La noche de los cordobeses
Sería pura casualidad, pero el festival de arte flamenco que celebró -por cuarto año consecutivo- la peña Fosforito en un cine del puente de Vallecal (Madrid), estuvo marcado por la presencia de los cordobeses. Tres de los cuatro profesionales que actuaron son de aquellos pagos.En primer lugar el propio Fosforito, quien lógicamente se convierte siempre en la gran estrella de estas veladas que ya se están haciendo tradicionales. En esta ocasión con todos los merecimientos, pues suyo fue el mejor cante que se escuchó en unas largas cinco horas de espectáculo. Con su público, con ganas de cantar y en vena de aciertos, Fosforito barrió. Tiempo hacía que no le veíamos tan entregado, olvidándose incluso de sus frecuentes autocontroles, y él, que en flamenco lo sabe casi todo, dio una auténtica lección. Estuvo brillante y vibrante, por alegrías, por soleares, por fándangos de Lucena, por tangos.
Luis de Córdoba es un joven cantaor en ascenso, poco oído en Madrid. Triunfó clamorosamente, pues su capacidad para conectar con el público es extraordinaria. Literalmente electrizó al auditorio. Con una voz aguda y con una potencia fuera de lo común, Luis sitúa. constantemente la tesitura de su cante en el puro grito. Esto quiere decir que, aún siendo su cante estimable, se le escapan los matices de registro bajo, grave, aquellos soníos negros que decía Manuel Torre.
Cantar en serio
Y Salako de Córdoba, quien sorprendenteniente optó por cantar en serio y lo hizo bien. Que un cantaor como él haga guardar silencio, cantando la debla, a un público que le estaba pidiendo fandangos, ya es un triunfo. Y además soleares, malagueñas y seguiriyas.El cante de la baja Andalucía estuvo representado por turro, Malena, con su buen hacer habitual. Brilló por seguiriyas y por bulerías, palo este en el que se le considera especialista. Curro Malena es un cantaor responsable, que desarrolla los cantes en largas secuencias que le permiten ir desentrañando sus diversos matices para ofrecérnoslos en su máxima riqueza.
Actuaron también varios aficionados miembros de la peña Fosforito, entre quienes cabe destacar el arte estimable de Francisco Criado.
Otra estrella de la noche fue la portentosa guitarra de Enrique de Melchor. Cada actuación suya es un nuevo triunfo, siendo ya lo normal que el público le ovacione en medio de la actuación. Un gran maestro, indudablemente, pese a su juventud.
Babelia
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