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Afganistán, telón de fondo de la visita que ayer inicio Pérez de Cuéllar a la URSS

El secretario general de las Naciones Unida, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, inició ayer una visita de tres días a la Unión Soviética. El tema de Afganistán constituirá el núcleo de las conversaciones que mantendrá con el ministro de Asuntos Exteriores y vicepresidente del Gobierno, AndreI Gromiko -quien ayer le recibió en el aeropuerto-, y, muy probablemente, con el propio Yari Andropov, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

Pérez de Cuéllar llegó acompañado del vicesecretario general de las Naciones Unidas, el ecuatoriano Diego Cordovez, quien, desde la pasada primavera, trata de poner de acuerdo a Islamabad y Kabul para encontrar una solución al problema aigano.La visita de Pérez de Cuéllar a Moscú coincide con un momento especialmente importante en Afganistán: por un lado, el fin del invierno recrudecerá, posiblemente, los combates en las zonas montañosas; por otro, el próximó 11 de abril paquistaníes y afganos comenzarán una segunda serie de negociaciones que durará 11 días. Como en la primera tanda de entrevistas, será Diego Cordovez quien trate de mediar entre ambas partes.

Al principio de este año, Cordovez realizó una serie de viajes entre Kabul, Islamabad y Tcherán para preparar estos nuevos encuentros. Sin embargo, Cordovez encontró esta vez la misma dificultad con la que ya había chocado anteriormente: el rechazo de los iraníes a participar en estos encuentros. El papel de Irán es secundario dentro del problema, pero no por ello deja de ser importante: de los cuatro millones de aiganos que se encuentran refugiados al otro lado de la frontera de su país, tres están en Pakistán y uno en Irán.

El problema de los refugiados es, precisamente, el que más dificulta un posible acuerdo. Cómo encuadrarlos dentro de una solucíón negociada parece ser el punto más conflictivo. El otro aspecto difícil del problema es el de la representación de la guerrilla como parte implicada en el conflicto. Precisamente, es por ello por lo que los iraníes se han mantenido al margen: el régimen de Teherán reivindica un asiento para los guerrilleros musulmanes aiganos en las conversaciones de Ginebra, y Kabul se opone a ello.

En medios occidentales de Moscú se ha considerado que el Kremlin -ya desde el final de la era Breznev- trataba de buscar una salida airosa a la situación. Sí bien desde el punto de vista militar los costes no son muy altos para la URSS, desde el político la aventura ha resultado desastrosa: la invasión soviética de Afganistán es el principal eje de la desconfianza occidental respecto al Kremlin, y, por si esto fuera poco, es una de las tres cuestiones que impiden la normalización con China. Pese a ello, en los mismos círculos occidentales se considera que Moscú no está dispuesto a poner en peligro el régimen fidelísimo de Babrak Karmal, por lo que cualquier concesión que haga tendrá siempre como límite la supervivencia de la llamada revolución afgana de diciembre de 1979.

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