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El nuevo Opus

El Opus Dei nació Para renovar la religiosidad dentro de la vida secular o civil. Para enseñar a la gente -a la gente bien (pronúnciese bian)- un catolicismo modernoso, una manera moderna de ser católico. Ahora, el modernizador Opus, necesita ser modernizado.

Portillo lo sabe. Roma lo sabe. No son ni cien mil, pero en su palmar puede arder Troya. Han iniciado la movida para beatificar a Escrivá, de quien se dicen milagros que los campamentales de Dios están estudiando, antes de pasarle el portafolios celestial a Wojtyla. En sus primeros tiempos, monseñor contaba que se le aparecía Cristo en las pensiones madrileñas donde vivía, y le alentaba para hacer una obra como la que hizo. No sólo beatificar a monseñor, sino convertir esas pensiones galdosianas en grutas de Lourdes y Fátima, adonde vengan los piadosos de provincial, en ruta jacobea, como ahora van al Guernica de Picasso y a los Museos gratis, que Javier Solana está contabilizando gente y no pesetas, y me dice que el interés del turismo interior por el arte es asombroso. Lo de Escrivá, en cambio, está más muerto. Con un Ayuntamiento no socialista, eso que digo de las pensiones/capillas ya estaría hecho. Hay algunos milagros fehacientes del funcional de Barbastro, pero la cúpula de San Pedro pide más. Josemaría Escrivá, marqués de nosequé, está haciendo oposiciones a beato, confesor, mártir, santo o algo. El caso es salir en los calendarios. Pero los calendarios, ahora, no traen santoral, sino la cotización de la moneda en Amsterdam, día por día. Así como el Derecho Civil ha abreviado los trámites de divorcio, el Derecho Canónico abrevia los trámites de beatificación. Lo del barbastrense va por la vía de urgencia, y no va por valija diplomática porque Fernando Morán es un agnóstico de chalina. Ya se lo dirán de misas. Balaguer y Albás, marqués de Peralta, oscense, que hoy tendría 81 años (los tiene en el cielo), descendía de la nobleza del Reino de Aragón, aunque su familia salió de Barbastro de noche, y en carro, como Ruiz-Mateos, porque en el pueblo habían pegado el petardo económico. Esta fina peripecia pudiera ser paráfrasis del viaje a Egipto de la Sagrada Familia, por que la inmensa soberbia de los santos burocráticos está siempre en montárselo como si fueran Cristo. Qué menos. El cardenal Tarancón, pese al tabaco negro, que da tanto escepticismo, y los trastornos intestinales, que siem pre nos devuelven a nuestra condi ción de barro latino o polvo queve desco, parece que se ha tomado en serio el tema/Escrivá, como diría el berroqueño señor Roca. Hace dos años, el cardenal Poletti comenzaba su roneo en Roma sobre la beatificación del beato barbastrense (la Iglesia es un poco tautológica, porque sabe, como don Jacinto Benavente, que las cosas hay que decirlas tres veces para que el personal se entere una). Juan Pablo II, alias Wojtyla, le viene rezando a Escrivá desde que murió. Entre los beatos suyos, tiene Escrivá un altar. Obispos y cardenales firmaron un papel enmogollonado pidiendo la santidad del santo de Huesca. Como lo de Grimau, sólo que a la viceversa. Cuando lo de Cirimau, un ministro llamado Fraga insultó a señores como Laín y Fernando Fernán-Gómez, galán que ninguna dama se merece. Pero volvamos a lo de ahora. Milagros, virtudes y libros son los tres elementos que la Teología juzga para santificar a un santo. Los mejores milagros de monseñor a mí me parece que son los milagros de pensión. Sus virtudes más conocidas, la afición a los discos de doña Concha Piquer, entonces Conchita, afición que comparto pasionalmente con el Padre y con Alejo García. En cuanto a los libros, Camino parece como escrito por el señor Roca, lo cual que sería mejor olvidarlo, si es que en el cielo hay sintaxis.

Otros libros del fundador, que está como nunca de propicio para los altares, son las Homifias y el Santo Rosario. En una homilía me recuerdo que les dijo a unas damas católicas que le pedían consejo sobre la píldora: "Hijas mías, no toméis porquerías".. Era un científico.

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