¡La corrida!, ni más ni menos
JOAQUIN VIDAL ENVIADO ESPECIAL, [DD] Valencia.de
A esto me apunto. A corridas como la de ayer en Valencia, nos apuntamos todos. Fue eso, la corrida, ¡la corrida!, ni más ni menos. Corrida, con toros y toreros. Toros íntegros, limpios, con casta. No tenían exceso de kilos ni falta que les hacía. Toreros pundonorosos, valientes, con técnica. Tampoco tenían exceso de kilos ni falta que les hacía. Los toros unas veces fueron bravos y otras mansos, lo cual no importa y además sirvió para enriquecer con variedad la emocionante lidia. Los toreros unas veces acertaron y otras menos, lo cual tampoco importa, porque es de humanos errar y nadie pretendía ver a Superman.Ningún toro era de carril y hasta el de vuelta al ruedo resultó difícil. Más difícil aún por el efecto psicológico que había producido en el público su espectacular comportamiento con el caballo. Tomó cinco varas arrancándose desde muy largo, lo que además de bravura denota poder, de manera que protagonizó un tercio inusual en los tiempos que corremos. A cada embestida el público se ponía en pie, y el acontecimiento era de rara plenitud, porque el matador, Luis Francisco Esplá, lidiaba, y el picador, llamado El Víctor, recibía a la fiera lanzada al galope, por derecho y Io detenía hiriendo en todo lo alto.
A partir del segundo puyazo, ese toro se dolía, a veces reculaba, y estos son detalles que ponen en cuestión la clamorosa vuelta al ruedo que recibió como homenaje póstumo. Llegó a la muleta desconcertante. Unas veces embestía con largura, otras con la cara alta buscándole la cartera al "mesié", otras tiraba un hachazo. Pero tenía delante, para dominarle, un Esplá que está de un torero subido, el cual le aplicó una faena inteligente, valerosa, clásica, técnicamente irreprochable. Faltó tantico así de temple, pero se explica, por la violencia que llevaban casi todas las acometidas. Una estocada por el hoyo de las agujas fulminó al toro, que rindió su casta a los pies del espada, y la completísima actuación de Esplá fue merecidamente premiada con una oreja. Ocurrió, sin embargo, que arrastraron al toro sin vuelta al ruedo, lo volvieron a sacar para dársela, hubo ovación al mayoral, que saludó sombrero en mano con gracia andaluza y cuando Esplá salió al, tercio mostrando el trofeo que había ganado, la gente ya estaba en amoroso coloquio con el vecino de al lado, comunicándose por mutuó consenso, "que sí señor, que se lo digo yo: el toro de cinco y el torero de veinticinco".
En su otro toro estuvo Esplá tal cual de valiente y torero. Exhibió repertorio con capote y muleta. Fue lidiador. Banderilleó bien, con enorme mérito en un par por los terrenos de dentro. Se llevó un achuchón espeluznante por perderle la cara al funo, en la brega. Y redondeóla tarde con un quite sensacional a Félix Guillén, que en una pasada en falso estuvo a punto de ser cogido.
En la siguiente pasada el toro le rasgó la taleguilla a este buen banderillero. Estábamos en el tercero de la tarde, que era bronco. Un toro de cuidado, como para quitárselo de en medio. Muchos otros lo hubieran hecho, con fundado sentido de la precaución. Paco Ojeda, en cambio, no lo hizo. Paco Ojeda, con un valor sereno, un aplomo admirable, un hambre de triunfo evidente, le fue buscando terrenos y distancias, poco a poco, paso a pasó. Instrumentaba el unipase, mal vicio de suyo, mas aquí estaba, justificado por las características del toro querencioso, reservón y malauva. Ahora bien, cuando lo graba encelarlo, ligaba los muletazos, baja la mano, largo y suave el dibujo de la suerte, que remataba en la caera según mandan cánones. Y luego, literalmente en un palmo de terreno, enlazaba con el de pecho, inconmovible su impresionante verticalidad torerá, ejecutado de cabeza a rabo. En el sexto repitió la faena. Este es -fue ayer, en Valencia- el momento cumbre de Ojeda. Si así continúa tenemos figura. Discutan, por favor.
También estuvo presente Dámaso González, ídolo de la tierra, pundonoroso, entregado, inverosímil, y el público agradeció su entrega. Es el de siempre. No hay no vedad. La novedad era la corrida ,en sí, ¡la corrida!, la que queremos, la que nos gusta, con pasajes bue nos y otros no tanto; con toros ver daderos, íntegros, astifinos, sean bravos o sean mansos; con toreros valientes y conocedores de su oficio. Nunca debería ser de otra forma, y menos cuando la televisión se mete en la plaza y difunde al mundo las imágenes de la fiesta, como ocurrió en la tarde lamentable del miércoles. La corrida, ¡la corrida!, es lo que viene pidiendo la afición hace muchos años y lo normal es que se la escamoteen. Ayer no, en Valencia. Ayer hasta los caballos de picar salieron aliviados de manguitos (sólo los llevaban atrás), lo cual ya supone un gran avance. Este es el camino, Gobernador. Nadie pide imposibles. Únicamente la fiesta tal como es, ni más ni menos.
El brindis de la paz
Luis Francisco Esplá brindó su primer toro a todas las cuadrillas de subalternos, como símbolo de paz tras las tensiones que se produjeron durante la reciente huelga de picadores y banderilleros. El público acogió este brindis con división de opiniones.
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