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¿Es posible la democracia en América Latina?

El simposio Caminos de la democracia en América Latina no pretendía ser una simple plataforma de encuentro para las muchas voluntades coincidentes en la tarea de la construcción de la democracia en América Latina, no buscaba cerrarse con una declaración y una llamada de atención Más bien ha buscado impulsar un debate teórico y político que ya estaba en marcha. Continuar este debate en Madrid tenía, sobre todo, un valor simbólico: por una parte, reconocer una deuda de gratitud con los países de Latinoamérica, que tanta generosidad mostraron con los demócratas españoles durante la larga noche de nuestra dictadura; por otra, mostrar la solidaridad y la preocupación de la nueva España por la recuperación o el establecimiento de la democracia en toda Latinoamérica.La voluntad de reflexión corre el riesgo de no alcanzar repercusión pública; un debate teórico puede ser conocido tan sólo por los especialistas de un círculo minoritario. Quizá merece la pena, por ello, ofrecer unas breves impresiones del diálogo y la discusión que tuvieron lugar en las jornadas. El resumen más breve sería, quizá, decir que se unieron a la vez la conciencia de que se viven en América Latina momentos decisivos y el temor de que el resultado final del proceso actual no sea el pleno establecimiento de la democracia.

Naturalmente, antes que nada es preciso diferenciar entre áreas regionales, y luego matizar dentro de ellas las distintas evoluciones nacionales. La actual situación del Cono Sur no tiene mucho que ver con la de Centroamérica, más allá de esa primera afirmación de que en ambas regiones hay en marcha amplios movimientos sociales contra las oligarquías dominantes. Y aun dentro del Cono Sur no se puede establecer un paralelismo entre el paulatino retroceso de la Junta argentina y el empecinamiento de Pinochet ante la creciente oposición de un bloque social al que se han incorporado ya, incluso, las clases medias que apoyaron el golpe y le beneficiaron de la expansión especulativa de los últimos años setenta.

Algunas generalizaciones sí se pueden hacer, siempre que se recuerde .9,ue toda generalización es provisional y en parte falsa. Y a la hora de generalizar, quizá nada sea mejor que comparar los problemas que para el establecimiento de la democracia se dan en el Cono Sur y en Centroamérica.

A estas alturas parece indudable que dentro de pocos meses habrá en Argentina, una vez más, un régimen parlamentario. La situación se presenta más confusa y oscura en Chile y Uruguay, pero lo menos que se puede decir es que no soplan buenos vientos para las dictaduras en el Cono Sur. Ahora bien, a menos que pensemos que los golpes militares fueron fruto del azar, deberemos Preguntarnos por la posibilidad de una traducción política del creciente enfrentamiento de la sociedad civil con los actuales regímenes autoritarios.

En efecto, en el Cono Sur los partidos políticos cuentan con una tradición histórica y unas raíces sociales evidentes. El problema es saber si los partidos tradicionales ofrecen una posibilidad de representación orgánica a las fuerzas sociales en los años ochenta, y si, en caso contrario, son esperables modificaciones importantes del espectro partidario. ¿Podrá la vieja alternativa peronismo-radicalismo canalizar las alternativas sociales en Argentina? ¿Ofrecerá la Convergencia Socialista una posibilidad de renovación substancial al socialismo chileno, dándole esa posibilidad de autonomía que le ha venido negando su herencia marxista-leninista?

En Centroamérica, las cosas son aún más complejas. Nadie, y menos que nadie el Departamento de Estado, parece dar un céntimo por la estabilidad futura de los regímenes oligárquicos. Pero esto no abre tampoco grandes posibilidades a supuestas alternativas democráticas. La actual situación de excepción en Nicaragua podría prefigurar la evolución de otros países de la región que, aun viéndose libres de sus actuales regímenes, seguirían siendo acosados por Washington, a menos que se produjera un cambio, hoy por hoy imprevisible en la política norteamericana.

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En este contexto quizá sea bueno subrayar el principal debate ideológico que se produjo en el simposio, sobre el mayor o menor peso del leninismo en la izquierda latinoamericana. Pues el leninismo puede llevar fácilmente a hacer virtud de la necesidad, y a tomar las dificultades para la implantación de la democracia en Centroamérica como señales ciertas de la proximidad de un radiante futuro socialista. Si no es pensable el socialismo sin democracia; si los países del Este son todo menos un modelo a imitar, sería trágico dejar de creer en Santa Claus para poner las esperanzas en unos Reyes Magos soviéticos igualmente ajenos a todo interés en la liberación y la autonomía de América Latina. Y lo que es peor, podría ser ridículo en estos tiempos en que los tales Reyes Magos se van a ver obligados a crecientes cambalaches con sus enemigos y tacañerías con sus aliados. Malo es venderse; peor, regalarse creyendo hacer un negocio redondo.

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