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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Justo Fernández

Justo Fernández, con sus manoletinas, su jersey de pico, su camisa abierta y su hermosa cabeza de futbolista de tercera, a punto de promocionar a segunda, habría estado bien como líder sindical y huelguístico de una industria de ferromagnetales, Manufacturas Metálicas Madrileñas (extinta), la Siderúrgica de Avilés o cualquiera de las grandes factorías franquistas que tenían su Casa de Socorro en el INI. Para los empleados de Banca, para los cuellos blancos del funcionariado mejor pagado y más estable de España, Justo Fernández es un como demasiado, yes. Aquí, en esta columna, o sea, me parece que se ha diferenciado siempre, con claridad, la huelga justa y necesaria (hasta tengo una filosofía de la huelga como noltrabajo, y no como "ocio"), de la huelga de elite: pilotos, timoneles de lujo, controladores aéreos, notarios y así. Bueno, bien, pues se da el curioso fenómeno de que las huelgas de Banca están entre la huelga/huelga del proletariat y la huelga de elite con cachondeíto fino en los bares/chaflán del barrio de Salamanca. Quiero decir, en fin, que hay una desproporción entre el empuje de ese centauro sindical con manoletinas que es Justo Fernández y el gentío encorbatado, bien pagado y fino, que tiene detrás. He vivido la Banca y conozco su sistema de selección del mejor (a mi no me seleccionaron porque era el peor), que es una cosa que está entre Darwin y Keynes. Las posibilidades indefinidas de ascenso que tiene el bancario con instinto del dinero, son una especie de democracia natural, vertical y salvaje, aunque llevada muy fino, de la mesocracia española que entra en la Banca de botones.

Justo no es que sea injusto, sino que, como digo, le ha fallado la época como a Valle-Inclán. Justo Fernández tenía que estar de líder obrero en la Manchester de Engels o en los Altos Hornos de Bilbao o en los cipresales de parados del Hondosur andaluz. Todo está en nuestro Romancero ¿verdad, querido García Nieto?: "Qué buen vasallo / si oviera buen señor". Qué buen líder sindical, Justo Fernández, si hubiera tras él un proletariat de bajo precio, o de parados, o de albañiles caídos del andamio. Pero el empleado de Banca es un privilegiado de la burocracia: el más eficiente, el más formado, el mejor pagado y el que cuenta con la cimentación psíquica de saber que un Banco es una cosa para toda la vida, como la catedral de Burgos, en terminado, o como la catedral de la Almudena, en obra abierta (que a nadie se le ocurrió enseñárselo a Umberto Eco, cuando estuvo: un siglo de opera aperta: fashionable para el italianini). Así que la guerra de Justo Fernández, por excesivamente meritoria, por meritoriamente excesiva, puede malograr el entendimiento patronal/ sindicatos, ya que Justo ha llegado a decir del suyo propio, UGT:

-No quisiera que se convirtiese en el sindicato vertical del PSOE.

Por el eco complacido que sus palabras han encontrado en los ámbitos abovedados de la derecha/derecha, habrá visto JF que, si siempre hay que sentir lo que se dice, como bien ordenaba nuestro padre y señor don Francisco de Quevedo, no siempre hay que decir lo que se siente. Los bancarios, entre ilustrados y conservadores, entre explotados y situados, no son precisamente la causa radical del sindicalismo español, con dos millones y medio de parados y muchos obreros manuales, industriales, "manchesterizados", que todavía quedan en España. Dramatizar en exceso la causa del funcionario de corbata, que trabaja todo el año en condiciones confortables, tiene como castigo, admirado Justo, un protagonismo en huecograbado que sin duda te ha sorprendido. La Banca tiene por costumbre emplear en sus oficinas a los hijos "golfos" de las grandes familias financieras. Por esos señoritos déclassés también está luchando Justo Fernández. Conozco algunos. Pero JF sabe distinguir mejor que yo entre huelguismo de corbata y amarillismo. "Qué buen vasallo, etcétera". ´

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