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Estados Unidos y la 'subversión' centroamericana

Reagan casi convenció al Congreso y a los norteamericanos de que Centroamérica es un peligro para la seguridad de EE UU

Si los aplausos se traducen en votos, Ronald Reagan puede haber logrado convencer al pleno del Congreso norteamericano de que la "subversión comunista supone un peligro para América entera". Por consiguiente, la Cámara y el Senado deberían aceptar la concesión de 600 millones de dólares en ayuda militar y económica durante 1984 que el presidente Reagan pide para los países de Centroamérica.

Reagan, con un estilo impecable, rodeado de¡ Congreso entero, todo su Gabinete, jefes de Alto Estado Mayor y cuerpo diplomático, fue interrumpido diez veces por aplausos. Sobre todo, cuando evocó que "Centroamérica no se convertirá en un nuevo Vietnam, ya que Estados Unidos no tiene intención de enviar tropas". No irán tropas directamente, pero sí apoyo militar, en armas y consejeros, para combatir una guerrilla en el Salvador, junto a operaciones de apoyo, para que cese el flujo de armas a partir de Nicaragua.Después de comparar las decisiones que hoy exige Centroamérica "para evitar la crisis" con las del presidente Harry S. Truman en la posguerra europea, Ronald Reagan pidió apoyo total al Congreso. Reagan se preguntó a sí mismo, ante el pleno: "¿Estados Unidos debe aceptar la desestabilización entera de la región centroamericana, desde Panamá a México, hasta el sur de nuestras fronteras?".

Hoy, los congresistas y senadores se hacen la misma pregunta a la hora de comenzar las votaciones para dar o negar un cheque en blanco a la Administración Reagan en sus operaciones en Centroamérica. Las reacciones en Washington son variadas. En general, los conservadores, republicanos o demócratas, consideran que ha llegado el momento de actuar, y que "el Congreso debe aceptar rápidamente las propuestas del presidente", dijo el republicano Trent Lott, de Misisipí.

Por su parte, los líderes más liberales del Congreso, demócratas en general, son más reacios a la doctrina expuesta por Reagan de apoyo militar a El Salvador y acoso permanente a Nicaragua, "para que no infecte a su vecinos, exportando la revolución y la violencia".

Las palabras más duras hacia un discurso de evidente impacto en la opinión pública -fue retransmitido en directo por radio y televisión a todo el país- llegaron por medio del senador demócrata Christopher Dodd, que denominó la estrategia de ayuda militar "como una fórmula hacia el fracaso". Dodd situó los problemas de Centroamérica en la pobreza y la injusticia, lo que seguirá siendo el fermento para "la revolución, con o sin intervención de los soviéticos". Para el senador demócrata Edward Kennedy, "no debe concederse nueva ayuda militar a El Salvador mientras el Gobierno no acepte el principio de negociaciones políticas incondicionales".

Nombramiento del 'enviado'

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Ayer, Reagan anunció el nombramiento de Richard Stone, ex senador demócrata por el Estado de Florida y multimillonario, como enviado especial para Centroamérica, a pesar de la oposición que había en las filas liberales a este nombramiento por los esiffechos vínculos de Stone con el régimen de Guatemala.

Los interrogantes que habrá ahora sobre el duro discurso de Reagan son los de calibrar en qué medida la opinión pública norteamericana, y el Congreso en particular, aceptarán la continuidad de operaciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Centroamérica, con objeto de intentar cambiar el rumbo político en Nicaragua y Cuba.

Y en qué medida, también, la solución militar puede ser viable en pequeñas dosis, sin necesidad de una escalada tipo Vietnam. El panorama no está tan claro como lo pintó Reagan en el Congreso, y el propio embajador de Estados Unidos en El Salvador, Dianne Hintton, prevé que "la guerra será larga". El apoyo de Reagan a las próximas elecciones es un gesto político que no basta para apaciguar el clima de guera civil en El Salvador. Washington debería ir hacia una fórmula de negociación entre Gobierno y oposición, esbozada en el discurso de Reagan, pero de muy difícil orquestación. Pero, de momento, los estrategas de la Casa Blanca se muestran muy satisfechos del impacto del discurso ante el Congreso, fórmula utilizada sólo excepcionalmente por los presidentes de EE UU.

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