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Una historia del cine español será publicada el año próximo

Espasa Calpe se hace cargo de un proyecto que ha pasado por varias editoriales

Tomàs Delclós

La editorial Espasa Calpe prepara la publicación de cuatro volúmenes sobre la historia del cine español. Los tres primeros aparecerán a mediados del año próximo. La edición del cuarto volumen se retrasará para poder incorporar al mismo las primeras líneas de trabajo de la nueva Administración socialista en el sector cinematográfico. Los directores del trabajo son Román Gubern y Julio Pérez Perucha.

El proyecto es antiguo, ha pasado por más de una editorial y ha tenido redactores circunstanciales que no figuran en la edición definitiva que irá firmada por Gubern, Pérez Perucha, Ramón Sala, Rosa Álvarez, Félix Fanés, Javier Maqua, García Seguí, Francisco Llinás y Alberto Fernández Torres. En un principio debió aparecer en Lumen y de hecho se inició su publicación con el libro de Román Gubern El cine sonoro en la II República, que apareció en 1977. Sin embargo, un cambio en la programación de la citada casa editorial paralizó la distribución de otros volúmenes ya ultimados por sus autores. El trabajo de Ramón Sala y Rosa Álvarez sobre el cine republicano durante la guerra civil estuvo a punto de aparecer en Gustavo Gili hace un par de años y ya existía un precontrato, pero la escasa venta de los títulos dedicados al cine aconsejó a la editorial paralizar la publicación de más libros sobre el tema. Episódicamente se habló de su aparición en una colección de la Filmoteca Nacional que no llegó a cuajar. Por fin, Espasa Calpe ha decidido hacerse cargo del proyecto íntegramente.

Bibliografía dispersa

La bibliografía sobre el cine español es muy dispersa y existen pocos intentos sistematizadores. Los trabajos más globales de Juan Antonio Cabero, Fernando Méndez-Leite o Vizcaíno Casas no están planteados con una mínima metodología, al margen de sus implícitos ideológicos. A falta de una tarea totalizadora, de manera esporádica han ido apareciendo estudios centrados en algún aspecto de la historia del cine español. Las empresas editoriales tampoco han mantenido colecciones especializadas. La excepción más notoria, fue Rialp, cuyo catálogo a partir de 1957, sin embargo, descubre la militancia católica de la misma. Es sintomático que el primer libro sobre cine que se publica en la posguerra se llame Cine y moral, hoy de monseñor Cirardi. Luego aparecerían títulos como Moral y pedagogía del cine, Cine y juventud, Un católico va al cine, Dios en el cine, ¿El cine tiene alma?, El cine y lo sagrado y Fray Mauricio de Begoña publicaría Elementos de Filmología.... Lumen, Anagrama, la desaparecida Fernando Torres y Gustavo Gili son algunas de las casas que mayor atención han prestado a la temática cinematográfica.El primer volumen de esta historia del cine español contendrá un estudio sobre el período del cine mudo de Julio Pérez Perucha y dos trabajos de Román Gubern sobre el cine de vanguardia y el de la II República, revisión ampliada del trabajo ya publicado. El segundo volumen, se abrirá con la historia del cine español durante la guerra civil. Rosa Álvarez y Ramón Sala, sus responsables, han ampliado la investigación inicial, centrada en el bando republicano, a la escasa actividad cinematográfica del bando franquista durante estos tres años ya que, salvo la producción documental y propagandística, los pocos filmes de ficción fueron rodados, principalmente, en estudios alemanes e italianos -cuyos regímenes apoyaban la sublevación- dado que toda la infraestructura industrial española -Madrid, Valencia y Barcelona permaneció en 61 sector república no hasta casi el final de la guerra. Alberto Fernández Torres suscribe, en este mismo volumen, un estudio sobre el nuevo marco jurídico-económico que supone la dicta dura y su evolución.

El período del franquismo autárquico y su posterior debilitamiento (1939-51), así como las consecuencias que tiene en la industria del cine, abre el tercer volumen con un estudio de García Seguí. Román Gubern analiza los años cincuenta y Javier Maqua hace una consideración sobre la relación entre literatura, cultura en general y cinematografía. Ramón Sala asume un capítulo dedicado al No-Do.

