Reflexiones sobre la huelga de médicos
Las noticias de la Prensa en estos últimos días nos hablan de negociaciones entre sindicatos y Administración sanitaria, de su trabajosa y larga realización y de su ruptura final sin acuerdo.Y, como medida de presión contra dicha negociación, el Sindicato Médico Libre declara varios días de huelga médica.
Dos son, pues, los hechos a revisar: negociación y huelga.
Nunca se especifican claramente los temas a negociar; pero, después de leer y leer, parece que se trata de la elevación de salarios, ya condicionada en gran medida por los convenios nacionales firmados, y junto a ello, y etiquetándolo como contrapartidas, una serie, nunca explicitada claramente, de "medidas racionalizadoras" que formaría parte del cambio del estatuto jurídico de los médicos, enfermeras, auxiliares de clínica, celadores, etcétera, componentes fundamentales todos ellos en el funcionamiento de los hospitales.
Ante tan desemejantes objetivos -ínfima elevación de un jornal devaluado en los últimos años en un 40%, por una parte, y la sustitución del estatuto jurídico vigente, por otra-, el Sindicato Médico Libre no llega a un acuerdo y no firma.
Pero ¿realmente podía negociar el SML tan trascendental cambio?
Y la Administración, ¿podía lícitamente promoverlo a ese nivel?
El cambio de estatuto jurídico parece . debería ser secundario a una nueva ley de organización hospitalaria, y ésta, a su vez, a una ley básica de sanidad, y- ambas dependerían de una reforma sanitaria.
Reforma necesaria, imprescindible, pero que, por su jerarquía, no es apropiado comenzarla en unas negociaciones sobre salarios ni etiquetarla como simples contrapartidas.
Parece lógico que quien pretenda reformar la existencia española, decía ya Ortega, "tenga que contar con el prójimo, con todos los prójimos. Y esto no consiste en prometer destinos, ni siquiera en obtener el previo consentimiento o adhesión de unos cuantos".
Lo que cabría hacer sería que el proyecto -sea el que sea, y en este caso sería el de la reforma sanitaria- esté claramente formulado, adecuadamente expuesto y ampliamente discutido el nivel que su importancia exige. Nunca realizado como un golpe de mano al que una exigua minoría preste su apoyo. Apoyo muchas. veces desconocedor de las posibles reacciones y perjuicios que tal decisión puede engendrar.
Y esto es aún más exigible a una Administración socialista, ya que, en último extremo, socialismo significa conciencia de la sociedad como participación, como cooperación.
No quiere esto decir, en modo alguno, y siempre desde mi punto de vista, que la otra parte negociadora haya acertado en su postura.
El Sindicato Médico Libre, representante legal, quizá, de un cada día creciente número de médicos, aunque aún en minoría -entre los cuales confieso no estar-, no debería aceptar una negociación que rebasaba sus posibilidades ni, posiblemente, elegir la huelga como medida de presión sobre tales imposibles negociaciones.
Prescindiendo de las múltiples discusiones que creo existirán siempre sobre la legitimidad de la huelga médica, a la que yo -por citar el ejemplo que tengo más a mano- no apoyaré nunca, sí parece necesario analizar su utilidad y, sobre todo, su oportunidad.
Es pronto aún para valorar sus resultados, pero sí creo que se puede decir ya que quizá haya sido excesivamente profiláctica, es decir, precipitadamente declarada.
Y así lo parece si consideramos los poco estructurados planteamientos que nos ha ofrecido esa ya a priori imposible negociación.
Yo soy uno de los muchos que no creen, como creía Cervantes, "que en este valle de lágrimas, en este mal mundo que tenemos, apenas se halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería".
Creo, por el contrario, que lo que hace difícil casi todo en la actualidad no son tales defectos -presentes, sin duda, en cierta cuantía-, sino la existencia de un excesivo apasionamiento.
Apasionarse, poner pasión en algo, puede ser muy eficaz y deseable en determinados momentos.
Pero apasionarse, poner pasión, puede también enturbiar nuestro criterio y hacernos cometer graves errores.
Un cálido sentimiento humano debe hacernos volver la espalda a los apasionadores -ya sean de la izquierda o de la derecha, o de donde sean- y, basado en una conciencia ética -condición medular de la Medicina-, nos haga comprender que los apasionados hostigadores que incitan hacia el partidismo, esperpentismo o glorificación de la acción directa deben ser considerados, al menos, como inconscientes, si no como moralmente inferiores.
Cuenta Kierkegitard que en cierta ocasión, y actuando un grupo de titiriteros en un teatro, se produjo un fuego entre bambalinas. Azorados y desconcertados los artistas, solamente el payaso tuvo presencia de ánimo para salir al escenario y avisar al público de que el teatro estaba ardiendo y del peligro que corrían.
Pero el público creyó que era un nuevo chiste del payaso y lo celebró con grandes carcajadas. El triste resultado de aquel jolgorio fue que el teatro ardió completamente y perecieron abrasados todos los espectadores.
Puede que, aquí y ahora, el payaso sea yo, de quien posiblemente se pueda decir, como algún amigo decía de Ortega, "que estoy empadronado en la luna".
Pero me gustaría creer que mi bien intencionada reflexión sirviera para, al menos, pararse y meditar.
Sabemos ya -puede leerse en el Lakker o el Valor, conocido diálogo platónico- que hay una ciencia del retroceder, y que esta ciencia, quizá característica del buen político, significa el más elevado aspecto del valor. Pues la valentía o la bravuconería son estados fácilmente alcanzables por las masas o colectivos, mientras que el valor consciente y estabilizador implica análisis, valoración y, en último extremo, una meditación responsable, lo que exige un notable esfuerzo personal.
Alcanzar algo de eso sería la intención de estas líneas, quizá no bien conseguidas, pero cargadas de un buen deseo hacia el futuro de la Medicina y de los médicos.
A. Núñez Puertas es catedrático de Cirugía y jefe del departamento de Cirugía General y Digestiva. Coordinador de docencia del centro Ramón y Cajal de Madrid.
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