Sólo Honduras aplaude sin reservas el mensaje de la Casa Blanca, que deja un margen mínimo a la negociación
El discurso de Ronald Reagan sobre su política exterior en Centroamérica ha aportado una curiosa innovación semántica: lo que fue durante muchos años el patio trasero de Estados Unidos es ahora su jardín. Aparte de esta elevación en la escala social, sólo los más optimistas ven en su mensaje un resquicio para la negociación
Esa enigmática alternativa diplomática que el presidente norteamericano promete a los sandinistas no parece ser nada distinto de lo ofrecido hasta ahora: dejamos de apoyar militarmente a los grupos contrarrevolucionarios si ustedes se comprometen a no infectar la región, esto es, a no incendiar mi jardín. La reacción más favorable ha partido, lógicamente, del Gobierno de Honduras, que con rapidez desacostumbrada en estas latitudes ha expresado en nota oficial su total identificación con los conceptos vertidos por el presidente norteamericano.A juicio de los gobernantes de Tegucigalpa, Reagan "ha comprendido con lucidez impresionante la naturaleza de la problemática centroamericana, su gravedad creciente y la amenaza que entraña para el porvenir de la libertad en el hemisferio y en el mundo". Ninguna reserva mental, ninguna discrepancia, por parte de la ex república bananera, ascendida ahora a la categoría de jardín del imperio. En el grupo de Contadora, a falta aún de reacciones oficiales, se detecta una cierta desazón por el completo olvido de Reagan a sus gestiones. Sólo el anuncio de que designará un embajador especial para contribuir a los esfuerzos de los gobiernos de la región en favor de la paz, podría conectarse lejanamente con la iniciativa del grupo.
Más allá de eso, no hay ninguna coincidencia en el análisis del conflicto que hacen los cuatro de Conladora y el que presenta Ronald Reagan. Aquellos tratan de sustraer la crisis centroamericana de la confrontación Este-Oeste, y el presidente norteamericano insiste en mantenerla dentro de ese contexto. El único acercamiento real entre el espíritu de Contadora y las propuestas de Reagan se registró al anunciar éste que apoyará cualquier acuerdo de los países centroamericanos para retirar a los asesores militares y poner fin a la carrera armamentista, siempre en condiciones verificables y de absoluta reciprocidad.
Tiempos difíciles
En Nicaragua, el mensaje de Reagan no ha alterado la convicción de que se acercan tiempos todavía más difíciles, porque nuevos y numerosos contingentes de hombres armados se preparan en el norte y en el sur para atacar por varios frentes. El coordinador de la Junta, comandante Daniel Ortega, ha reiterado el propósito de su Gobierno de repartir armas a todo el pueblo si es necesario.
Los sectores más derechistas del Gobierno salvadoreño han acogido con frialdad la parte del discurso que les atañe directamente. El nombramiento de un embajador extraordinario para conseguir que los insurgentes participen en las elecciones anunciadas para el mes de diciembre es considerado como algo "ofensivo y humillante". La Asamblea Constituyente aprobó días atrás una moción por la que se impide al Gobierno admitir cualquier condición política para la ayuda militar otorgada por Estados Unidos.
Mientras el Gobierno salvadoreño expresa su recelo ante cualquier presión externa que le fuerce a dialogar con la guerrilla, ésta ha presentado en San José de Costa Rica, por mediación de Mario Aguiñara, una nueva oferta de negociación con las autoridades de San Salvador. El dirigente de la izquierda salvadoreña aseguró que cuenta con plenos poderes del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) y el FDR (Frente Democrático Revolucionario) para iniciar el diálogo hoy mismo sí se le convoca.
La oferta de conversaciones se plantea en los siguientes términos: agenda abierta, representación paritaria del Gobierno y de las fuerzas insurgentes y asistencia de un delegado norteamericano y otro del grupo de Contadora. Esta negociación no puede entenderse en ningún caso, puntualizó Radio Venceremos, como una aceptación del proceso electoral que EE UU trata de llevar adelante.
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