Defferre anuncia que dimitirá como ministro del Interior francés si fracasa en las elecciones
El ministro del Interior y de la Descentralización, Gaston Defferre, anunció anoche que dimitiría como miembro del Gobierno si el próximo domingo perdiese su alcaldía de Marsella, que detenta desde hace treinta años, al cabo de la segunda vuelta de los comicios municipales. Defferre se enfrenta al giscardiano, Jean-Claude G audin que ha puesto en peligro el reinadao del defferrismo marsellés, que se ha convertido en un símbolo nacional del socialismo galo. Este pulso final centra toda la atención elettoral de los franceses.
El fracaso de la mayoría socialista que gobierna a Francia, en la primera ronda de los comicios municipales del domingo pasado, además de replantear los problemas nacionales, políticos y económicos, agudiza una cuestión esencial para el futuro del socialismo a la francesa: ¿qué papel debe jugar el Partido Socialista (PS) cuando sus representantes se encuentran en el poder? De momento, el retroceso electoral ha servido para acentuar las tensiones dentro del PS.En plena campaña electoral, ya las diversas corrientes del PS ofrecieron a la opinión pública pruebas inequívocas de sus divergencias serias. La tendencia denominada rocardiana, que tiene como jefe al actual ministro del plan, Michel Rocard, desde que fue arrinconada, tras la victoria espectacular del mitterrandismo en la primavera de 1981, no ha hecho más que esperar su hora. Las dificultades, acentuadas más aún con el tropezón de la primera vuelta de las municipales, han precipitado ese momento de enfrentamiento entre la más poderosa corriente socialista la encabezada por el presidente, Frangois Mitterrand, y los fieles a Rocard.
La prepa ración del próximo congreso del PS, que se celebrará, teóricamente, en octubre próximo, ha provocado disensiones graves entre los mitterrandistas y los rocardianos. Un texto fundamental sobre los derechos del hombre, preparado por estos últimos, dio lugar a más de cien correcciones por parte del primer secretario del partido, Lionel Jospin. El tema de discordia más abultado se'refería a la califica ción de si el marxismo debe ser categórico, mientras los mitterrandistas matizan su juicio.
El ejemplo citado no es más que una muestra del contencioso que divide a ambas corrientes. La doctrina económica a seguir por el Gobierno los separa. El rigorismo y la comprensión de los rocardianos con la economía de mercado en general, y con las empresas en particular, tropieza con la fracción doctrinaria del PS, encabezada por el jefe del grupo parlamentario, Louis Joxe; por el número dos del partido, Jean Poperen, y por el presidente de la Asamblea Nacional, Louis Mermaz.
Hasta la fecha, el primer secretario, Jospin, ha tenido que dividirse entre las querellas intemas del partido y, las exigencias del Gobierno, o, más precisamente, del presidente Mitterrand. Los resultados de las escenas públicas repetidas, cada vez que un rocardiano coceaba a un mitterrandista, o viceversa, no han sido edificantes para la opinión pública, mucho menos para muchos- votantes del socialisirno, que, ahora, han manifestado su decepción al introducir el sufragio en las umas.
El fracaso electoral de Jospin,. que ya quedó eliminádo en la primera ronda de las municipales, y el ole otro dirigente de talla, el aspirante a alcalde de París, Paul Quiles, que acude a la segunda vuelta,, pero en condiciones fatales frente a su adversario gaullista, se estima que va a acelerar la clarificación, o el envenenamiento, de la vida del PS.
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