El nuevo Gobierno portugués
ESTÁ A punto de constituirse, por fin, el nuevo Gobierno de Portugal; en las elecciones legislativas de finales de abril triunfó el partido socialista, pero sin alcanzar la mayoría absoluta. Desde entonces Mario Soares negocia la formación del equipo gubernamental. Ha sido la crisis más larga desde que Portugal tiene una vida constitucional. Si se mira sólo la faceta específicámente parlamentaria, la solución lograda puede parecer magnífica: los dos partidos coligados, el PS y el PSD, representan más del 63% de los votos populares; disponen de una mayoría de dos tercios de los diputados, superior a la de cualquiera de los Gobiernos anteriores. Ello podría indicar una perspectiva de Gobierno fuerte, en el sentido democrático de la palabra; en las mejores condiciones de pedir sacrificios al país sin lo cual no parece posible salir de un endeudamiento exterior abrumador ni aliviar una crisis económica particularmente grave en un país poco desarrollado y con pronunciados desequilibrios internos.Pero si se va más allá de un simple cálculo parlamentario, surgen en seguida las contradicciones que envuelven, desde su génesis, al inminente Gobierno Soares. Socialista tiene en Portugal un significado parecido al del resto de Europa. El Partido Social Demócrata portugués es un partido de centro-derecha, en el que conviven diversas tendencias, pero al que el dramáticamente desaparecido Sa Carneiro imprimió un sesgo progresivamente conservador; aunque durante la etapa de Pinto Balsemão éste intentó retomar en muchos aspectos los caracteres progresistas del partido, la realidad hoy es que detrás del actual líder del PSD, Mota Pinto, que será vicepresidente y ministro de Defensa, están sectores muy conservadores del empresariado portugués e incluso de la derecha militar. Ello explica las dificultades y la duración de las negociaciones, el escaso entusiasmo que la nueva coalición ha suscitado y el carácter del documento que ha sido firmado por los dos partidos asociados: más que un acuerdo político, parece un contrato-programa de gobierno, en el que se ha metido un poco de todo: lucha contra la delincuencia y la corrupción, reforzamiento de la autoridad del Estado, dignificación de las fuerzas armadas... La política exterior tiene como eje la fidelidad a la OTAN y la adhesión al Mercado Común. La tendencia a anular reformas realizadas en etapas anteriores se patentiza en el programa económico, que especifica la apertura a la empresa privada de la banca, los seguros y otros sectores. La transición democrática empezó en Portugal por Gobiernos de izquierda. Ésta retorna a encabezar el poder, despues de un período largo de Gobiernos de centro-derecha, pero en condiciones y en un ambiente muy diferente del que que reinaba en las etapas iniciales del camino democrático. Hoy predomina la desilusión. Algunas de las dificultades con las que va a chocar el Gobierno son obvias: una oposición comunista dura, con ramificaciones extensas en el plano sindical y laboral; una oposición de la derecha más extrema con cierta capacidad de influir hasta en sectores del mismo Gobierno. Por otro lado, el PS portugués no se ha caracterizado nunca por su homogeneidad interna: contener las divisiones de cara al congreso del partido, previsto para octubre, exigirá esfuerzos políticos serios del propio Mario Soares.
Pero existen además otros factores que dimanan de la originalidad del proceso portugués, relacionados con el ejército y con la presidencia de la República. Un cierto número. de jefes militares de sentimientos progresistas, algunos de cierta radicalidad, cuyo papel fue decisivo en el triunfo de la democracia, constituyen una zona de opinión peculiar, con ideologías de izquierda, pero no integrada en la política de partidos. El presidente Eanes goza en esos sectores de prestigio. ¿Acabará por cristalizar el proyecto, que ha dado lugar a diversos comentarios, de un nuevo partido, por impulsos presidencialistas? Son interrogantes que están abiertos al iniciarse una nueva etapa de la democracia portuguesas.
Por lo demás, la existencia de Gobiernos socialistas en España y Portugal abre de nuevo la esperanza de una mayor cooperación entre los dos países, que han tendido a vivir distanciados el uno del otro. El período de mayor aproximación, a nivel popular, fue cuando la libertad de Portugal ofrecía la imagen de un futuro deseable para importantes sectores de la sociedad española. Hoy todo es diferente. Pero sigue vigente la necesidad de estrechar las relaciones entre los dos Estados, entre los dos pueblos.
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