La policía expone en la Puerta del Sol joyas posiblemente robadas
Unas 500 personas desfilan cada día por la exposición de joyas de dudosa propiedad instalada, desde el pasado día 6 y hasta el 21 de mayo, en los locales de la jefatura superior de Policía de Madrid, en la Puerta del Sol. Los visitantes, mujeres en su mayoría, acuden a la peculiar muestra con la esperanza de encontrar allí algún objeto que les haya sido robado en un tirón, un asalto a punta de navaja o un desvalijamiento del piso en periodo vacacional. En la primera de estas exposiciones, celebrada en octubre de 1982, la Policía devolvió a sus legítimos propietarios unos 40 millones de pesetas en alhajas.
En una amplia sala del viejo edificio policial de la Puerta del Sol, bajo una reproducción de Las Hilanderas de Velázquez, seis amplios mostradores de cristal contienen cientos de relojes, pulseras, cuberterías y, sobre todo, alianzas matrimoniales y medallas con motivos religiosos. Son tan sólo una parte, la que puede ser identifica da sin lugar a dudas por tener inscripciones o ser piezas únicas, de los 220 millones de pesetas retenidos por la Policía, desde el pasado octubre hasta mediados de mayo en las casas madrileñas de compraventa de metales preciosos y gemas. El motivo de estas retenciones es, según informa Pedro Cortés, responsable de la muestra, la sospecha de que pueden proceder de robos.Las mujeres son mayoría entre los visitantes de la exposición. Hay entre ellas avidez por reconocer alguna pieza sustraida. Los funcionarios que las atienden cuentan que se han dado casos tan curiosos como el de una señora, de nombre Pilar, que creyó reconocer su anillo de casada en una de las vitrinas. "Lo sacamos", cuentan, "y la inscripción interior ponía Teresa. Entonces la señora se excitó y empezó a acusarnos de haberla cambiado nosotros. Estaba convencida de que aquella alianza era la suya". Los funcionarios justifican estas actitudes por el hecho de que las joyas tienen, en muchos casos, un valor sentimental para sus dueños muy superior al monetario.
La fiebre del oro
Natividad R., vecina de la calle Tribaldos, en el distrito de Hortaleza, ha tenido relativa fortuna en esta segunda edición de la muestra. Entre los objetos expuestos se encuentra su alianza matrimonial. "La reconocí apenas le dí un vistazo", dice. Sin embargo, no ha podido identificar las otras piezas robadas en su domicilio durante la pasada Semana Santa. Natividad y su marido, empleado en una empresa de transporte de viajeros, estaban de vacaciones cuando uno o varios desconocidos forzaron de un palanquetazo la puerta de la casa y se llevaron las modestas joyas de la familia. El matrimonio presentó denuncia en la comisaría de la calle de Cartagena, y eso permitirá que, al término de la exposición, la Policía les entregue el anillo.Por el contrario, los propietarios de la joyería Fernández, del paseo de Extremadura, en el distrito de La Latina, no han vuelto a ver los 20 millones en género que se llevaron, en la Semana Santa del año anterior, los autores de un butrón en su establecimiento. Los joyeros, muy afectados en su economía por el delito, no han perdido la esperanza de recuperar algún día lo que era su capital, y ya acudieron a la exposicion del pasado octubre, también sin fortuna. "Mire, yo me he curado en salud. Ya no llevo ni anillo, ni pulsera, ni medalla", dice, con gesto gráfico, la señora.
La exposición que puede verse estos días en la Puerta del Sol es el resultado del trabajo de un grupo especializado en arte y joyas de la brígada de Policía Judicial. "El mercado del oro, legal o ilegal, está como nunca, tanto por la elevación del precio de ese metal en los ultimos años, como por el hecho de que la crisis obliga a mucha gente a vender sus joyas", explica Pedro Cortés, jefe del grupo. Según sus datos, en 1980 había en Madrid unas 20 casas dedicadas a la compraventa de metales preciosos; ahora hay unas 200 que realizan al trimestre en torno a 40.000 operaciones comerciales.
"Hasta diciembre de 1981, el sector de compraventa estaba regulado por una ley de 1924, que permitía que el industrial dispusiera inmediatamente del género que había comprado. Así se fundían muchas joyas que eran producto de robos, sin que nosotros nos enteraramos", dice el policía. El real decreto de 1981 sobre comercio de objetos usados que contengan en su composición metales o piedras preciosas, obliga, en cambio, a los comerciantes a tomar los datos del vendedor y retener las piezas durante quince días, contados a partir del momento en que la Policía tiene conocimiento de esa operación.
Siete funcionarios del grupo de Cortés realizan el control de todas las compraventas, por el sistema de comprobar la identidad de los vendedores a través de una terminal del ordenador central del Ministerio del Interior, situado en El Escorial. Si éstos tienen antecedentes penales o policiales, se comunica al comerciante que debe depositar en jefatura el lote de joyas y objetos de valor que haya comprado al sospechoso. De esos depósitos proceden las piezas ahora expuestas.
Si en el transcurso de la muestra alguien identifica una o varias joyas y demuestra que son de su propiedad, le serán devueltas y el comerciante habrá perdido el dinero que pagó por ellas, aunque podrá interponer querella contra el vendedor. Lo que no es identificado es devuelto luego a los establecimientos, que ya pueden disponer libremente de la mercancía. El actual sistema, dice la Policía, ofrece pistas sólidas que permiten la resolución de numerosos delitos.
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