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Entrevista:

Felipe González defiende los sentimientos pacifistas arraigados en la juventud

En agosto de 1982, en la República Dominicana, la autora de esta entrevista conoció al que cuatro meses más tarde se convertiría en el jefe de Gobierno más joven de Europa occidental. A orillas del mar, en un ambiente amistoso, Gaetana Enders, redactora jefa de la revista de Washington Courrier Diplomatique y esposa del subsecretario de Estado norteamericano para Asuntos Interamericanos, Thomas Enders, pidió a Felipe González una entrevista en el caso de que éste llegara a ser presidente del Gobierno. El líder socialista español aceptó. En cumplimiento de esta promesa, Gaetana Enders viajó a España en el mes de febrero.

Esta entrevista tuvo lugar en el palacio presidencial de la Moncloa. Al lado de su mujer, el recién elegido presidente habló francamente y, a veces, apasionadamente de sus planes para España, de los problemas económicos del país, de un materialismo excesivo y de la necesidad de volver a reconquistar valores más humanos. Habló también de las relaciones entre España y los Estados Unidos, de América Latina y de la crisis general de nuestra civilización, crisis que él piensa que estamos en disposición de cambiar. Idealista y pragmático, Felipe González es presidente del Gobierno en España en un momento en que este país puede ser una voz importante para la política europea.P. Usted ha ganado las elecciones con una mayoría de votos notable en un momento en que España se encuentra en una situación económica difícil. Su triunfo demuestra que su país tiene fe en que un régimen socialista lo lleve otra vez hacia la prosperidad. ¿Cómo intentará lograr usted este fin?R. Bueno, yo creo que, para matizar lo de la comprensión del lector, que tiene confianza en que el socialismo democrático podría dar una respuesta a la profunda crisis, no sólo económica y social, sino a una cierta crisis de civilización que se está viviendo en España y en otras áreas del mundo, y quizá es una respuesta frente a la oferta de una cierta corriente de neoliberalismo que plantea las relaciones sociales sobre un principio filosófico que es el de sálvese el que pueda, el que sea más sano sobreviva y el que sea más débil o esté enfermo no sobreviva. Creo que ha cuajado la idea en la sociedad española de que hay dos elementos básicos para superar la situación actual. Uno, la solidaridad, es decir, España pertenece a todos, no se puede fragmentar la sociedad y cada uno enfrentarse con los demás. Esa es una idea. Y segundo, sólo el esfuerzo, el esfuerzo consciente de todos, puede sacar a España de la crisis. Esas dos ideas están bastante próximas a lo que representa el socialismo democrático como mensaje. Y yo eso es lo que creo que ha hecho cuajar el triunfo del partido socialista en España que, por otra parte, ha presentado un programa fundamentalmente basado en estos principios y no un programa al uso de transformaciones; por ejemplo, de nacionalizaciones de sectores industriales, etcétera.

P. ¿Cree usted que para establecer una mejoría económica en Europa, o en otros países, es mejor tener un programa no muy radical, de mucha inversión económica, para ganar la confianza de los industriales? ¿Usted piensa cooperar con los industriales?

R. A nivel español, desde luego, nosotros propiciamos, con mayor o menor fortuna -espero que sea con bastante fortuna-, la idea de que los sectores financieros, los sectores industriales, los sectores de servicios y los sectores representativos de los trabajadores se pongan de acuerdo con el Gobierno, aunque no sea en una plataforma rígida común, en conseguir una serie de objetivos, pero de objetivos en base al acuerdo. Pero el margen de cada país es un margen muy estrecho, por la interdependencia de la economía internacional. Entonces, además de eso, yo creo que nuestro problema no es sólo nuestro problema, el de España; ni siquiera es ya un problema regional de la Europa occidental; es un problema mundial, de una agudeza preocupante. Nosotros concebimos un prudente relanzamiento mediante una política concertada también a nivel internacional, no sólo a nivel nacional concertada en el sentido de que estén de acuerdo los distintos sectores de la sociedad pata repartir la carga de la crisis y para hacer un esfuerzo de superación de la crisis Ese planteamiento debería servir también a nivel internacional.

No podemos seguir creyendo, n siquiera puede ya Estados Unidos que lo. que se puede y se debe hacer es salvar a un país independientemente de que los demás estén sufriendo más o menos la consecuencias de una política brutal de ajuste en cada país.

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P. Muchos piensan que la mujer tendría que tener más responsabilidad en el ámbito de su régimen, que tenía como eslogan el cambio. ¿Opina usted que éstas son ambiciones justificables?R. Absolutamente, e incluso, yo creo que son necesarias. Nosotros tenemos un Gabinete muy corto en relación con otros europeos, pero hemos intentado, y no por un prurito simplista de incorporación de la mujer, sino por hacer justicia a los méritos de cada persona, que las responsabilidades las ocupen personas con capacidad. No obstante, el grado de integración de la mujer en la responsabilidad política en España, a mi juicio, sigue siendo bajo. Digo, tan bajo como en otros países de nuestro entorno europeo, y a mí me parece extraordinariamente bajo y escaso; eso no se soluciona, desde mi punto de vista, con, un mero voluntarismo político, hay quizá allí una batalla que librar que no es sólo la batalla de las mujeres, sino la de los hombres, que no es sólo la de los hombres, sino la de las mujeres.

P. España y EE UU tienen mucho en común, intereses económicos, deseos de conocerse más y la defensa de una seguridad mutua. Lo más importante es un deseo de sostener y defender la democracia. Desgraciadamente, este sistema no está aceptado como modelo universal. ¿Cómo ve usted el futuro de la democracia en el mundo y cómo opina usted que EE UU y España podrían cooperar mejor para el triunfo de esta misma?

