Y señora

Cada vez que recibo un tarjetón, una cartulina cartón protocolaria, una invitación para un sarao social, o recepción, o cena, me enfrento una vez mas a mi destino. Allí, en la tarjeta, está mi nombre, mi nombre y nada más, flotando en una soledad de papel blanco.A los varones, sin embargo, siempre se les invita con señora. Acuden a los guateques con la cónyuge real o sucedánea bien enhebrada al brazo, y es de admirar, la comodidad que ese emparejamiento proporciona, lo bien que lucen los caballeros en las fiestas, tan confortablemente acompañados, tan protegidos del vacío. Las mujeres, en cambio, ese escaso puñado de profesionales a las que se nos convoca a palo seco, deambulamos por los salones desnortadas, siempre solas, sometidas al albur de quedar momentáneamente descolgadas entre dos grupos, sin mas protección que tu vaso tíntincante de cubitos y la conciencia de tu relativa originalidad al poseer un apellido en un mundo en el que las señoras son sólo señoras de, anónimas comparsas. Como la vida misma, en suma.
Siempre sucede así, siempre es lo mismo. Desde la entrega de unos premios a una recepción en la Zarzuela. Quizá teman que las mujeres acudamos con algún energúmeno indeseable. 0 quizá les escandalice el que podamos hacernos acompañar por un amante. Aunque de todos sea sabido que los hombres, bajo el estrambote de .y señora", se presentan con su esposa oficial o con quien sea, su madre, su hermana menor, un flirt eventual, la novia, la vecina del quinto o la querida; cualquier cosa con falda es apropiada y a nadie le preocupa que un caballero acuda con la señora oficial o la manceba.
Siempre sucede así, y estas invitaciones sin pareja son un mero ejemplo de tu sino. Porque la mayoría de las mujeres activas que pateamos los festejos vivimos solas, somos singles, como le dicen los ingleses. Sin duda por elección, pero también porque te ponen la convivencia muy difícil, no sé si mas costosa que costrosa o viceversa. Como si tuvieras que pagar la profesionalidad con aislamiento, la independencia con tu vida. A fin de cuentas ya lo expresan bien claro las tarjetas, ya te condenan a ser la chica sola del guateque. Y es que, siendo mujer, poseer tu propio nombre tiene un precio.
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