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Reportaje:Los despistes del presidente norteamericano

La otra cara del ex actor Ronald Reagan

A pesar de la imagen de fortaleza que el presidente norteamericano transmite, informes periodísticos señalan sus continuas equivocaciones en público

El presidente de Estados Unidos responde de forma simplista a cuestiones complejas, confunde países y personas. Sus críticos dudan de sus capacidades reales como estadista. Este informe de la prestigiosa revista germano occidental Der Spiegel constituye un sabroso anecdotario de uno de los personajes más importantes de la escena internacional, Ronald Reagan.

Los reporteros saltaban de sus asientos y gritaban: "Señor presidente, señor presidente". Ronald Reagan hizo caso omiso de sus llamadas de atención, y no reaccionó ante los periodistas que, emulando a los escolares, agitaban sus brazos en alto a fin de captar la atención del jefe de Estado.El presidente norteamericano había decidido de antemano quién sería el primero en formular una pregunta: "Bob", dijo. Robert Bob Thompson, jefe de la cadena periodística Hearst de Washington, saltó de su butaca debido al estupor (sólo que su butaca pertenecía al cuarto de estar de su donúcilio particular, donde estaba siguiendo la conferencia de Prensa a través de la televisión).

El jefe del Estado norteamericano reaccionó como un rayo al no oír pregunta alguna de Bob, que gozaba de su día libre. Ronald Reagan invitó entonces a Al a formular su pregunta, pero ningún Al dio señales de vida en la sala.

Las invitaciones por parte de Reagan a Bob y Al duraron sólo escasos segundos; sin embargo, fueron más que suficientes para que millones de telespectadores contemplasen a un Ronald Roagan inseguro, confuso y desamparado, y también para que corresponsales como Steven Weisman, del New York Times, se preguntasen: "¿Es Ronald Reagan, realmente un hombre cauto?":

Los periodistas son puntualmente informados cuando el presidente de Estados Unidos se dedica a cortar leña en su rancho. Se lanzan a los cuatro vientos sus paseos a caballo, por ejemplo, en el parque Rock Creek, de Washington. El mensaje que, al parecer, se quiere dar a la nación es: "Mirad qué fonido es vuestro Ronnie". Al igual que a sus 72 años es capaz de ejercitar su abundante musculatura en el gimnasio de la Casa Blanca, su departamento de Prensa quiere demostrar al pueblo americano las energías físicas de su presidente.

Millones de norteamericanos quedaron asombrados al ver a su presidente dispuesto a bromear en plena mesa de operaciones del hospital, con ocasión del atentado sufrido hace un año. Al mismo tiempo, saludó con adusto ademán militar a todos los hombres uniformados; de hecho, los consejeros presidenciales pretenden dar una imagen de Reagan como un auténtico y voluntarioso patriota, un jefe de Estado responsable.

Cabezadas en público

No obstante, los ciudadanos norteamericanos han tenido que hacer la vista gorda con su presidente, cuando éste mezcla países y personas. Así, por.ejemplo, en Brasil brindó por Bolivia; calificó de embajador al ministro de Asun tos Exteriores de la Unión Soviética, Andrei Gromiko; se hace un lío con los datos estadísticos e incluso da cabezadas en las discusiones celebradas en la Casa Blanca.

Ronald Reagan habla de la gue rra atómica, de la carrera de arma montos en el mundo, de la Unión Soviética como el reino del mal, y al mismo tiempo sus lapsus apa rentemente inocuos y, sus equivocaciones reciben un trato completamente distinto. Los periodistas acreditados en la Casa Blanca se preguntan. si tales actuaciones no reflejan las limitaciones psíquicas del presidente.

Anthony Lewis protestaba en el New York Times contra el hecho de que los comentaristas norteamericanos no habían criticado realmente la incapacidad de Reagan, para distinguir unas cosas de otras, para separar sus conviccíonos ideológicas de las realidades políticas, como tampoco habían criticado su propensión a ver frecuentemente el mundo de forma similar a como lo presenta el Reader's Digest. Según Lewis, los comentaristas tendrían simplemente "miedo... ante lo que ven", es decir, un hombre que "actúa sin verdadera información", "su visión del mundo es un simple anecdotario" y "da respuestas simplistas a problemas complejos".

"No recuerdo época alguna", afirmaba recientemente en la televisión el columnista del Washington Post David Broder, "en la que tanta gente, directamente relacionada con el presidente, haya salido de las reuniones mantenidas con él tan sorprendida". El corresponsal de la cadena ABC Sam Donnaldson, uno de los críticos más agudos de Reagan entre los corresponsales acreditados en la Casa Blanca, lo confirma: "A veces ve algunos árboles. De lo que es incapaz es de ver el bosque".

Lou Cannon, reportero del Washington Post, escribe en su biografía de Reagan que en la mente del presidente se hallan mezclados mutuamente "el mundo ficticio y el mundo real". Si se vive en ambos simultánamente, "no resulta fácil siempre distinguir uno del otro".

El presidente norteamericano creía, por ejemplo, que no era necesario tratar la cuestión de los desechos atómicos por no constituir problema alguno.

