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ELECCIONES DEL 8 DE MAYO

Dar la batalla al nacionalismo y consolidar su voto, objetivo electoral de los socialistas

El primer día de campaña comenzó, contra lo que ha venido siendo normal en ocasiones precedentes, con una ausencia casi total de grandes mítines. Las preferencias de los técnicos electorales se inclinan esta vez por los actos festivos, en los que la presencia del candidato junto a las atracciones es más, importante que los discursos. En las declaraciones iniciales de los líderes se vislumbra una campaña dura. Ese es el clima que, en lo que respecta al País Vasco, desprenden las declaraciones de Arzallus y Benegas efectuadas ayer en Vitoria. No menos reñida se presenta la situación entre nacionalistas y socialistas en Cataluña, donde Pujol participó ayer en un mitin. Fraga prosiguió en Toledo y Ciudad Real la campaña que inició hace días. En Madrid, uno de sus hombres, Robles Piquer, hablaba de que había llegado la hora de dar la batalla por el crucifijo en la escuela. Carrillo, tras pegar carteles en Madrid junto a Iglesias, viajó a Málaga, donde acusó a Fraga de haber perdido los papeles. Suárez, que también pegó carteles en Salamanca, defendió en León su proyecto de centrismo.

El partido socialista inicia la campaña municipal con la firme intención de no repetir el pacto global de, izquierdas realizado en 1979. Confiados en un resultado electoral más favorable a sus candidatos del que se produjo en 1979, y con la experiencia acumulada en los cuatro años de gestión con los comunistas y otras fuerzas, el PSOE se ha propuesto consolidar su voto de 1982 como elemento clave para tener en su mano la llave del poder local. Los estrategas del PSOE admiten que sólo Euskadi y alguna otra zona de débil implantación socialista romperá la regla general de prescindir de acuerdos con otras fuerzas, que en el caso vasco estarán claramente orientados contra el nacionalismo. Todo depende de los resultados, pero los socialistas lo indican con bastante claridad en su programa para estos comicios: "Las elecciones municipales a celebrar en esta primavera no van a ser similares a las de 1979. ( ... ) El Gobierno central anterior al cambio ha sido en general desfavorable al programa que la izquierda ha tratado de hacer efectivo desde los municipios. Pero hoy la situación es otra. Si hemos sido capaces de responder a la confianza depositada en nosotros durante el mandato local que ahora finaliza, con mayor razón responderemos durante los próximos cuatro años al llevar a cabo la profundización del cambio social ya comenzado". Y por si quedan dudas, el programa denomina "actores del cambio" a "los hombres y mujeres de nuestro partido".

El objetivo de los responsables de la campaña socialista es mantener y consolidar el voto obtenido en las elecciones legislativas del 28 de octubre. El PSOE descarta, prácticamente, la posibilidad de conseguir nuevos votos, porque las fuentes están exhaustas", en expresión de uno de sus responsables. Los únicos votos flotantes en estos momentos corresponden al 1,5 millones de sufragios obtenidos por UCD el 28-0, franja de la que difícilmente el PSOE podrá obtener sino una pequeña parte. Teniendo en cuenta los trasvases que puedan producirse por su derecha y por su izquierda amén del flujo de algún sector de su voto hacia otros partidos-, el PSOE se consideraría muy satisfecho si terminara las elecciones municipales en la banda del 45-48% de sufragios en el conjuntodel país. Incluso admite como un buen resultado perder dos o tres puntos en relación a su altísima votación del 280.

Siempre según los cálculos de los responsables de la organización electoral socialista, su partido se encuentra en condiciones de obtener la mayoría absoluta en casi 3.000 de los 8.000 municipios de España, entre ellos casi todas las ciudades principales: Madrid, Valencia, Sevilla, Málaga, Zaragoza; se observa con alguna reserva la situación de Barcelona. Con tales perspectivas, la estrategia socialista no pasa por repetir la experiencia de los pactos municipales generalizados. En función de los resultados que se produzcan, la cuestión de acuerdos para la gobernación de algunos ayuntamientos dependerá de razones locales o de estrategias políticas concretas para zonas de conflicto, como el País Vasco.

