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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Una nueva política para Francia

El electorado galo ha emitido un ajustado voto de Censura Contra el Gobierno, tan medido que ha frenado en seco las pretensiones de la derecha y del centro, di., presentarse como alternativa válida. Ahora corresponde a Frangois Mitterrand recuperar el terreno perdido, y ello deberá hacerlo, según el autor, mediante la inspiración de una política de austeridad basadaén un amplio consenso.

El sistema electoral francés amplía considerablemente los cambios más leves del electorado, por lo cual no conviene sacar conclusiones radicales el día siguiente de cada elección. Ni Francia se había convertido en socialista en 1981 ni la derecha era mayoritaria hace una semana. Ahora, después de la segunda vuelta, en' la que la izquierda ha mantenido sus principales posiciones municipales y supera a la oposición de centro deyrecha en número de alcaldías, tampoco puede deducirse que finalmente el electorado francés se ha inclinado por la continuidad tal cual del Gobierno de unión de la izquierda.

Si una conclusión -política general puede sacarse es que la mayoría del electorado no ha olvidado su voto de censura al Gobierno, pero ha preferido mantener en casi todos los casos a los, en general, eficientes gobiernos municipales de izquierda. Y tampoco ha querido otorgar una mayoría política a la derecha y precipitar una crisis de Gobierno. El voto de censura se ha mantenido en las grandes ciudades, en las que se han combinado el carácter político de las elecciones con el hecho de que casi siempre la Administración sabente era ya derechista o de centro (París, Lyon, Burdeos, etcétera). Pero, en general, el electorado ha frenado en seco las esperanzas de la derecha de abrir una crisis institucional y de presentarse como altemativa mayoritaria.

Abstencionistas de la primera vuelta, ecologistas, incluso algunos votantes de la oposición en la primera ronda, ahora se han inclinado por la izquierda. El temor a que un Gobierno muy debilitado fuera aún más incapaz de afrontar los graves problemas económicos, financieros y sociales y de impulsar un cambio político, ha hecho perder votos a la derecha. La mayoría del electorado censuró al Gobierno en la primera vuelta. En la segunda ha dado al presidente los medios para que cambie la composición del Gobierno y su política.Mauroy está quemado

Mitterrand hasta ahora ha sido impenetrable y nadie sabe si va a cambiar el Gobierno inmediatamente o no. La lógica institucional francesa dice que después de un relativo fracaso debe dimitir el jefe de Gobierno y modificarse la composición de éste, que ha sido el que ha recibido la censura de los electores, y no el presidente de la República, que se ha mantenido al margen y al que el electorado deja las manos libres para decidir los cambios necesarios.

La cuestión no reside tanto en la composición del futuro Gobierno como en el contenido de la política. Sobre el futuro Gobierno pueden apuntarse algunas ideas. Pierre Mauroy está quemado como jefe de Gobierno, pero no como alcalde ni como dirigente de partido. Posiblemente será pronto el número uno del Partido Socialista. Hay algunos ministros o altos dirigentes del Estado muy bien calificados técnicamente y que además han ganado sus elecciones: Jacques Delors, Michel Rocard, Pierre, Beregovoy, Jean-Pierre Chevenement o Louis Mermaz. Cualquiera de ellos podría ser primer ministro. No es probable que los comunistas abandonen el Gobierno, aunque al perder alguna de sus ciudades más importantes (Reims, Saint Etienne, Nimes, etcétera), han quedado debilitados. Por ahora no es fácil realizar la apertura hacia el centro-izquierda, que puede iniciarse, sin embargo, con algunas personalidades independientes o profesionales sin pertenencia política.

La cuestión política clave será la política financiera, económica y social. Si no hay reducción de Iii inflación (el doble que los principales países de la Comunidad Económica Europea) y del déficit del comercio exterior (casi 100.000 millones de francos), la catástrofe es inevitable. ¿Por qué? Porque no se puede continuar indefinidamente consumiendo más de lo que se produce, porque no parece posible un aumento a corto plazo de la producción y porque, en consecuencia, no hay otra política realista que la de la austeridad, es decir, la de la reducción del poder adquisitivo de la población.

Si no se hace así, solamente seabren dos caminos: una mayor dependencia financiera diaria hasta que el Fondo Monetario Internacional imponga medidas draconíanas que supondrían la frustración de las expectativas que imprudentemente se han generado, o el proteccionismo creciente y también el empobrecimiento progresivo del país, con la aparición de tendencias autoritarias en el Estado. En ambos casos, la derecha barrería en las próximas elecciones. Estamos convencidos que la mayoría prefiere el realismo, aunque signifique austeridad, que no las promesas imposibles de cumplir.Austeridad

Para la izquierda, la cuestión no es política de austeridad o no, sino cómo realizarla, con qué contenidos concretos y con qué corresponsabilidad social. No parece suficiente un Gobierno más fuerte, más profesional y más realista, que es el cambio hasta ahora contemplado. Hará falta un acuerdo con las fuerzas económicas y sociales que suponga contrapartidas: no. reducción de los ingresos de los asalariados bajos, programas especiales para jóvenes y parados, democratiz ación de la empresa, desarrollo de una política social y cultural que genere nuevas actividades y socialice responsabilidades colectivas, extensión y modernización de la enseñanza, etcétera.

Esta negociación no puede hacerse solamente en la cúpula, sino a todos los niveles de la sociedad. Una política económica de austeridad y a la vez progresista sólo puede concebirse y realizarse si el Estado multiplica los mecanismos descentralizados y de participación popular y, sobre estas bases, promueve nuevos valores solidarios, pautas de consumi5 con menos despilfarro y modelos de organización transparentes que maximicen la corresponsabilidad colectiva. Novedades e iniciativas que empiezan a alumbrar en la sociedad civil y a las que partidos y Gobiernos de izquierda no son espontáneamente receptivos.

Jordi Boda es sociólogo y escritor.

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