En su opinión, los residuos nucleares podían ser prensados en pequeños embalajes y ser arrojados simplemente al océano. Reagan aconsejaba a los parados de la nación que, en lugar de quejarse, debían leer a fondo los periódicos y apuntar las ofertas de trabajo. Él mismo se tomó la molestia de contar una vez las páginas en que aparecían ofertas de trabajo, y llegó a la cifra de 24; por esa misma época, América tenía 11,4 millones de parados.

Al ser informado de las revueltas en los guetos de Miami, como consecuencia directa y evidente de la crisis económica, Ronald Roagan, el republicano enriquecido a base de especular con el suelo, comentó: "`En los años de la gran depresión, aun siendo la situación mucho peor y sin haber seguro de paro ni programas de previsión social, no ocurrían estas cosas".

Misiles de ida y vuelta

Ronald Reagan afirmó asimismo que podían ser retenidos los misiles atómicos lanzados desde submarinos después de su despegue, a la vez que los misiles intercontinentales situados en tierra firme podían "ser disparados simplemente apretando un pequeño botón". De mantenerse el presidente en su posición -falsa-, comentó la revista liberal The Nation irónicamente, podría "encontrarse ciertamente con la sorpresa" de una guerra atómica.

Con ocasión de un desayuno en la Casa Blanca, el diputado republicano Ed Zschau recuerda que Ronald Reagan no estaba interesado en "discusiones profundas". El presidente habló nostáigicamente de los viejos tiempos, cuando trabajaba como reportero de baloncesto. El crítico de Reagan Anthony Lewis asegura mordazmente que su capacidad de concentración no sobrepasa en cualquier caso siete minutos.

Su memoria disminuye de hecho, confirma Lou Cannon. Durante su viaje por Europa, Reagan estaba a veces tan adormilado que, por ejemplo, en el tiempo que duró el vuelo desde Bonn hasta Berlín, tiempo que Helmut Schmidt confiaba aprovechar para tratar con Reagan la problemática del pasillo aéreo y de las vías de acceso hasta Berlín, el presidente norteamericano lo pasó durmiendo una siesta. También irritó a François Mitterrand durante la cumbre de Versalles con su costumbre de sacar de su bolsillo, según fuera el tema y la situación, papeles escritos previamente.

Desde sus tiempos de actor cinematográfico, hace ya decenios, cuando un revólver fue disparado involuntariamente cerca del oído de Reagan, éste oye mal. En los últimos meses ha aumentado su sordera -los asesores presidenciales tienen que subir a veces notoriamente el tono de su voz en las reuníones con su jefe. Para sus conferencias de Prensa en la Casa Blanca los técnicos instalaron debajo del púlpito un altavoz, ya que anteriormente Reagan había interpretado mal y respondido falsamente ciertas preguntas.riodistas.

Ingenioso, pero vago

Reagan es "intuitivamente ingenioso", pero "intelectualmente vago", escribe Cannon, que lleva

observando al presidente desde hace ya 10 años. "No sabe lo suficiente. Y tampoco sabe cuánto no sabe".

La cosa aún es más grave: muchos de sus consejeros más influyentes, formados algunos de ellos en centros educativos de elite, como el diplomado por Harvard y ministro de Defensa, Caspar Weinberger, no sabían más que su jefe sobre los difíciles enredos de la política de Washington cuando tomaron las riendas del Estado.

El celo misionero ha desbancado a la objetividad y al realismo. El propio Ronald Reagan no ha dado impulso alguno. "Es un maestro en el campo de las relaciones públicas, pero no en el de la política", afirmaba el especialista en publicidad James Reston.

Sólo en contadas ocasiones permiten sus consejeros la entrada en el despacho ovalado, la habitación oficial del presidente, a visitantes que se atreven a discrepar de las convicciones de su jefe. Se ha dado el caso de que, si algún colaborador suscita, con sus opiniones contrarias, la ira del presidente o incluso se arriesga a que se ponga en tela de juicio su lealtad, cuando quieren que Reagan tome un rumbo más pragmático, escogen según los casos la vía mediadora de aquellos senadores y diputados republicanos cuyos juicios tiene el presidente en gran estima.

Una discusión de todos los ministros con el jefe del Estado sobre un tema es más bien rara. Sólo algunas veces se reúne conjuntamente todo el Gabinete. Lo normal es, pues, que los parlamentarios y consejeros traten de adivinar quiénes pueden influir en el presidente.

Frases aprendidas de memoria

Los consejeros entran en el despacho presidencial con gráficos que faciliten al presidente la comprensión de los movimientos económicos. Películas en las que se analizan problemas del mundo o personalidades políticas sirven para profundizar el nivel informativo del presidente.

Artículos del Reader's Digest y recortes de periódico enviados por algunos de sus amigos son aprovechados a menudo por Reagan para elaborar personalmente sus conferencias manuscritas.

Le han convencido de que las explicaciones largas conducen a manifestaciones imprecisas o pueden conllevar preguntas complementarias. El ex actor de cine Ronald Reagan ha resuelto aprender simplemente de memoria algunas de las respuestas.

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