_
_
_
_
EL TRIUNFO DE SEVERIANO BALLESTEROS EN EL MASTERS DE AUGUSTA

Cuatro bajo par en cuatro hoyos, clave del éxito de Severiano Ballesteros en el Masters

Desde un principio ya pareció que la chaqueta verde del Masters esperaba el lunes a uno de los cuatro mejores jugadores de golf del mundo. Todos ellos habían ganado el Augusta National en años anteriores, y tres de ellos habían vencido en los cuatro principales campeonatos del pasado año. Tom Watson ganó el Open de Estados Unidos y el Open británico; Raymond Floyd, el campeonato de la Asociación de Jugadores Profesionales de Golf, y Craig Stadier, el Masters. El cuarto, el español Severiano Ballesteros, había ganado el Masters de 1980 y el Open británico de 1979. De hecho, cualquiera de los cuatro podía ganar el dinero, que en esta ocasión se elevaba a la cifra récord de 90.000 dólares (12 millones de pesetas). Pero, al final, fue Ballesteros quien se puso la chaqueta verde, que parecía estar hecha a su medida, después de haberse situado cuatro bajo par en los cuatro primeros hoyos.

Más información
Deporte de recogepelotas
El 'oscar' de Severiano

A través del fuerte viento, este español de 26 años consiguió 69 golpes de los 72 de par, totalizando 280, ganó su segundo Masters y borró por completo a sus otros tres, rivales. Entre los cuatro habían acumulado antes del lunes los cuatro títulos más importantes: Watson, siete; Floyd, tres, y Ballesteros y Stadler, dos cada uno.Aproximadamente una hora antes de sacar la pelota desde el tee, los cuatro llegaron por separado al pequeño vestuario del piso de arriba, reservado exclusivamente para el Masters. Ballesteros fue el primero, comiendo dos bollos ingleses con mantequilla y tomando una taza de café, se sentó en una de las pequeñas mesas. Floyd entró separando las batientes de madera. Un momento más tarde llegó Watson.

"Caballeros, caballeros", dijo Watson alegremente. "Buenos días, caballeros". Floyd y Ballesteros respondieron al saludo con un gesto. "¿Está aquí Stadler?", preguntó alguien. "Ya debería estar aquí. Se está retrasando". "Stadler está abajo", dijo otro que andaba por allí. "Está llamando por teléfono".

Unos minutos más tarde, Floyd, concentrado y sin sonreír, salió hacia la planta baja. Ballesteros apareció a continuación. Momentos después apareció Watson sonriente. "Ha llamado su amigo Tony", le manifestaron, "dice que está listo". "Y yo también", respondió el campeón de los Masters de 1977 y 1981.

Watson se apresuró escaleras abajo, cruzó por la verde alfombra del pequeño vestíbulo, donde Craig seguía todavía hablando por teléfono, y recorrió el paseo hacia el campo de prácticas en el que Ballesteros ya estaba lanzando pelotas. A los pocos minutos, los cuatro se movían con graciosa elegancia, cada uno con su caddie al lado, mientras las pelotas remontaban el vuelo por el amplio campo hacia las dos banderas amarillas que ondeaban en los greens de blanco.

No faltaba ni media hora para que los cuatro iniciaran el saque del tee. Ballesteros con Watson en la primera pareja, y Floyd con Stadler en la segunda tanda.

Al verlos en el tee de prácticas, todos ellos aparentaban ser iguales, y a un tiempo muy diferentes. Cada uno a su manera simulaba ser un campeón de cualquier otro deporte. Watson, robusto y vigoroso, pelirrojo y compacto, con un wedge en vez de un balón de baloncesto. Ballesteros, moreno y elegante, un joven torero español con un guante de golf en vez de una capa roja. Stadler, rechoncho y con bigote, un interior en punta, con un putter en vez de un casco de rugby. Floyd, alto y ancho, un bateador nato de 40 años, con un driver en vez de un bate de baseball.

Los cuatro, cada uno en su estilo, se movían con gracia, sin esfuerzo aparente. Pronto, Watson y Ballesteros salieron del campo de prácticas, camino del primer tee. Floyd y Stadler siguieron poco después. Ahora, en el primer tee, un miembro del Augusta National hizo señas con los brazos. "¡Atención, por favor!", dijo el hombre, "va a sacar Seve Ballesteros".

Un instante después, el saque de tee del español remontó el vuelo por encima de la arena de la cima de la colina, por la derecha del recorrido principal. Entonces, Watson, con un drive, lanzó hacia la izquierda, contra los pinos. Su pelota hizo caer una piña y cayó sobre la hierba todavía húmeda por las lluvias del viernes y el sábado. De pronto, una niña pequeña cogió la pelota de Watson. Pero varios espectadores gritaron, dejó caer la pelota y, salió corriendo.

Desde allí, Watson dio un potente golpe que hizo volar la pelota por entre dos pinos y cayó a poca distancia del green de este primer hoyo de 400 yardas. Ballesteros consiguió aproximarse a un metro del hoyo. Watson intentó salvar el par, pero el español hizo un birdie. Se había colocado ya bajo par en el torneo, poniendo serios a Stadle y Floyd, que estaban esperando para hacer su lanzamiento en el primer green.

En el segundo hoyo, de 555 yardas, un terreno inclinado hacia la izquierda, Ballesteros hizo un lanzamiento casi a domicilio. Lo mismo hizo Watson, aunque quizá unas 15 yardas más lejos. Con un bosque en el green, Ballesteros dio un golpe que voló como un reactor de combate, pero se posó sobre el suelo con la suavidad de una mariposa, rodando hasta metro y medio del hoyo. Watson ejercitó prácticamente el mismo golpe, y su pelota se colocó a unos tres metros y medio. Con los espectadores en vilo, Watson golpeó con su eagle y falló. Ballesteros utilizó también su eagle y lo consiguió.

Tan sólo después de dos hoyos, Ballesteros se encontraba de pronto a la cabeza del Mastes -ocho bajo par en el torneo, tres bajo par en la ronda- En el cuarto hoy de 205 yardas, golpeó un iron como si estuviera lanzando un dardo. Su pelota cayó en el green a unos treinta centímetros del agujero y retrocedió otros treinta centímetros. Al hacer el birdie se encontraba a nuevo bajo par en el torneo y a cuatro bajo par en cuatro hoyos en la ronda. En realidad el Masters ya había concluido. Watson se colocó a dos tiros del español con un eagle de siete metros y medio en el octavo hoyo. Pero en los tres hoyos siguientes hizo bogey, bogey, bogey.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_