos propios de la CEE? Se desdibujaba un principio de solución de compromiso. El mencionado documento alemán hablaba de la "determinación y calibre de este aumento", pasando por agua otras fórmulas más drásticas". Pero, más importante, menciona la gran negociación europea de los próximos seis meses que ha de culminar con un acuerdo en la cumbre de Atenas del 6 de diciembre. La negociación se llevará a cabo en el seno de consejos especiales en los que participarán los ministros de Asuntos Exteriores, Finanzas y Agricultura.

La Comisión Europea debe presentar propuestas concretas para reducir el gasto agrícola a mediados de septiembre. Estas medidas han de versar sobre la política de precios, la corresponsabilidad de los productores para evitar los excedentes y otros cambios. Los países del sur de Europa buscan, sin embargo, una solución más equilibrada.

Declaración solemne de la unión europea

Prueba de que el ambiente había mejorado en Stuttgart es que los alemanes volvieron a hablar en serio sobre la declaración solemne de la unión europea, que podria ser firmada hoy, tras las modificaciones introducidas a última hora por los franceses. A todo esto Mitterrand había sido remplazado en Stuttgart por su primer ministro, Pierre Mauroy. De todas formas, este acta Genscher-Colombo es papel mojado. Grecia hará explícita su reserva a la intención de suprimir el derecho al veto o al voto por unanimidad. Ello no quieta para que el primer ministro griego, Andreas Papandreu, hiciera, según los que le entendieron, un discurso de lo más curopeísta.

Algo iba quedando claro ayer. Esta cumbre no era normal. Ya sea en Stuttgart o en Atenas, 1983 puede ser el año del Waterloo de la CEE frente a sí misma o la ocasión de convocar una nueva conferencia de Mesina como la que en 1956 abrió el camino para el Tratado de Roma.

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