El Faraón aún no tiene sucesor
Toda una plaza, menos la música y acá, "¡plas, plas, plas!", por bulerías, tocándole las palmas a Paco Ojeda. La ovación ya había sido, y de gala, pero faltaba esta rúbrica especial, que era la convenida para proclamar que Curro, el Faraón, ya tenía sucesor en el reino taurino de Sevilla y su corte de La Maestranza. Pero la alegría fue erimera. Curro aún reina.Unas verónicas de recibo, instrumentadas con largura y ángel y el apunte de cuatro medias verónicas, habían producido el alboroto y la gran fiesta. Ese fue el triunfo de Ojeda en la tarde y solo por ahí podría acabar con CurroRomero, según parece su pretensión y sueño. Aunque la verdad es que Curro se basta para acabar consigo mismo, en esta temporada precisamente, pues atraviesa irna súbita crisis de identidad. Sorprendentemente, no es el valor lo que le falla, sino la inspiración. Es decir, al revés que siempre. O acaso ocurre que ha entrado en la decadencia, contra la que se rebela, su personalidad de artista se resquebraja y nos descubre las pequeñas miserias ocultas de su condición humana.
Plaza de Sevilla
19 de abril. Cuarta corrida de feria.Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, con casta. El quinto sospechosísimo de pitones. Curro Romero. Pinchazo, se cae el toro y lo apuntillan (bronca). Pinchazo y estocada caída (indiferencia). Paquirri. Pinchazo del que sale trompicado, otro bajo y rueda de peones (ovación y saludos). Pinchazo y estocada baja (Palmas). Paco Ojeda. Estocada desprendida (oreja). Pinchazo y media estocada caída (aplausos). Curro Romerofue despedido con lluvia de almohadillas
Porque puede suceder que Curro no tenga tanto miedo como ha dejado traslucir duante lustros, y lo aparentaba solo para enmascarar su falta de inspiración o incluso su incapacidad técnica ante los toros de contraestilo. Y es ahora cuando recurre al valor que en realidad tiene (no tanto como Frascuelo, conviene precisar), en calidad de último recurso para defender el trono del que intenten derrocarle Paco Ojeda o cualquier otro torero con ambición.
Distinto es que ese trono vaya a ser para el primero que lo reclame, Ojeda incluido. Son muchos los toreros que han salido a hombros por la Puerta del Príncipe, mientras Curro Romero lo hacía por la de cuadrillas, cariacontecido, a pie y bajo un torrente de almohadillazos, y a ninguno de ellos le ha valido para reinar en La Maestranza. Tarde o temprano, el toro -y el público también- coloca a cada cual en el lugar que le corresponde. Paco Ojeda no ha sido la excepción. El papel de gran pretendiente, con sus correspondientes fastos y la multitud que le acompañaba (sanluqueña principalmente por razón de paisanaje) le ha durado los tres días transcurridos desde su actuación del sábado. Ayer, los toros que le correspondieron no se caían, como la tarde del triunfo clamoroso, y tenían trapío, y además casta, que es lo importante. Les hizo faenas muy meritorias, por supuesto valientes, pero tuvo que descomponer la verticalidad de su toreo, mudar las actitudes estatuarias, marcharse a escape de la cercanía de los pitones, pues ese terreno es del toro, cuando tiene casta, y lo defiende a derrote limpio. Sufrió enganchones de la muleta y algún desarme. Quizá torero importante, la afición sevillana supo ayer, sin embargo, que no es Ojeda su Mesías.
Y sigue Curro, hasta que llegue el que ha de venir (si viene) o hasta que él mismo se pierda en los vericuetos de la mediocridad. Toreó mal, y en un quite por verónicas, que por cierto instrumentó correctamente, hasta se le burlaban. Tuvo bronca en un toro y en otro no le hicieron ni caso. Se ha puesto Curro, repentinamente, al nivel de los pegapases, como Paquirri por ejemplo, pero la diferencia está en que el atlético diestro barbateño los da de verdad, y expone, y bulle, y desde la inevitable larga cambiada de rodillas hasta el volapié final, pasando por las banderillas a velocidad de vértigo, es siempre el mismo, sin mixtificaciones. Y, además, dentro de unos días se casa, porque puede, y está de enhorabuena. Así que eso.
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