François Mitterrand puede haber desarticulado la red del espionaje soviético militar en Francia
Con la espectacular expulsión de 47 diplomáticos soviéticos residentes en Francia, se estima que el presidente François Mitterrand ha desarticulado de un golpe el espionaje de los servicios secretos de la URSS en Francia, "sobre todo en el sector militar", según declaración oficial. El efecto inmediato, más tangible y oportuno, es de orden político, interior y exterior. Según informes creíbles, el número de soviéticos residentes en Francia asciende a 760 personas, de las cuales 358 pertenecerían a los diversos servicios especiales de la URSS.Las autoridades soviéticas han protestado oficialmente por el zafarrancho puesto en práctica por el Gobierno francés, que el martes expulsó a 47 diplomáticos, periodistas y agentes comerciales con sus familias, todos ellos sospechosos de espionaje, "sobre todo en el sector militar".
El Gobierno francés estima que sus relaciones con la Unión Soviética no se resentirán por esta medida sin precedentes, sin haber contabilizado de antemano el haber y el debe en el balance final.
Tras la radical medida del presidente Mitterrand, la pregunta más escuchada en Francia alude a la razón profunda que ha decidido al primer mandatario a realizar una operación sin apenas precedentes en la historia de la diplomacia mundial. A nadie se le ocurre pensar que el Gobierno francés, en esta ocasión, haya procedido a la ligera.
El aspecto negativo hay que buscarlo en las eventuales consecuencias que la medida puede tener sobre las relaciones entre los dos países, que ya eran malas. En el sector económico y tecnológico esas consecuencias pueden ser relativamente inofensivas para Francia, si se considera que Mitterrand, contrariando la estrategia norteamericana, ha firmado con la Unión Soviética el más importante contrato de importación de gas siberiano. Simultáneamente, el presidente francés ha ignorado el veto de suministro de tecnología a la URSS, deseado por el presidente Ronald Reagan.
Pros y contras de la medida
De cara a la comunidad occidental y a la política interior francesa es posible que Mitterrand haya matado dos pájaros de un tiro. Desde que el líder socialista francés llegara al poder en 1981, la administración norteamericana, como muchos Gobiernos occidentales, le reprochó la inclusión de ministros comunistas en su Gobierno, al prever que, en lo sucesivo, los secretos de la OTAN pudieran serlo menos para la URSS.
A partir de este momento se considera en París que Mitterrand podrá presentarse en la próxima reunión de los siete grandes países industrializados, en Williamsbug (EE UU), como un alumno modelo del atlantismo. Incluso el sector económico-financiero francés, azotado por los reveses de tres devaluaciones sucesivas en el período de 22 meses, pudiera encontrar nuevas dosis de comprensión por parte de todos los que en Occidente aún fruncen el ceño cada vez que se habla del socialismo a la francesa. En el terreno doméstico, la expulsión de los diplomáticos soviéticos, habida cuenta del prosovietismo de los Comunistas galos, aparece como algo que no pocos comentaristas de aquí equiparan al beso de la muerte de Mitterrand a los comunistas que participan en el Gobierno; es decir, al Partido Comunista Francés. Ayer, el secretario general del PCF, Georges Marchais, afirmó que "de ninguna manera su partido abandonará el Gobierno".
Una razón más directa puede haber decidido al Gobierno a limpiar el suelo francés de agentes de la KGB: informes no confirmados aseguran que el 80% de los secretos nucleares franceses han caído en manos de los soviéticos. Y, por fin, los peor pensados deducen que una operación de esta envergadura no se lanza de manera tan explosiva, según lo aconseja el código diplomático. El método de Mitterrand obedecería a razones puramente internas: desviar la atención de los franceses de los delicados problemas económicos que sufre el país, con un golpe de efecto como el de la expulsión de los espías soviéticos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.