R. En cuanto a la primera parte, quizá se pudiera responder con mayor facilidad: la democracia, el pluralismo, la libertad de expresión de ideas, todo lo que comporta el concepto de democracia sin adjetivos, porque en cuanto que se la adjetiva es terrible, sigue siendo la excepción; la regla siguen siendo los regímenes autoritarios a nivel mundial; si se contabilizan los países que respetan el pluralismo y las libertades, resulta que son muy escasos. ¿Cómo se podría desarrollar un mundo más libre, más plural? Creo que, entre otras cosas, hay un elemento enormemente importante en la consideración de ese desarrollo plural del mundo, pero al mismo tiempo un elemento muy arriesgado. Yo creo que el mundo sigue dividido en zonas de influencia, y en las zonas de influencia resulta que el elemento de identificación con el régimen, digamos de la potencia que hegemoniza una parte del mundo, es un elemento secundario; prima sobre todo la dialéctica amigo-enemigo por encima de cuál es la estructura política, cuál es el ámbito de libertades que se vive en ese país. Eso parece que es, en principio, una "necesidad", entre comillas, de los países poderosos para garantizar su ámbito de seguridad y de influencia, y por eso digo necesidad entre comillas. Yo, por ejemplo, lo proyectaría, para no hacerlo tan universal, al continente iberoamericano, ya que la pregunta es cómo podemos cooperar con Estados Unidos en el restablecimiento de un sistema de libertades. Yo parto de un principio que se lo permite más un país mediano, como España, que a un gran país como Estados Unidos; el principio del que parto es no quiero para nadie lo que no quiero para España; por tanto, yo estoy dispuesto a defender en el terreno de los principios y de la práctica el pluralismo y la libertad en cualquier país hermano de Iberoamérica o Latinoamérica. Estados Unidos se puede hacer el mismo planteamiento, filosóficamente, pero en la práctica de cada día puede tener más dificultad -y, por lo visto, las tiene- y eso es la constatación de cada día; entonces tendrá menos en cuenta si un país latinoamericano es o no democrático que si es o no un país fiel aliado de Estados Unidos; eso es un elemento diferencial del que yo no quiero abusar para decir: es que nosotros tenemos mayores convicciones. No es verdad, tenemos necesidades distintas que las que tiene Estados Unidos. Ahora bien, la conclusión a la que quiero llegar es la siguiente -que quizá sea el único mensaje válido-: yo creo que, estratégicamente, en un proyecto que encare ya el año 2000, el continente iberoamericano o encuentra una salida pluralista democrática que encauce las reivindicaciones de una sociedad que emerge con fuerza, con una presión demográfica tremenda, o el continente corre el riesgo de ser un continente explosivo. En manifestaciones parciales ya se ve que tiene un cierto carácter explosivo; por tanto, estratégicamente, el objetivo tiene que ser la democracia y el pluralismo, y a ese objetivo habrá que sacrificar a veces intereses tácticos inmediatos.

P. Muchos norteamericanos y jóvenes en el mundo sienten una similitud entre usted y Jack Kennedy. Nos parece usted un joven líder lleno de carisma, un símbolo de cambios saludables. Esta esperanza de muchos va a ser pesada. ¿Siente usted este peso?

R. Bueno, yo creo que la responsabilidad, si no se siente es que se es irresponsable.

P. Usted tiene la ventaja de ser joven, y de tener un sistema de cambio que nosotros pensamos que Jack Kennedy nos ofrecía también. Usted representa un modelo para muchos que piensan que Felipe tenga una solución mejor. Ese peso es su responsabilidad.

R. ¿Qué puede significar eso?, ¿que uno tiene un modelo acabado, un proyecto acabado, para decir: hay que empezar aquí y terminar allí, como si lo tuviera uno dibujado sobre el papel? Si significa eso, debo decir, y lamento decepcionar a quien me oiga decir esto, que eso no es verdad; no hay un modelo acabado de lo que se debe hacer desde aquí a 10 o 15 años. Donde creo yo que puede radicar un poco es en el elemento dinámico que, aprovechando la profunda crisis en que vivimos, busque un mundo mejor.

Hay que volverse de nuevo a los valores de la persona humana, a los más nobles valores de la persona humana, como son el sentimiento de solidaridad, el deseo de libertad y esos sentimientos muy primarios -si se quiere, no primarios en el sentido de primitivos, sino muy en la raíz del hombre que pugnan con el sentimiento egoísta, con la lucha fratricida interna o internacional. Estamos en una crisis que es algo más que económica, que es algo más que política, o de tensión Este-Oeste, o de tensión de un país con otro país; estamos en una crisis que cuestiona valores. que se han sentido como valores perfectamente acuñados, como los que decía Sampedro, los del mejorestar, no los del bienestar, un consumismo desenfrenado como el elemento de satisfacción de una vida, que no es nunca verdad. Creo que hay que intentar reconsiderar esos valores para encontrar otros con mayor autenticidad dentro de un mundo que no se puede permitir esa carrera desenfrenada de la competencia salvaje del consumismo.

No habría que descalificar los movimientos por la paz de la juventud, simplemente diciendo que están manipulados por otra potencia y tal, porque puede haber un segmento de manipulación; pero el deseo de paz de un joven con 17 años no manipulado, sino de inmensas mayorías de población joven, realmente eso es un deseo muy arraigado en el sentimiento de la juventud. Yo creo que eso no habría que despreciarlo, no habría que intentar encauzar las ideas sobre la base de la dialéctica amigo-enemigo. Yo creo que habría que intentar corregir eso, y no estoy haciendo una declamación pacifista a ultranza, estoy diciendo que los valores de la humanidad no van por el enfrentamiento.

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