Los socialistas no descartan, incluso, la posibilidad de pactar hasta con los concejales de centro-derecha en algunos municipios de dicho territorio, si con ello se cierra el paso al PNV o a Herri Batasuna en casos críticos.

El PCE, a favor del pacto

El Partido Comunista de España, principal compañero de los socialistas en los pactos municipales durante estos cuatro años, observa las cosas desde perspectivas diferentes. Su objetivo electoral es detener la pérdida de votos y recuperar al menos una parte de los que se fueron el pasado 28 de octubre. Pero, en segundo lugar, la actual dirección del PCE intenta sostener la política de colaboración con los socialistas en los ayuntamientos, aun a costa de críticas internas en el sector más duro de su partido, que considera insuficientes los logros alcanzados a cambio de haber acompañado al PSOE en un entendimiento del gobierno local más a la derecha de lo que ellos hubieran deseado.

El "deseo de mantener y ampliar la experiencia de los gobiernos de izquierda en la mayoría de los ayuntamientos", bajo la idea de que "desde 1979 los ayuntamientos están cambiando con nosotros", constituye la línea argumental del programa comunista. Aunque el PCE no descarta el gobierno en solitario del PSOE en muchas ciudades, la dirección de los comunistas prefiere no cifrarlo todo en el mero análisis de resultados: su postura oficial es que "para una visión progresista es mucho mejor un gobierno de socialistas con comunistas"; por ello se declaran partidarios de los pactos por sí mismos, al margen de la capitalización que cada uno de los partidos pueda hacer de los mismos.

Es más: de cara al próximo congreso del PCE, el máximo responsable municipal comunista, Juan Fancisco Plá, adelanta ya que su postura será "plantear la colaboración permanente de socialistas y comunistas, con independencia del peso específico que tenga cada partido". Y lo razona así: "Los comunistas españoles nos hemos ganado a pulso que nadie pueda poner en duda nuestra vinculación al sistema democrático y el carácter independiente de nuestro partido. Nadie puede ya denunciarnos como representantes del Este o de defender soluciones a lo Jaruzelski. Además, desde 1975, numerosos sectores han actuado conjuntamente con el PCE, desde el propio Fraga (en la manifestación contra el golpismo de enero de

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AP, de la nada a la consolidación

En el otro extremo del arco político, Alianza Popular aguarda las elecciones municipales interesada en consolidar su voto de las legislativas del 28 de octubre, defendiendo para ello las virtudes del bipartidismo. La expectativa de erosionar el bloque socialista, merced a las críticas tanto de la acción del Gobierno central como de los fallos en la gestión municipal de la izquierda, abonan el relativo optimismo de los populares.

No parece sencillo dar un vuelco a la situación de poder local. Alianza Popular y los partidos coaligados con ella podrían obtener un buen resultado, sobre todo a la vista de que en 1979 apenas si pudieron presentar unas cuantas candidaturas; pero la sensación de victoria viene dada no sólo por lograr muchos votos, sino por obtener el poder municipal y provincial. Los adversarios políticos de AP auguran a este partido un ligero descenso de su nivel de voto -aviso cuya sinceridad cabe poner en duda, al producirse en la apertura de la campaña-; en cualquier caso, AP corre el serio riesgo de que se repita la situación de UCD en 1979, en que el importante voto centrista se tradujo en muchas alcaldías dispersas y en el dominio de muy pocas ciudades importantes.

Alianza Popular es la gran incógnita de estas elecciones. La consolidación de su voto es importante para el proyecto de reorganización de la derecha, pero la carencia de poder local reduciría sus posibilidades políticas estrictamente a la oposición generalizada en todas las instituciones y ámbitos del país, con las excepciones de Galicia y algunas otras zonas de la España interior, más inclinadas tradicionalmente al poder conservador. En función de los resultados, la dirección de AP no descarta acuerdos poselectorales con Convergència i Unió para distribuirse las instituciones locales en Cataluña.

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