Deporte de recogepelotas
El deporte, en este país, ha vivido siempre de los españoles insólitos. Salvo lo de la furia de Amberes, el gol de Zarra y la Eurocopa ganada a la URSS, todos los grandes triunfos han llegado por vía de las disciplinas minoritarias. Y, sorprendentemente, los mayores triunfos se han producido en las más elitistas. Los primeros pasos en Wimbledon, por ejemplo, se produjeron con Lily Alvarez, Manuel Alonso y el conde de Gomá. La revolución llegó con Santana.España, en Juegos Olímpicos, se ha asomado al podio en hípica, remo, tiro, hockey sobre hierba, vela, esquí, piragüismo, boxeo, natación y atletismo, pero ninguno de estos triunfos creó ídolos y deslumbró al mundo. Para que el deporte español adquiriera dimensión internacional fue necesario que Santana y Severiano Ballesteros conquistaran el favor del mundo anglosajón.
La existencia de Ballesteros fue un descubrimiento de la Prensa inglesa. En el Reino Unido saben más de Sevvy que en Pedreña, que es donde la familia Ballesteros se ejercitó en las tareas de caddy. Sota ya llamó la atención, con la potencia de sus golpes, en los años sesenta, pero Severiano, su sobrino, ha ido más allá de lo previsible. Ballesteros es uno de los pocos españoles con talla de número uno mundial. El golf, mientras tanto, sigue siendo práctica minoritaria y propia de una clase social elevada. Pero, como en el tenis, a los potentados siguen dándoles sopas con honda los recogepelotas.
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