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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tristes buenas intenciones

Cuando se presentó en el último Festival Internacional de Cine de Venecia, esta versión de La tempestad, de Paul Mazursky, muy libremente inspirada en la obra de William Shakespeare, se rechazó por práctica unanimidad entre los críticos italianos. Fueron respetuosos con el director, que había ofrecido en años anteriores títulos como Próxima parada: Greenwich Village o Una mujer descasada, y alabaron las buenas intenciones de La tempestad, pero sin que éstas confundieran respecto a la debilidad de su conjunto.En esta película, Paul Mazursky ha pretendido divertirse con la aventura de su protagonista, un ejecutivo neoyorquino de 50 años, de su misma edad, por lo tanto, que se refugia, en compañía de su hija adolescente, de una amante eventual y del enloquecido pastor que hace bailar a sus cabras, en una isla griega donde confía en encontrar la paz.

La tempestad

Director: Paul Mazursky. Guión: Mazursky y León Capetanos. Fotografía: Don Mc Alpine. Música: Stomu Yamashta. Intérpretes: John Cassavetes, Gena Rowlands, Susan Sarandon, Vittorio Gassman, Raúl Julia. Norteamericana. 1982. Local de estreno: California

El juego dramático se establece en saltos y vaivenes, con esporádicas humoradas, que tardan en armonizarse. La ausencia de un objetivo nuevo en la vida del protagonista se prolonga a la propia película de Paul Mazursky, que tartamudea su narración, su propio estilo.

Cuando en el último plano aparecen todos los actores del reparto saludando al público como si se tratara de una representación teatral, esa clave de la ficción llega con dos horas de retraso, sin superar ya la ingenuidad con que hasta entonces se ha planteado la crisis de ese hombre que no sabe reconciliarse con su pasado. A continuación el rumbo del filme se dispersa como sus propios pensamientos. Planteada en su anécdota, La tempestad de Paul Mazursky no hace progresar el posible interés dramático de, la idea original: desorienta, cansa.

Vista en su intento de reflexión vital, no amplía los planteamientos de otros filmes anteriores, tan frecuentes en las obras de cineastas maduros.

Quizá sean esos precedentes los que han enturbiado el proyecto de Mazursky al obligarle a una originalidad que no es tan necesaria como la impronta sincera que debe presidir estos análisis.

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