El partidismo llega al palco
Le pegaba José Antonio Campuzano docenas de pases al toro que abrió plaza y corría el reloj para todos, menos para el presidente. O quizá no tiene reloj propio el presidente, ni digital, ni a pila, ni de cuerda, ni peluco, sino de sol, y como no había, se guiaba por el olfato. Campuzano rebasó en dos minutos el tiempo de faena que le concede el reglamento, a pesar de lo cual no le mandó aviso. El plumero de partidismo empezaba a llegar al palco.Llegaría del todo un rato más tarde, para el placentino Juan Mora, que en algunos instantes alcanzó a torear como los ángeles; y de tan alada manera, que si bien la afición sevillana le había catalogado torero del norte, olvidé el estigma y estaba con él. Cuando entró a matar Mora, no habían transcurrido ni ocho minutos desde que iniciara el trasteo, pero al funcionario de palco le debió sonar en la nariz el despertador, y envió el aviso.
Plaza de Sevilla
22 de abril. Séptima corrida de feria.Toros de Torrestrella bien presentados, variados de capa, inválidos y descastados, el quinto fue devuelto por cojo y salió el sobrero de la misma ganadería. José Antonio Campuzano. Pinchazo hondo caído, otro perdiendo la muleta y descabello; rebasó en dos minutos el tiempo reglamentario (ovación y salida a los medios). Pinchazo y bajonazo (aplausos y salida al tercio). Espartaco. Estocada (oreja). Estocada perdiendo la muleta y dos descabellos (vuelta). Juan Mora. Pinchazo -aviso con dos minutos de adelanto-, otro pinchazo, estocada caída y dos descabellos (vuelta). Pinchazo, media baja y dos descabellos (palmas).
El público, que también es partidista, reaccionó vigorosamente, para restablecer la justicia. Una cosa es que jaleé a los diestros de la tierra, aunque toreen con tanta vulgaridad como Campuzano ayer, y otra que asuma la complicidad de un atropello, no importa que sea a un torero del norte, de los de Despeñaperros p´arriba. De forma que obligó a Juan Mora a dar la vuelta al ruedo y le tributó una clamorosa ovación.
Ese tercer toro, como casi todos en tarde de Torrestrella (leáse Domecq, don Alvaro) descastados, bonito y flojo, era un marmolillo. No obstante Mora logré mandar, templar y ligar; desgranó redondos muy toreros, la mano baja y el corazón a ritmo. Se adorné pinturero, tiró los trastos, alardeó ante el pintón. Una faena así, de menos a más, correctamente construida, emocionante, y en diversos pasajes también bella, merecía algo más que la supuesta arbitrariedad de un funcionario metido a árbitro sin más recursos que su olfato. Merecía el aplauso cálido de una afición sensible y así ocurrió.
El otro toro de Mora, más marmolillo aún, no tenía ni un pase, por lo que el torero recurrió a porfiarle entre las astas, jugándose la cornada y jugándose además el crédito de artista que había ganado en su turno anterior. Erré, pues en Sevilla no aceptan mas encimismo que el de los toreros de Despeñaperros p'abajo, y aún no siempre.
La sevillanía de la Maestranza se volvió con José Antonio Campuzano, que no pasaba de ser un incansable pegapases lo mismo con el noble primer toro que con el colorao, albardao y amargao cuarto, grandón, descastado, parado, cabeceante y obtuso. Y tuvo su prolongación con Espartaco, que estaba hecho un Paquirri y recibía a porta gayola a cuanto le salió por los chiqueros. Después de la larga cambiada sufría desarmes en las veránicas pero el público, con mirar a otro lado y silbar El sitio de Zaragoza, ya lo tenía todo resuelto para aplaudirle lo mismo que si hubiera reaparecido Pepe Luis.
La primera faena del diestro de Espartinas, a un borrico por cierto, resultó pesadísima, pero el sobrero le salió boyante y consiguió una faena espectacular y a veces hasta muy centrada, principalmente en los naturales que le salieron muy acabados de temple, largura y mando.
Dos horas y media largas duró la corrida y no se hizo pesada a pesar de que los bonitos Torrestrella, variados de capa -hubo un salpicao, un lucero calcetero, un colorao, un jabonero, ¡el arco iris!-, salieron inválidos y mulos, ya que de toreo algo bueno se vió. Está comprobado que le sienta bien a la Maestranza la lluvia que siguió cayendo fuerte ayer y volvió a encharcar el ruedo. A quien no le sienta bien es al presidente, que sin sol pierde el norte, y se le ve el plumero.
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