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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Eurovisión, un viaje al fracaso

PARECÍA COMO si Televisión Española hubiera enviado a la cantante Remedios Amaya a perder el Festival de Eurovisión que se celebró el pasado sábado en la ciudad alemana occidental de Munich. Todo indica que los dirigentes de la televisión pública española no tenían demasiado interés en que la sevillana de los pies descalzos volviera del extranjero calzada con el galardón. Un alto cargo del ente público declaró en privado, días antes de que se celebrara el certamen, que una de las preocupaciones que le embargaba era la posibilidad de que Remedios ganara. Eurovisión, porque eso supondría para TVE la organización del certamen del año próximo. Claro que con esa canción, era más que difícil que la representante española obtuviera otro resultado que el que el jurado internacional le dictaminó en una noche aciaga para la música española.El mismo alto dirigente del Ente Público Radiotelevisión Española había confiado a sus contertulios su convicción de que con la presencia de Remedios Amaya en Munich TVE sólo quería mostrar el testimonio de su respeto por las etnias -y por eso había seleccionado a una gitana- y su independencia de las casas de discos porque, aparentemente, ninguna había influido para que fuera Quién maneja mi barca la canción seleccionada para representar a Televisión Española en el principal festival internacional de la canción.

TVE sin embargo no puede enmascarar su moral de derrota con su teoría de los testimonios. El resultado final no asombra, aunque sonroje, porque el panorama musical español no es tan deficiente como hemos mostrado ante los 700 millones de telespectadores que en todo el mundo vieron cómo pasaba sin pena ni gloria el esfuerzo de la cantante descalza. La música española, en manos de TVE, ha quedado empequeñecida.

No ha habido en Munich contubernio antiespañol alguno, simplemente la selección de la canción y de la intérprete fue desacertada. A Remedios se le dio una melodía que no dice nada, ni musical ni literariamente, y sobre todo no tiene nada que ver con los parámetros musicales que dominan no sólo en los distintos países europeos, sino en el mismo universo de la canción española. Quién maneja mi barca, con ese bagaje, no tenía otro remedio que ir a la deriva, siguiendo la suerte de Turquía, en una noche cuyo bochorno resulta inenarrable para los protagonistas del fracaso.

Este viaje al fracaso debió haberse evitado. Pero nos preguntamos sobre la capacidad real de hacerlo mejor que tiene el director de Televisión Española. Si no había otro interés que el testimonial en la representación española, debe pensarse que los testimonios que ha de dar la televisión que pagamos han de ser otros; no hay que acudir con moral de victoria a batallas intrascendentes, pero una vez que se acepta bajar a la arena hay que disponer de los medios suficientes como para que el ridículo no sea el resultado final. Ni lo merecía Remedios Amaya ni lo merece la música española.

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