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Reportaje:Elecciones del 8 de mayo

Menú de ripios en Zamora

Alguien anuncio al micrófono que Venancio Hernández Claumarchirant, el querido y veterano militan te, iba a declamar unas estrofas propias. Fraga sonrió complacido: sin duda, se trataba de una égloga a Zamora, o a él mismo, sin mayores complicaciones. Los centenares de zamoranos que el sábado por la noche acudieron a la cena coloquio con el líder de AP también se relajaron, esperando escuchar unos ripios inocentes.No hacía muchos minutos, en el pabellón de deportes de la ciudad Fraga había dicho, en un alarde de ingenio, que "no se ganó Zamora en una hora, pero Zamora ganó mi corazón en un minuto". Venancio Hernández, decano del Colegio de Abogados, no quiso quedarse atrás. Hasta el sábado se le conocía por sus chispeantes intervenciones en fiestas familiares, bodas y bautizos. Nadie sabía del talento político del vate local, dirigente, además, de AP.

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Pronto se disiparían todas la dudas. La beatífica sonrisa con que Fraga se disponía a escuchar el poema se heló en su rostro cuando el poeta anunció que dedicaría sus primeros versos "a un político" y arremetió, sin citarle, contra Felipe González (un personaje intocable en la campaña fraguista), hablando, entre otras cosas no del todo inteligibles, de "bajada de calzón ante el Reino Unido". El mismo leit otiv se repitió en las estrofas siguientes, dedicadas a "alguien apellidado con nombre de torero" (Fernández Ordóñez, obviamente), quien "dejó a la clase media en calzoncillos".

Sin embargo, donde el decano-poeta dejó más patentes las cumbres de su talento fue en los versos dedicados al "retrato de un periódico": Diario Independiente se titula / diciendo así desde el renglón primero / pues que depende, y cómo, del dinero / de aquellas turbias gentes a que adula.

Llegados a este punto, Fraga, visiblemente desconcertado, dirigía miradas poco tranquilizadoras al presunto culpable de la organización de la reunión, el candidato a la alcaldía Luis Cid. Pero Cid, lo mismo que los otros varios cientos de militantes zamoranos que acudieron a la cena, parecía enormemente divertido por la versificación, que había presentado su autor como "pobtico-satírica".

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Y así, el poeta atacó su cuarta obra, dedicada a alguien que "tiene aire de galán desconocido, sirvió adulón a muchos personajes, camisa azul y brazo levantado, lealtades juré que ya ha olvidado, cambiando las ideas como trajes". Para que no hubiese dudas sobre el destinatario de los ingeniosos versos, Venancio Hernández concluyó sus rimas con una confusa referencia a cierto duque.

Un coro típico, con baile y danzas, acudió de inmediato a seguir amenizando la sobremesa. Diez minutos transcurrieron hasta que Fraga, con el rostro. ceniciento, se levantó y se despidió apresuradamente, aludiendo a la necesidad de descansar. Venancio Hernández, que aún recibía parabienes, fumaba un largo habano sabiéndose el héroe de la cena-coloquio (que jamás llegó a tener coloquio).

Era la segunda vez en el día que el líder de la oposición notaba que fallaba su infraestructura: horas antes, en León, la organización local de su partido celebraba un almuerzo público en el lujoso hostal de San Marcos, cuando Fraga confesé que él hubiera preferido algo "más de acuerdo con nuestro aire populista". Días antes, en Valladolid, el jefe de prensa provincial de AP también puso su grano de arena para hundir la campaña de su jefe nacional, al advertir por su cuenta a los periodistas locales que no debían hacer preguntas relacionadas con el caso Almirón, "porque la conferencia de prensa, entonces, duraría un minuto".

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