Trabajar clandestinamente para vivir
Millares de obreros de raza negra realizan las labores más pesadas y conviven en la mayor discreción
Los nuevos esclavos de la costa catalana
La gran mayoría de los hombres de color que trabajan en España procede de Gambia y Senegal, hoy Senegambia. Huyen de la miseria de sus orígenes y han encontrado en la costa catalana unas condiciones climatológicas tolerables y ciertas perspectivas de trabajo en los campos de hortalizas y en las plantaciones de flores. Por lo general, viven en grupos superiores a las diez personas. Prácticamente sólo hay hombres. Desde 1979, año en que se advierte númericamente la Presencia de africanos en los campos del litoral catalán, no habían sido objeto de especial atención. El verano pasado, una denuncia sindical puso en evidencia la explotación, que llegó a calificarse de "esclavitud", que padecen. Los africanos, los morenos, como prefieren ser llamado s, tomaron naturaleza del problema. La iniciativa del titular del Juzgado de Instrucción número 2,-Rafael Gimeno, de tomar declaración a todos los africanos para legalizar su situación, se complementó con la elaboración de un censo, casi ultimado, por parte del Gobierno Civil de Barcelona. Cuando todo tendía a la normalización ocurrió el domingo pasado el suceso de Blanes, que protagonizó un joven africano.Los objetivos, trabajar, comer, dormir, que guiaron hasta las comarcas del Maresme, la Selva y el Báix y Alt Empordá a unos 4.000 trabajadores africanos" se han visto alterados estos días por el revuelo originado tras la muerte en Blanes de un joven de la localidad, de diecisiete años en una pelea de discoteca con jóvenes de color. Aunque el temor a represalias racistas haya disminuido, ahora extreman su natural discreción. Primero fue el miedo el que les impedía salir a la calle; luego, la vergúenza de saberse juzgados por la actuación de uno de los suyos, que compromete su tranquilidad y la aceptación social conseguida.
Ebruma Domdelleh de veinticinco años, a quien el juez de Santa Coloma de Farners, Carlos Gómez, considera por el momento presunto autor de "un homicidio en riña tumultuaria" por la muerte de Rafael Cambón en la madrugada del domingo 6 de marzo, no sólo, transgredió las normas de actuación extendidas entre los trabajadores africanos, sino que encendió la mecha del racismo. Los buenos antecedentes de la mayoría de los morenos, confirmados por la Guardia Civil y la Policía Municipal ole Blanes y, en general, por los alcaldes de localidades con población africana, frenaron la reacción que en principio se temía. En la noche posterior a la trágica pelea entablada a la salida de la discoteca Peropes, de Blánes, sé organizó una discreta vigilancia en los inmuebles en los que se amontonan los afticanos de esta población. .
"Los morenos del Maresme, de Blanes o de L'Armentera se distinguen% en opinión de una asistenta social que lleva trabajando más de un año con ellos, "por usar bicicletas y no armas". Armas y alcohol son sus demonios.
La doble explotación
A la explotación desmesurada de que son objeto por su trabajo, largas jornadas de doce o trece horas de recolección agrícola, a una media de cien pesetas a la hora -incluso se han detecta do sueldos de 59 pesetas a la hora-, se le añade el abuso de los propietarios de los inmuebles en que se amontonan. Posiblemente, el caso más espectacular de hacinamiento humano y de rendimiento económico es el de una torre de tres plantas, situada en el barrio de la Plantera Alta, de Blanes, en la que viven 45 trabajadores africanos, que pagan, en conjunto, 190.000 pesetas mensuales de alquiler, unas ochocientas pesetas semanales por persona.
Las bicicletas delatan dónde viven morenos. En todo caso, los balcones llenos de ropa y la casete d música árabe suplen a las bicicletas como elemento de identificación. Cuatro. personas por habitación, sin otro espacio libre para comer que la cama, los africano pasan buena parte de su tiempo libre en el interior. Cada casa o comunidad tiene un jefe que suele coincidir con el que chapurrea e castellano.
Las, personas que trabajan con ellos denotan el permanente esta do de angustia y soledad en que viven por estar lejos de su clan, en e que les esperan sus mujeres, a la que envían cada mes 25.000 o 30.000 pesetas, todo lo que les queda después de pagar casa y comida.
Los más llegan en avión. Algunos, por caminos inciertos y poco claros, a través de redes de tráfico ilegal, por la frontera francesa Casi siempre, atraídos por mensajes de compañeros que llevan y algunos años en Cataluña. Los que llegan por libré suelen vivir algún tiempo en cobertizos de madera uralita en las mismas explotaciones en las que trabajan, hasta que forman un nuevo grupo y buscar piso o pensión. Cuando el juez de Mataró, Rafael Gimeno, inició la vasta operación encaminada a tomar declaración de todos los africanos, algunos propietarios agrícolas se alarmaron. Una primera reacción de los payeses, frenado posteriormente, hizo pensar en los despidos masivos, que luego se quedaron en una docena.
Sin contratos, sin ningún derecho laboral, con sueldos entre la, 59 y las cien pesetas a la hora, y en situación ¡legal, la mayoría: son susceptibles de ser expulsados del país de inmediato. El Gobierno no ha tomado ninguna decisión. Según parece, hasta que no, se haya concretado el alcance exacto de la presencia de africanos, cuestión que puede quedar fijada esta misma semana, no se decidirá nada.
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