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Philips puede haber presentado una oferta de compra a Grundig

La novela por entregas que, desde hace varios meses, protagonizan los tres gigantes europeos de la electrónica popular, Grundig (alemán), Thomson (francés) y Philips (holandés), parece ser que llegará a su desenlace tras las decisivas elecciones generales que, el domingo inmediato, se celebrarán en la República Federal de Alemania (RFA). Durante los dos últimos días corrió el rumor de que Philips tenía la intención de hacer una oferta a Grundig, boicoteando así el acuerdo de intención de compra de la firma alemana por la francesa. De ser así, estiman los medios interesados galos, Thomson, para sobrevivir, tendría que buscar otro aliado, como Thorn, y en cualquier caso, las relaciones industriales europeas sufrirían las consecuencias.El interés de Thomson por Grundig se manifestó el pasado otoño. Pero el primer capítulo de esta novela de los mastodontes europeos de la electrónica ya se escribió hace tres años. Fue cuando Philips compró el 24,5% de la marca alemana de Max Grundig. Según los tratos realizados en aquella época, Philips, por una parte, aunque sus acciones no llegaban a constituir una minoría de bloqueo, adquiría un derecho de compra del resto del capital. De otro lado, se instituyeron una serie de acuerdos técnicos de colaboración entre ambas firmas.

Así las cosas, Max Grundig, de 75 años de edad, hace ya algún tiempo que manifestó deseos de vender su paquete de acciones. Se ha dicho que esta decisión fue determinada por su edad, relativamente avanzada, pero nadie ha podido demostrarlo, y esto representa uno de los misterios de la intriga.

Lo cierto es que Grundig se puso en venta y pasaron los meses sin que nadie picara. Ni otros grupos alemanes importantes, ni Philips, dieron señales de vida. Se supuso entonces que estos últimos, como la banca alemana, dejaban pasar el tiempo para que Grundig bajara el precio de su mercancía.

De repente, el otoño pasado, el grupo francés Thomson, nacionalizado por los socialistas cuando llegaron al poder en 1981, le hizo una oferta a Grundig por el 75,5% de las acciones de su propiedad. No se dio a conocer la cifra en cuestión, pero se habló de 7.000 millones de francos, es decir, unos 130.000 millones de pesetas.

A partir de este momento, Grundig, para hacer efectiva su venta, debía conseguir la autorización de las autoridades alemanas y la de la llamada "oficina de los cárteles". Y, al mismo tiempo, según sus acuerdos con Philips, la luz verde de esta última firma.

Aquí empezó realmente el toma y daca de los unos y los otros, guiados todos ellos por la defensa de sus intereses propios, aunque afirmando en público que la línea maestra de sus actitudes respectivas era una fundamentalmente: el interés de la industria europea que de no armonizar inteligentemente su cooperación será víctima, en la medida en la que no lo es ya, de la japonesa.

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