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LA LIDIA : FERIA DE SEVILLA

La solera

Primero le echaron agua al vino y luego le metieron química. El vino del toreo está ahora irreconocible, que ni es blanco, ni es tinto, ni tiene color. Paladares sin pizca de sensibilidad lo aceptan, pues les da lo mismo, pero quienes tienen gusto y quienes saben catarlo echan de menos la calidad verdadera y buscan su solera con desesperado afán.Pocos saben que la tienen ahí Ayer hubo en el albero de la Maestranza pura solera del toreo. La llevaba Pepe Luis Vázquez en catavino -poquito y bueno- y la exhibió en una faena perfectamente construida que aparte imperfecciones, casi todas de temple, tuvo momentos de auténtica exquisitez.

Se la hizo a un toro imposible, manso, descastado, marmolillo, escurrido, feo y caraculiambro. Se la hizo a un toro bueno para tremendistas y absolutamente negado para interpretar arte, pese a lo cual cuajó muletazos de gran belleza. La suavidad del tanteo, con su trincherazo final; el cambio de mano, varios naturales y redondos, los pases de pecho, poseyeron una calidad de primer orden.

Plaza de Sevilla

23 de abril (por la tarde). Novena corrida de feria.Cinco toros de Nuñez Hermano y cuarto de Nuñez Moreno de Guerra, mansos. José Antonio Campuzano. Media caída y descabello (ovación y salida al tercio). Tres pinchazos bajos, rueda de peones y cuatro descabellos (aplausos y saludos). Pepe Luis Vázquez. Dos pinchazos (palmas y saludos). Estocada y descabello (aplausos y saludos). Curro Durán. Pinchazo y estocada tendida (aplausos y salida al tercio). Metisaca, pinchazo y media baja (ovación).

Todos los muletazos eran mejorables, por supuesto, pero había que tener en cuenta al toro, pelmazo toro, y sobre todo la construcción misma del trasteo, pura solera en su acabada técnica, ejecutado con rara pulcritud, absolutamente inusual en estos tiempos.

Dicen que este toreo es el que quiere la Maestranza, pero no sería ayer. La Maestranza lo contemplaba callada y distante. El ole grasioso, el jipío, los aplausos, al parecer los reservaba para el vino peleón, para el arte de garrafa. En el quinto de la tarde que aceptó pocos muletazos por el pitón izquierdo sin derrotar y ninguno por el derecho, estuvo reposado, y valiente Pepe Luis aunque lo mismo le habría dado bailarse una sardana en las soledades del patio de su casa. Ni caso le hizo la gente que, además, estaba más preocupada por guarecerse de la lluvia, que caía precisamente en aquellos momentos. Sólo cuando, en el volapié, salió el torero prendido por la pechera -afortunadamente sin consecuencias- reaccionó el público y le dedicó una ovación.

Continúa Pepe Luis Vázquez con la cruz de su apellido histórico. Con el calvario de un taurinismo espeso que se lo niega todo, y de una afición que aún no le ha perdonado la administración que tuvo de novillero, mediante la cual le paseaban por los ruedos con la misma táctica empresarial que a Maribel Atienzar. Le va a costar horrores abrirse camino, pero sería importante que no desesperara, pues tiene en la cabeza la más pura versión del toreo, es torero de corazón y atesora esa solera que creíamos perdida. Algún día las mejores aficiones del país podrán paladearla; o al menos eso esperamos.

Tarde de toros descastados, uno de los que salieron nobles le correspondió, de nuevo, a José Antonio Campuzano, el cual lo muleteó con apabullante vulgaridad. Al cuarto, manso y con genio pero que metía bien la cabeza, no lo supo entender. Curro Durán le hizo a este toro una faena precipitada al también noble tercero y no se acoplé con el sexto, que le había pegado un volteretón impresionante al rematar un quite. La gente les jaleó a ambos con oles grasiosos, jipíos, aplausos. El toreo a granel le hacía feliz. Al asolerado néctar que le ofrecieron ayer en catavino -poquito y bueno- no le hizo ni caso, y algunos hasta lo escupían por el colmillo ¡puaf!. Pobre fiesta.

Aclaración

En la ficha de la crónica correspondiente a la corrida del pasado viernes en la feria de Sevilla, hubo dos errores que ahora subsanamos. El sobrero era de Joaquín Barral, y Espartaco le cortó una oreja. Lo que se publicó fue que el sobrereo pertenecía a la ganadería anunciada (Torrestrella, de Álvaro Domecq) y que Espartaco en este toro había dado la vuelta al ruedo.

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