La sinsustancia
A los antiabortistas de la manifestación madrileña se les subió una pegatina a la solapa, una pegatina camuflada en rojo izquierdas, que es una coloración inadecuada: mas propio hubiera sido un rosa dubitativo, un amarillo vaticano, un gris estricto y sepulcral. Había cientos de miles de pega tinas que alguien debió pagar, del mismo modo que se pagaron los abundantes panfletos volanderos, los pasquines murales, los anuncios en prensa, las vallas publicitarias y los spots que se pasaban en los cines, que consistían en imágenes del Papa martilleando herejes verbalmente y en un aderezo de ni ños mongólicos felices, bien vestidos, bien nutridos, jugando en algún parque (hay mongólicos que no tienen tanta suerte y que, son corridos a pedradas en los su burbios).Las derechas nunca han escatimado el dinero para la difusión de sus ideas, quizá porque siempre han tenido mas de aquél que de éstas. Se lanzan sobre los temas con un entusiasmo económico admirable, preparan movilizaciones del mismo modo que se prepara la entrada en el mercado de un nuevo producto, venden vida como quien vende coca-cola y así van capturando uno a uno a sus clientes.
Llevo muchos días esperando una respuesta a la campaña publicitaria antiabortista. Pero el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), partido del Gobierno, único que puede hacerlo, no contesta. Los socialistas permanecen agazapados en las sombras del Estado, jugando al escondite inglés consigo mismos, creyendo quizá que con colar su minimo proyecto del aborto cumplen su compromiso con la historia.
Cuando ganó la rosa yo pensé que el cambio sería sobre todo mental: los poderes embisten, los fácticos acechan y, en semejante tesitura, la mayor revolución posible es cultural. No importa que el proyecto del aborto sea menguado, si el PSOE abre un debate sobre el tema, si explica, si intenta convencer, si construye razón a razón un futuro menos esclavizador y ultramontano.
Pero el PSOE parece preferir ir de puntillas, flotar por los salones estatales como ángel asexuado del silencio, vaciarse de ideología y de proyecto. He perdido de vista la utopía: triunfa la ambigüedad, la sinsustancia.
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