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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un mano a mano sinfónico de Bernaola y Bruckner

Obras de Carmelo Bernaola y Anton Bruckner.

Orquesta Sinfónica de Berlín, de la República Democrática Alemana. Director: G. Herbig.

Teatro Real, 18, 19 y 20 de marzo.

Sin contar con la larga historia de otras formaciones germanas, la Orquesta Sinfónica de Berlín-Este es una de las mejores entre las de la República Democrática. Fundada en 1952, por su titularidad han pasado, además del fundador, Hermann Hildebrandt, el checo Vaclav Smatacek, Kurt Sanderling (durante casi veinte años) y, por dos veces, Günther Herbig, con el que ahora hemos escuchado a la centuria berlinesa en el teatro Real.

Discípulo de Abendroth y seguidor de cursos con Scherchen, Jansons y Karajan, el checoslovaco Herbig (52 años) es maestro internacionalmente estimado: serio, sólido, de pensamiento que conecta con las tradiciones alemanas, fabrica un sonido denso, a veces incluso demasiado, pero bajo su dirección la orquesta despliega sus muchas posibilidades: agilidad, potencia, expresividad, capacidad dinámica, fraseo intenso, bien ligado y acentuado, todo, en fin, cuanto permite incluir a los sinfónicos berlineses dentro del grupo de orquestas con cuatro estrellas.

De la responsabilidad con que maestro y orquesta trabajan dará idea un hecho: decididos a programar en su gira actual la Sinfonía en do, de Carmelo Bernaola, no sólo la ensayaron con cuidado, sino que la tocaron en la vieja capital alemana antes de emprender el viaje.

Así, la versión que de la estupenda partitura del compositor vasco hacen Herbig y la Sinfónica -más viva en tempi y más densa en sonoridad que la anteriormente escuchada- se beneficia de una realización magnífica, sin más inconveniente, a mi entender, que la falta de preparación del final que quedó sin fuerza de resolución. En todo caso, Bernaola obtuvo el éxito que merece y recogió ruidosas ovaciones en compañía de sus intérpretes.

Muestra madura

El resto del programa lo llenaba la Octava sinfonía de Anton Bruckner, muestra madura de una inventiva mucho más original de lo que suele creerse. Persona tan poco dada a las fluviales longitudes del compositor austríaco como Igor Stravinski dejo escrito: "Mahler parece mucho menos original cuando se conoce a Bruckner, y ningún otro compositor del período es tan personal como armonista".

Mas lo definitivo en Bruckner -al margen de gustos y supuestos o reales excesos- es la categórica solidez de su pensamiento sinfónico, entrañado por una parte en Wagner, y por otra, en Schubert, la "pureza, pujanza y luminosidad" de que nos habla Furtwängler que, entre su herencia discográfica, nos legó una impresionante visión de esta Octava sinfonía recién escuchada.

En manos de Herbig se evapora gran parte del misticismo, todo el más allá de la música, como si ésta volase corto sobre sus propios pentagramas. Herbig fue un soberbio constructor, nos dio la amplia grandeza bruckneriana, pero nos ocultó su intimidad.

Con todo, resulta placentero el espectáculo de tocar bien en lo técnico y con entera convicción en los conceptos, se compartan o no.

Y han de anotarse como tarde de especial significación las de este fin de semana madrileño en el que, a través del tiempo, Carmelo Bernaola y Anton Bruckner -¿quién da mayor contraste humano y artístico?- se dan la mano en las rigurosas interpretaciones de la Sinfónica de Berlín (República Democrática Alemana).

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