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Futuros

El futuro me interesa por una sola razón. Allí es donde voy a pasar el resto de mi vida. Todos los demás motivos acerca de la importancia de lo que está por venir, en tromba o sin traumas, apenas me llama la atención.Recorro el país de cabo a rabo. De Gijón a Málaga, y después de comprobar que la naranjada de Iberia sigue causando serios estragos estomacales, que el hilo musical ha logrado el milagro de unificar en un solo sonido la España diversa y que no hay peor suplicio que un par de horas tontas entre vuelo y vuelo, escucho el pronunciar monótono de la palabra futuro a todos los candidatos que atravieso, por entre autonomías desequilibradas, paisajes demasiado antagónicos entre sí e ideologías escasamente fotogénicas.

Cada uno de los rostros electorales que me acompaña en este brusco salto del norte neblinoso al sur cegador va prometiéndome futuros, todo tipo de futuros, simples, perfectos y hasta pluscuamperfectos.

1 El hilo musical de estas elecciones municipales es ese fetiche en forma de palabra mágica, mistérica, que cada cual conjuga con alegría no exenta de mucho respeto hacia las respectivas señas de identidad surgidas de la noche de los tiempos. La naranjada la pone Manuel Fraga, y el suplicio, tanta falta de incertidumbre, tanta estadística fiable.

Pero no hay más que echar una mirada distraída a esas miradas sorprendidas por el flash del fotógrafo, para adivinar que donde los unos dicen futuro, deberían pronunciar siglo dieciocho, o apenas diecinueve. Y que los otros llaman futuro al discurso de lo obvio, a esa retahíla de asuntos que son evidentes, incluso molientes, en cualquier país occidental desde el día en que Ortega publicó la primera parte de La rebelión de las masas.

Olvidan los responsables (penales) de las imágenes que incitan al voto que el futuro no es algo que se promete, sino una cosa que se lleva inscrita en la jeta. Lo bueno de todo esto es que, pasadas las elecciones municipales, la preocupación por el futuro volverá a ser en este país la extravagancia que siempre fue, y lo nuestro es la especialización en el pasado, y lo de estos días es una concesión a la modernidad.

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