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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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De Williamsburg a Belgrado

Emilio Ontiveros

"Ni vencedores ni vencidos". Todos satisfechos. Tal ha sido la síntesis valorativa que el presidente de Estados Unidos ha deducido de la "declaración final sobre la recuperación económica", emanada de la cumbre celebrada Williamsburg.Los diez puntos y el significativo anexo de tal declaración tratan, efectivamente, de traducir el espíritu de consenso con el que, a toda costa, se ha tratado de revestir este encuentro de máximos responsables de las siete naciones capitalistas más poderosas. Consenso que, inevitablemente, ha estado estrechamente correlacionado con el grado de ambigüedad y el débil potencial vinculante de tal declaración.

Al margen de la dimensión política de los resultados de la cumbre, ajustados esencialmente a los propósitos de los anfitriones, el contenido de la declaración sobre la recuperación económica se reviste de toda su ambigüedad si es contemplado en la perspectiva de los temas que habrán de dominar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), cuyas sesiones se acaban de iniciar en Belgrado.

La presencia, por primera vez, en esa cumbre de poderosos de un presidente socialista no ha sido óbice para que, ante todo, se haya renovado la profesión de fe en el sistema económico e intentado revitalizar la escala de valores comunes que vertebran moralmente el juego económico. Para que esta esencia espiritual de la economía de mercado se preserve es imprescindible nuestra prosperidad, ha destacado el preámbulo de la declaración.

La prueba de la recesión

La recesión -se deduce del comunicado- ha constituido una dura prueba para demostrar la solidez del sistema, que haciendo gala de extraordinarios reflejos, se presta a poner fin a un decenio de inflación acumulativa y a enfrentar el inmediato devenir con un paquete de propósitos de enmienda que han generado sobrada penitencia en la mayoría de esos 145 países que acudirán a Belgrado.

Ese mensaje de esperanza que Williamsburg ha querido transmitir ha empezado a naufragar apenas leída la declaración final. La confianza, el optimismo y la certidumbre de que la habían dotado sus progenitores parece no haber sido suficientemente asimilada por los eficientes mercados de cambios.

El barométrico comportamiento de la moneda norteamericana en esta semana que media entre uno y otro encuentro está ilustrando suficientemente en qué medida es real la convergencia alcanzada en los objetivos económicos enunciados, y especialmente hasta qué punto se traduce en una convergencia de resultados.

El tipo de cambio del dólar de EE UU frente a las principales monedas europeas experimentaba el pasado 1 de junio un nuevo ascenso, llegando a alcanzar, frente a la moneda francesa, un nuevo récord histórico de 7,62 francos. El diferencial en tipos reales de interés entre Estados Unidos y los países europeos no tiene visos de reducirse, de tal forma que el incremento de las entradas de capital en EE UU puede apreciarse ya como uno de los más palpables resultados de Williamsburg. Se mantiene, por tanto, la actitud de oposición de la actual Administración norteamericana a intervenir en los mercados de cambios, a pesar del reconocimiento de su necesidad como precondición para alcanzar la repetida convergencia de resultados económicos.

En la conferencia de Belgrado volverán a plantearse algunos de los temas consensuados en Williamsburg, pero es de prever que con un tono bien distinto. Aspectos más concretos que los abordados por los siete grandes, tales como el papel del Fondo, Monetario Internacional en el incremento de la liquidez mundial, las condiciones en que las renegociaciones y las reestructuraciones de la deuda externa de algunos países se están produciendo y las repercusiones que la estrategia de la gran banca internacional está teniendo sobre los países en desarrollo serán, junto a otros, difícilmente sorteables en un foro como el de la VI Conferencia de la UNCTAD.

No será fácil, en definitiva, que al término de las sesiones de la Conferencia de Belgrado se alcance el grado de complacencia y optimismo que Williamsburg ha deparado. Ese "mensaje de esperanza a la población mundial y a las futuras generaciones" que ha enviado el presidente norteamericano ha sido, por lo pronto, suficientemente modulado por la Reserva Federal y claramente interferido por los principales mercados de divisas. Queda todavía por ver qué acciones habrán de Justificar esos espíritus de Williamsburg, del que, sin duda, oiremos hablar en los próximos meses. Hasta el momento, mucho nos tememos que sean en otro terreno, distinto al estrictamente económico, donde los resultados acompañen la memoria del registro histórico que esa ciudad virginiana acaba de presenciar.

Emilio Ontiveros Baeza es profesor de Financiación Internacional de la universidad Autónoma de Madrid.

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