El cuarto volumen, cuya publicación se retrasará, contendrá un estudio sobre el llamado nuevo cine español de Francisco Llinás, un trabajo de Félix Fanés sobre el desarrollo de un cine catalán específico (la Escuela de Barcelona y su enfrentamiento estético con el nuevo cine español) y un estudio de Pérez Perucha sobre el cine de la transición (1973-82), además de un análisis sobre la política cinematográfica del Gobierno socialista.

Pérez, Perucha ha manifestado a este diario que sin poder hablarse de una metodología común existe entre todos los colaboradores de la obra una confluencia en la manera de ver el cine español. "Hay, no obstante, diferencias de tono debidas a la antigüedad del proyecto. Nos planteamos redescubrir el cine español y buscamos establecer un punto de partida que revitalice el discurso existente sobre el tema. El libro propone una interpretación, pero sin dogmatismos". Pérez Perucha ha analizado el período inicial de la historia del cine español. "Hay un problema de entrada y es el de la escasa conservación de las películas, lo que te obliga a recurrir a fuentes hemero gráficas de la época que no se plantean el fenómeno cinematográfico con rigor". En esta época ya se aprecia el espíritu tercermundista de la industria del sector. Los buenos profesionales dependen, básicamente, de productoras francesas o marchan a trabajar a otros países y en España se instala la mediocridad. Se desaprovecha, por ejemplo, la estancia de Max Linder en España que sólo recibe ofertas para protagonizar carteles publicitarios de anís. El segundo trabajo de Pérez Perucha, enmarcado en la transición política, parte de la premisa de que ya antes de la muerte de Franco se hacía un cine posfranquista que, en cierta manera, todavía se mantiene.

Alberto Fernández Torres se centra en el estudio de la evolución industrial desde 1939. En los años cuarenta, la política proteccionista viene justificada ideológicamente por la necesidad de tener un cine nacional. Los propósitos explícitos de las medidas que se toman contradicen sus reales efectos. Se impone el doblaje obligatorio para defender el idioma castellano y, en la práctica, favorece la exhibición del cine extranjero, cuyos techos de censura eran muy superiores al español. Se conceden licencias de importación de películas extranjeras para compensar el teórico esfuerzo inversor de los productores españoles y algunos de ellos se dedican a realizar filmes infectos, que jamás exhiben, porque el negocio radica en la reventa de las licencias, etcétera. Para Fernández Torres, los años cincuenta marcan el intento de crear una infraestructura, que fracasa. En este período se abre la política de coproducciones que, a priori, debían servir para el aprendizaje de los técnicos españoles y conseguir una mayor presencia internacional del cine español. En la realidad, los productores extranjeros se limitan a contratar mano de obra barata no especializada incrementando, tras su desaparición, el paro.

Dos alternativas

Tras las coyunturales medidas aperturistas de los años sesenta, forzadas por la necesidad de dar una imagen más homologable del regimen y que contablizan fracasos como el de la prohibición de Viridiana, la actual etapa del cine español, a juicio del citado economista, viene definida por la aparición de un nuevo capital. "Aunque se trata de una hipótesis a confirmar, existe un pacto entre algunas productoras españolas y las distribuidoras multinacionales para el reparto del mercado. Hay dos opciones: o restringir la realización a filmes de calidad o mantener una producción masiva. Creo que nos estamos orientando hacia la primera alternativa. Tambíen ha de citarse la incorporación de TVE como productora, aunque el volumen de su iniciativa no tiene comparación con la presencia de otras televisiones europeas en la industria del cine".La aparición del sonoro, estudiada por Gubern, que data del estreno en el cine Coliseum. de Barcelona de La canción de París, el 19 de setiembre de 1929, es la primera gran oportunidad de la industria norteamericana, que aporta la tecnología del sonoro, de penetrar en el sector. En los años treinta aparecerá Cifesa y tendrá lugar la peculiar movilización de los intelectuales monárquicos para crear una plataforma de producción de cine sonoro alineado con su pensamiento. CEA, así se llamó el proyecto, no pasó a mayores. Durante la guerra civil la colectivización del sector hizo pensar en un esfuerzo por convertir el cine en instrumento de la lucha ideológica. Partidos y organizaciones sindicales produjeron documentales. Sin embargo, en el terreno del cine de ficción, comenta Ramón Sala, no se planteó una alternativa a los géneros existentes y todo en vistas a perpetuar el mecanismo índustrial del sector.

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